A comienzos de los años 90, EEUU se disponía a dar el tiro de gracia a la Revolución cubana. Sin la URSS, desaparecido el 80 % del comercio exterior cubano, en 1992 aprobó la llamada Cuban Democracy Act, más conocida como Ley Torricelli.
Esta ley extendía el bloqueo a las filiales de empresas norteamericanas en el mundo, y prohibía la entrada, en puertos de EEUU, a barcos que antes hubieran tocado puerto cubano. El objetivo: provocar hambre en la Isla y la tan esperada “explosión social”.
Pero dicha Ley Torrichelli –iniciativa, recordemos, del Partido Demócrata- tenía una segunda estrategia, un segundo carril. Ese Carril 2 apuntaba a empoderar a una supuesta “sociedad civil cubana”, que impulsaría los cambios desde dentro de la Isla.
Uno de los inspiradores de la Ley Torrichelli, Richard Nuccio, llamó a aquel doble carril “estrategia de presión y de contacto”. O lo que es lo mismo, la activación del “palo y la zanahoria” de manera simultánea.
A lo largo de las décadas posteriores, ambos carriles fueron ganando o perdiendo protagonismo, según el momento, en la estrategia de la Casa Blanca. Siempre, eso sí, con el mismo objetivo inalterable: debilitar al Gobierno cubano y derrotar a la Revolución.
Finalmente, la ausencia de resultados ha convencido a los think tanks y a la Administración Obama de apostar por aquel Carril 2. Y, de la estrategia de “presión y contacto”, se ha pasado a la llamada “estrategia de compromiso” o engagement.
En un discurso reciente, Hillary Clinton –quizá la próxima presidenta de EEUU- apostaba por “terminar con el embargo a Cuba. (…) Debemos sustituirlo –decía- por un acercamiento inteligente que le de poder a los negocios de los cubanos (y) a la sociedad civil (para) que estimule el progreso y mantenga la presión sobre el régimen”.
La gran prensa, mientras tanto, sigue edulcorando el discurso de la Casa Blanca. Y sigue alabando sus “esfuerzos por mejorar la vida del pueblo cubano”. ¿Será posible mayor cinismo?
Ver texto original en Cubainformaciontv: El camino del «compromiso» estadounidense con Cuba: Del carril a la autopista