No hay ningún partido que no haya dicho que estas investiduras son un teatro. Parecen Cyphra en Matrix: saben que el filete es de mentira pero se lo comen. ¿No será que necesitan vender entradas?
Dice Gazzaniga que quien cree a los mentirosos no es antepasado de nadie. En las fábulas, los animales hablan. Pero es mentira. En las fábulas de leones suele ser normal que alguien termine siendo la merienda del rey de la selva. Sobre todo el que se cree el cuento. En la fábula de la política actual, cuando el pueblo se relaja termina siendo la merienda de los partidos políticos. Y esto es grave porque, al menos de momento, sin partidos no hay democracia. Y su hambre es insaciable. Y casi todos llevan mínimo veinte años comiendo del erario público. Incluidos los que basan su discurso en insultar a lo público. Ahí están Esperanza Aguirre o Cristina Cifuentes.
¿Cómo es posible este espectáculo de reino bananero que estamos representando? ¿Cómo es posible que Rajoy siga erre que erre pese a su incapacidad de sumar apoyos por ser la piedra de toque de la más abusiva corrupción política que se recuerda? ¿Cómo es posible que Sánchez pueda seguir frenando lo que siempre ha hecho el PSOE, que es ser el compañero de baile del PP, ante la mirada atónita de casi todo el mundo? ¿Cómo es posible que nadie hable claro para explicar sus intenciones -sea el PNV, PDC o Ciudadanos- y haya que interpretar y elucubrar para intentar acercar algún sentido? ¿Por qué no se puede saber qué pactó el PNV con el PP? ¿Por qué tenemos que comernos acuerdos de investidura falsos y que no van a ningún sitio como el perpetrado por Rajoy y Rivera o como el que se inventará Sánchez para hacer como que pacta con Iglesias? ¿Cómo es posible que la Presidenta del Parlamento busque fechas para las elecciones para dar cabida al chantaje de Rajoy de unas terceras elecciones en Navidades?¿Porque ningún barón del PSOE dice en público lo que insultan a Sánchez en privado? ¿Por qué Susana Díaz piensa más en su futuro como Secretaria General del PSOE que como una política responsable? ¿No será todo esto porque a los partidos políticos les importamos una mierda los ciudadanos?
Si hubiera que encontrar la lógica del sinsentido de la política española actual tendríamos que buscarla en el nulo contenido democrático de los partidos políticos. Ni tienen un comportamiento interno democrático ni les importa una higa lo que opinen los militantes o los votantes más allá del día de las elecciones y la previa campaña. Como los partidos son, además, quienes organizan el funcionamiento del Estado -podrían hacerlo funcionarios con un compromiso ético con la Constitución y con su carrera como servidores públicos, pero son los partidos quienes ocupan los espacios esenciales del Estado- trasladan a todo lo que tocan su concepción patrimonial y caprichosa con la que hacen y deshacen. La ciudadanía se queja, pero obedece. Dice ¡ay! cuando le muerden. Pero termina en el estómago de sus mandatarios igual que termina el día cuando la rotación de la tierra hace valer sus reglas implacables.
Rajoy ha ido a la investidura como se sacan los pasos en Semana Santa. Un repetido teatro de la farsa. A algunos les molesta que se hable de la Inmaculada Transición cuestionando esa imagen de gloria que invita constantemente a la resignación y a la parálisis. Porque la Transición es el velo que no deja ver que no es que no sea oro todo lo que reluce, sino que los metales de la política española son como aquel viejo plomo que contaminaba el agua en cañerías vetustas. Mientras Europa desarrollaba el estado democrático y social, en España Franco aún fusilaba y encarcelaba a los que pedían para España simplemente esos derechos. Tras 24 años celebrando el día de la victoria sobre los republicanos, el año 25 fue el de la paz y el golpe de estado de julio de 1936 pasaba al olvido como un terrible aguacero que inundó el país de sangre como si de una inoportuna tormenta se hubiera tratado. No es lo mismo que el día nacional celebre la toma de la Bastilla y la decapitación de los autócratas a que sigamos el engaño de celebrar el 12 de octubre intentando presentar como gesta lo que fue otra carnicería impulsada por la incapacidad económica de los Reyes Católicos. Una enseña y la otra distrae.
Las maneras de chuleta de Rafael Hernando beben de la chulería falangista de los que daban paseíllos. La quietud impúdica de Rajoy sólo es concebible por el poso del “usted no sabe con quién está hablando”. Un veleta como Albert Rivera sólo se entiende viendo Los golfos de Tony Leblanc. Puede haber periodistas pantuflos y mentirosos paseando su doctrina por las televisiones porque los lectores no son nada exigentes y siguen sin entender que un periodista que miente es como un médico que enferma. Y mientras siga ese respeto absurdo a quienes hace mucho tiempo que dejaron de respetaros, no hay salidas democráticas. La impunidad del franquismo es la impunidad de la democracia. Pero quien hable mal de la Transición pierde votos.
Podemos tiene que ofrecerle machaconamente a Sánchez la posibilidad de hacer gobierno porque en España hay mucha gente que cree que el PSOE es un partido democrático y de izquierdas. Y lo cree por la única razón de que el PP, el que ha sido el otro gran partido, fue fundado por un Ministro de Franco que firmó sentencias de muerte. Por eso Podemos descolocados al PSOE hasta el punto de que prefiere pactar con el veleta Rivera antes que con quien le pone delante el espejo de su decrepitud.
La cultura franquista dejó su poso en la cultura de la Transición y el franquismo sociológico sigue haciéndonos un pueblo con más miedos de los que son deseables en democracia. Por eso esas peticiones desesperadas como súplicas de reo ante el patíbulo pidiendo un gobierno del PSOE, Podemos y Ciudadanos aunque sea falso como los unicornios o como torcer cucharas con la mirada. ¿Pero qué va a negociar Iglesias con Rivera y Sánchez cuando el punto número uno del acuerdo de Ciudadanos con el PP es cumplir las exigencias de austeridad que mandan los hombres de negro de la Troika? Miedo, miedo y más miedo. Y en medio del miedo, mentiras.
También por eso el 15-M tuvo un gran componente generacional. Y precisamente por esa necesidad de que lo nuevo no se agriete con lo viejo, es hora de que vuelva a decirse a los partidos políticos, a los que no les duelen las necesidades del pueblo, que hace falta sacar las conclusiones correctas del fallo del sistema en que malvivimos. Es decir, que ellos son parte del problema y no parte de la solución y que si mezclas leche cortada con leche fresca, terminas estropeando todo el cántaro.