Yavé, el nombre propio del Dios de judíos y cristianos, está más presente que nunca durante las oraciones del viernes en el Muro de las Lamentaciones, el lugar más sagrado del judaísmo por ser un vestigio del Templo de Jerusalén.
Mujeres y hombres acuden a diario y siempre por separado a ofrecer sus oraciones a Yavé, a quien le dejan peticiones por escrito en las ranuras existentes entre las piedras del Muro. Es un lugar muy especial, con una atmósfera difícil de describir, mezcla de fervor, recogimiento, familiaridad y, por qué no decirlo, cierto grado de rigidez.
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