Otro de los sabios que nos ha dejado recientemente es el italiano Umberto Eco. Popular sobre todo por su faceta de novelista, Eco es uno de esos lectores totales, capaces de empaparse de conocimientos y divulgarlos de la forma más amena posible. Además, hasta el final, ha sido un hombre interesado en las nuevas tecnologías y en su inmenso impacto en nuestras formas de vida. Si bien el formato de este libro dedicado a recopilar artículos de diferentes años, no hace la tarea fácil, es posible seguir el rastro de pensamiento de un autor que al principio se fascina por las posibilidades de internet y en los últimos años se ve abrumado al constatar en lo que se han convertido tantas promesas de cultura gratuita y comunicación instantánea.
Es verdad que internet, a pesar de ser una fábrica de procrastinadores, cuenta con muchas más virtudes que defectos, pero ciertamente cada vez se hace más difícil separar el trigo de la paja en una jungla virtual cada día más y más poblada, que en demasiadas ocasiones se asemeja más a una jaula de grillos gritones, exponiendo sus sentimientos agraviados por cualquier nimiedad. A pesar de autodenominarse "red global", en realidad internet fomenta el individualismo, porque muchos creen que pueden arreglar el mundo en pijama desde su habitación. Lo primero que se resiente es la sociedad civil y, como bien argumentó el desaparecido Zygmunt Bauman, la existencia se vuelve líquida, tanto como los datos de los ordenadores que pueden ser hechos desaparecer en un instante por un hacker que también puede actuar en pijama desde la cama:
"Con la crisis del concepto de comunidad surge un individualismo desenfrenado, en el que nadie es ya un compañero de camino de nadie, sino antagonista del que hay que guardarse. Este "subjetivismo" ha minado las bases de la modernidad, la ha vuelto frágil y eso da lugar a una situación en la que, al no haber puntos de referencia, todo se disuelve en una especie de liquidez. Se pierde la certeza del derecho (...) y las únicas soluciones para el individuo sin puntos de referencia son aparecer sea como sea, aparecer como valor, y el consumismo. Pero se trata de un consumismo que no tiende a la posesión de objetos de deseo con los que contentarse, sino que inmediatamente los vuelve obsoletos, y el individuo pasa de un consumo a otro en una especie de bulimia sin objetivo (el nuevo teléfono móvil nos ofrece poquísimas prestaciones respecto al viejo, pero el viejo tiene que ir al desguace para participar en esta orgía de deseo)."
Por supuesto, el gran afán del ciudadano occidental de nuestro tiempo es consumir, acudir los fines de semana a esos grandes templos llamados centros comerciales y enseñar luego a través de las redes sociales las compras realizadas, ya sea de manera directa, ya indirectamente, subiendo selfies vestidos a la moda. Mientras tanto, las empresas de marketing se hacen ricas recopilando toneladas de valiosísima información acerca de nuestros gustos, de nuestros hábitos, de nuestra psicología y debilidades. Muchos son capaces de relatar su vida entera en facebook. Una vida artificial, por supuesto, repleta de alegrías y momentos cumbre. Organizar tanta perfección virtual debe ser un trabajo agotador, pero también una actividad adictiva. Los likes de facebook son pequeñas satisfacciones que necesitan ser retroalimentadas. Pero, como se ha dicho, los que verdaderamente se aprovechan de este tinglado son las grandes multinacionales:
"(...) por primera vez en la historia de la humanidad, los espiados colaboran con los espías para facilitarles el trabajo, y esta entrega les proporciona un motivo de satisfacción porque alguien les ve mientras existen, y no importa si existen como criminales o como imbéciles."
Un libro como este, de carácter tan misceláneo, da un poquito para todo. Para artículos verdaderamente magistrales y otros bastante carentes de interés para el lector que no haya seguido en detalle los avatares de la política italiana de los últimos años (Berlusconi es una obsesión para nuestro autor), pero poniéndolo todo en la balanza, su lectura merece la pena. Su encendida defensa de la Unión Europea (con todas sus imperfecciones, con solo haber evitado la mera posibilidad de un nuevo conflicto como los que asolaron el continente en la primera mitad del siglo XX, se puede decir que la Unión es la historia de un éxito), sus divertidas diatribas contra adivinos, augures y nigromantes y, por supuesto, la encendida defensa de la literatura y el conocimiento que destilan estas páginas hacen que acercarse a la última obra del maestro italiano sea el mejor homenaje que se le pueda hacer a alguien capaz de dejarnos perlas como ésta:
"Lo ideal es que todo texto sea leído dos veces, una para saber lo que dice y la otra para apreciar cómo lo dice (y de ahí la plenitud del goce estético)."