Revista Política
Yo he blasfemado, en el pasado, pero ya no lo hago, porque pienso ahora que es absurdo atacar o insultar una idea imaginaria, para mí decir me cago en Dios es como decir me cago en los unicornios, no tiene sentido. Sin embargo, aunque ya no blasfeme, sigo defendiendo el derecho a blasfemar, y el derecho a no ser castigado por ello. Los creyentes que pretenden castigar al blasfemo tienen poca confianza en el poder de su dios, y usurpan su derecho divino de castigar a los pecadores. Un insulto a un dios debiera ser castigado por ese dios. Tal vez estos vengativos creyentes imaginan a su dios muy débil, o tal vez piensan en el fondo que no existe. Un creyente verdadero debería tener piedad por el blasfemo, compadecerle por el castigo que su dios le reserva, y no pretender añadir a ese castigo divino más castigos.