Esto que tiene un nombre tan raro, aunque seguro que familiar para aquellos que tenéis niños pequeños, no es más que lo que se conoce de toda la vida como “hacerse pis por la noche” o “mojar la cama”. Llevo tiempo dándole vueltas a si hablaros de ello o no. Al final me he decidido porque creo que nuestro caso concreto puede serle de utilidad y ayuda a otras familias.
El Mayor tiene ahora algo más de 6 años y medio. A eso de los 2 años empezó a controlar el pis durante el día. Fue un verano marcado por los calzoncillos, lavar a todas horas y la fregona. Y fue por iniciativa propia de mi hijo, que llegó un día y dijo que ya no quería usar el pañal. Tanto es así que aprendió a desabrochárselo él solito, por lo que no había forma de que lo llevara puesto si él no quería. He de confesar que, tras el verano, ya controlaba bien el tema y apenas tuvimos escapes.
La consecuencia siguiente fue que quiso dormir sin pañal. De nuevo, por su propia iniciativa y sin que nadie le obligara o presionara para ello. Empezamos por dejarle sin el pañal a la hora de la siesta. Le hice un calendario mensual donde íbamos poniendo pegatinas los días que se levantaba seco. Esas tres horas de siesta las controlaba perfectamente.
Así que pasamos al siguiente nivel: la noche. Sin embargo, el tema fue muy distinto. Cuando el Mayor decidió que dormía sin pañal, dormía sin pañal. Como ya digo, sabía quitárselo perfectamente. Y como siempre te dicen que hay que aprovechar la iniciativa del niño, ahí que nos embarcamos en noches sin pañales. La noche le costó más. Bastante más. Es cierto que era capaz de tirarse semanas o meses enteros sin mojar la cama, pero de repente, se le escapaba el pis una noche y podía estar fácilmente una semana entera con escapes a diario. Luego estos cesaban y volvíamos a la rutina sin pis para, de nuevo, un día, volver a los escapes. Y esto ha durado varios años.
Probamos (o mejor dicho, probé, porque siempre era yo quien se levantaba y se ocupaba de esto) varias cosas. Al principio, empezamos con el calendario con las pegatinas que tan buen resultado nos había dado con las siestas, pero no funcionó. A él se le escapaba con calendario y sin él. Después pasamos al cambio de sábanas y pijama y vuelta a su cama. Y esto incluso embarazada del tercero, con un pedazo tripón que apenas podía moverme. Y os recuerdo que mis hijos, para entonces, ya dormían en literas, los dos juntos, y el Mayor iba en la de arriba. Tampoco funcionó. Sólo conseguí despertarme fatal físicamente a la mañana siguiente.
A esto le sumamos una ducha rápida mañanera si se había hecho pis durante la noche. Pero lo único que conseguíamos era que cogiera frío y no compensaba. También probamos a llevarle al baño de noche para que vaciara su vejiga, lo que nos costaba horrores porque él iba dormido y apenas se tenía en pie. Pero esto tampoco tuvo éxito. Daba igual a qué hora le lleváramos al baño, si estaba por escapársele el pis, se le escapaba.
De ahí pasamos a cambiarle sólo el pijama y llevárnoslo a nuestra cama y después por la mañana (si era fin de semana) cambiar las sábanas con él delante para que se diera cuenta de lo que suponía un escape nocturno de pis. También me lo llevaba a tender para que tomara conciencia. Pero tampoco funcionó. Vamos, él sabía lo que suponía, pero no podía hacer nada para evitarlo porque, en sus propias palabras, estaba dormido y no se daba cuenta del escape hasta que se notaba mojado.
He de reconocer, aunque no me jacto de ello, que ante nuestra (mi) desesperación por este tema, alguna vez le regañé. Por experiencia, os digo que no lo hagáis. La consecuencia primera de todo esto fue que mi hijo se quedaba mojado en la cama y no me llamaba para cambiarle. Lo que implicaba que cogía frío durante la noche.
También probamos a no darle importancia al asunto, al menos delante de él. Y, ya para terminar, lo último fue darle premios si conseguía no hacerse pis de noche durante una semana, después dos, después un mes entero, después dos meses, después tres.
Y un día, así porque sí, nos dimos cuenta de que ya no se hacía pis por la noche. Ni un escape. Ni aunque bebiera más o menos agua antes de acostarse. Aunque no le lleváramos al baño en mitad de la noche. Aunque no le diéramos un premio. Simplemente, su cuerpo maduró. Entonces tenía unos 5 años y medio.
