Revista Cultura y Ocio

De la escuela en su ángulo oscuro...

Por Calvodemora
Bécquer no era idiota, ni Machado un ganapán, y por los dos sabrás que el olvido del amor se cura en soledad. A la poesía que nos enseñaron en la escuela vuelvo poco. Se mueve uno mejor en lo elegido, en los poetas que no han sido impuestos, sacados de un libro terrible, alimentado de preceptos y de teorías, destinado a sorberlo y a volcar después lo sorbido, no sabe uno para qué propósito. Porque los libros, en la escuela, en ocasiones, no son artefactos asombrosos, refugios del alma sensible, en fin, ya saben, todo eso. Está el libro todavía sin bendecir, maldito, arrojado al destino como un antídoto de una realidad que nos venden como si fuese un veneno. Lo que nos salva es que haya quien cuente bien a Bécquer puertas adentro, en una clase. No hay público mejor que éste. Se trata de venderles bien la moto, de explicarles la de cosas que pueden hacer cuando entiendan qué hace el arpa en su ángulo osucro, olvidada de su dueño, en silencio y sucia, dejando dormir sus notas a la espera de que la mano de nieve las conmueva y airee, y así también el genio duerme, como el arpa, como Lázaro, ya saben, esperando la voz que lo haga andar. Yo conozco a unos cuantos que venden arpas como Dios sus nubes. Yo no tuve quién me la vendiera bien. La adquirí después, en el mercado clandestino. Quién sabe si así no se aprecian más sus prodigios. 

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