El cinco de Noviembre de 1568 la etnicidad guerrillera de nuestros antecesores informaron a la opinión pública la muerte en combate del Comandante Guaicaipuro, quien con la espada en mano que había conquistado como trofeo de guerra contra Juan Rodríguez Suarez, salió a hacerle frente a las tropas españolas comandadas por un mequetrefe llamado Francisco Infante, que envalentonado por la superioridad numérica y con la ayuda de indígenas aliados de los españoles, pudieron cumplir su “hazaña” de vencer al más grande poeta, guerrillero, combatiente de las nacientes Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), “quien en una desesperada resistencia hasta la muerte” peleó con fiereza contra sus enemigos, no sin antes dejar en la puerta de la choza un cartelito que decía: aquí no se rinde nadie.
El mismo cartelito, arrancado de la choza minutos antes de que la quemaran los guarimberos de la época; lo tenía colocado en la puerta de su casa en Agua Viva, Barquisimeto, estado. Lara, el poeta guerrillero, combatiente Eduardo Sanoja conocido por todos como Jacobo. Ese día los crepúsculos larenses no alumbraron el camino de la casa al hospital, no había luz, los árboles no se movieron, las hojas secas quedaban en el camino, iba quedando su recuerdo hasta que “temprano amaneció la madrugada”. Mientras el sol da vueltas nos arrastra y nos humedece los ojos y una palmera nos va dibujando el rostro. Apriétame la mano que voy a nacer muy lejos de siempre, voy a reinventar las palabras y ciérrame lentamente los párpados.
llegamos a la esquina de Torrero, a una cuadra de la plaza La Pastora para una maniobra que nos repararía algunos recursos que aumentarán el escaso poder de fuego de una guerrilla incipiente, con un poder de fuego de una nueve, un treinta y ocho y una stein de la segunda guerra mundial, bien fea. Con ese parque militar lleno de sueños y con hambre de ilusiones ¡va a una acción armada; porque hay que causar buena impresión. No entendíamos como íbamos a asaltar una casa, llevarnos unas armas que estaban allí y al mismo tiempo había que hacerlo dando una buena impresión.
Atravesamos el zaguán, una Virgen de Coromoto con una cruz de palma. Buenas tardes, buenas tardes levanta las manos y llévame al taller. Sin chistear el tipo caminó y nos puso en el sitio, ahí comenzamos a llenar tres maletines. Fue un fracaso total: tres pistolas descompuestas, tres buenas y un poco de hierros viejos para repuestos de FAL. La información inicial era otra, pero salimos de ahí sanos y salvos, los nuevos contentos, los guerrilleros viejos llenos de rabia. Son como caballos de paso que no los borran los años, una lección, un aprendizaje y el maestro con una cara de arrecho, pero siempre escribiendo el balance sobre hojas de plátano como paisaje que llevaré siempre a otros sitios, a otros pueblos donde nacen las guitarras.
Fuimos creciendo de derrota en derrota, en un ambiente donde la ternura hace verso, hombres que han hecho historia con su moral a cuesta, su verticalidad, erguidos, mi palabra es un documento, los valores que aprendí en la casa, la dignidad que me enseñó papá y la valentía tuya en el combate. Algunas van feneciendo más lento de lo común, otras se van muriendo de muerte prolongada donde sólo quedará la poesía tatuada para siempre en unos versos de Andrés Eloy Blanco, con un amén y un ¡Ay! que me muero en una promesa de varón para defender la patria; enseñar a leer y a escribir, construir viviendas, dar el ejemplo, ser el primero. Y fue lo que intentaste el día en que tomamos Baruta y el panameño manejaba desafiante ante la persecución policial para llegar a la UCV. Respiramos hondo y profundo estábamos en otro territorio libre de América… Se estaba construyendo un ejército popular, lleno de buenas intenciones.
Erguidos de esperanzas, hoy quienes luchamos lo hacemos creyendo que el ejemplo sea un buen punto de partida. En estas cosas no nos equivocamos, no se equivocó Jacobo.
El Maestro como algunos lo llamaron, funcionó como una revolución cultural, con un garrote en la mano; imitando a Mao Tse Tung de trabajar duro, allí donde están las masas, para lograr transformar un país “pobre” en un país “rico”. Quizás se basó en la experiencia que ha dejado Cuba, Vietnam y China. Ojalá los cazadores de gazapos interpreten las comillas de las palabras anteriores; pero lo cierto es que queremos construir las condiciones para la transformación socialista, no sólo apoyándonos con el accionar y la valentía política sino con la escritura de cinco libros, escritos durante estos
últimos años de relativa tranquilidad y que ayudan a la transformación cultural de una parte pequeña de lo que debemos hacer, y dar un gran salto adelante para crear una corriente que nos quite la tierrita de los ojos. Nosotros seguiremos mirando adelante, buscando una generación de relevo, poeta, militante y muy digna. La tenemos de frente y
“no es preciso matar para seguir viviendo,
un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sabana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano”?
Todos los Soldados queremos Paz
- Prólogo al libro de Eduardo Sanoja, “LETRAS CORTAS DE LARGO ALCANCE”, publicado por Editorial Trincheras, Caracas,