Ahora estamos con el Mediano. Él controla perfectamente el pis durante el día. Empezaba el colegio y no le quedó más remedio. Sobre mi opinión al respecto, ya os la conté en esta otra entrada, así que no me repito. La diferencia entre mis dos hijos es que el Mediano no ha pedido que le quitemos el pañal por la noche. Bueno, sí lo ha hecho, pero le hemos dicho que lo haremos cuando esté una semana sin hacerse pis por la noche. Y se ha conformado. Tiene 4 años y medio e intenta no tener escapes. Se pone muy contento cuando se despierta y tiene seco el pañal, pero no es un trauma ni un fracaso cuando lo saca mojado. Y creo que así tiene que ser. Me da igual que siga usando pañal de noche con la edad que tiene. Después de la experiencia con el Mayor, creo que es lo mejor, me parece que es menos traumático para el niño que despertarse mojado por la noche. Aunque, también es cierto que el Mayor fue más cabezota y, a pesar de los escapes, no consintió en ponerse pañales para ir a dormir.
CONTRAS:
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Es desesperante. Lo es para los padres y seguro que también para el niño. Pero hay que echarle paciencia y comprensión. Debemos tener muy en cuenta que, por lo general, los niños no son conscientes de que se están haciendo pis hasta que se descubren mojados.
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Hay veces que los padres no sabemos cómo actuar. Aquí hablo por experiencia propia. Yo creo que, salvo la alarma que pita cuando el niño se hace pis y le despierta, lo hemos probado todo. Y nada funcionaba. Yo llegué a un punto en el que no sabía qué hacer. Y lo único que debía hacer era dejar pasar el tiempo. Dejar que madurara el cuerpo de mi hijo.
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Hubo quien me aconsejó volver a ponerle un pañal, aunque fuera en contra de su voluntad. Yo opté por el diálogo. Le preguntaba a mi hijo si quería volver a ponerse uno de noche, pero él siempre me decía que no. Y yo respeté su decisión. Creo que si le hubiera obligado a ello podría haberle perjudicado emocionalmente.
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Había veces, sobre todo en invierno, en que no daba a basto para poner lavadoras. Con lo que tardan en secarse. Si esos días encima llovía, mejor ni os cuento los apuros que pasaba. Lo peor de todo era cuando en invierno, con los escapes, también se mojaban las mantas.
PROS:
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Creo que no deberíamos tener prisa, ni las madres ni los niños, en dejar el pañal de noche. Creo que hay que hacerlo cuando ellos estén preparados, cuando se den cuenta de que el pañal sale seco y ya no hace falta.
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No obstante, si vuestro hijo resulta ser tan cabezota en este tema como lo fue el Mayor, sólo os queda la paciencia. No os agobiéis ni les agobiéis a ellos. Es como si a un adulto que ronca le castigamos por ello. Dicho adulto se sentirá impotente y frustrado porque es algo que hace dormido, sin conciencia de ello. Bueno, pues con los escapes nocturnos pasa algo parecido.
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Salvo en contadas ocasiones, la enuresis nocturna desaparece por sí sola. Puede que ahora estéis inmersas en esa vorágine de sábanas y lavadoras y no veáis la salida, pero creedme, la hay.
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Habrá quien piense que seguir poniéndole el pañal de noche al Mediano es un gasto de dinero. Bueno, sólo puedo decir que el detergente y el hecho de poner la lavadora también cuestan dinero. Y eso si no hay que comprar otro tendedero para las sábanas.
Sólo os puedo decir, por si le sirve de ayuda a alguien, que cada niño tiene su ritmo y que, igual que no hay que forzarles a andar, tampoco hay que forzarles a no hacerse pis por la noche. Es algo que vendrá solo con el tiempo, antes o después. De nada sirven los castigos ni las regañinas. Ellos lo hacen de forma inconsciente. Y cuando tengan 15 años seguro que ninguno mojará la cama. Así que el Mediano seguirá poniéndose el pañal de noche hasta que me deje ponérselo o, mejor aún, hasta que empiece a salir seco. Sin prisas y con mucho amor y comprensión.
Por si queréis saber más sobre el tema, os dejo este documento de la Asociación Española de Pediatría (AEPED) escrito por Luis Miguel Rodríguez Fernández (Unidad de Nefrología Pediátrica Servicio de Pediatría del Hospital de León) y Salvador Gracia Manzano (Nefrología Pediátrica del Hospital Universitario Virgen de la Arrixac, Murcia).