Seguro quea ti también te ha pasado. De pronto una idea se te viene a la cabeza, donde se expande mientras piensas en ella, donde parece grande, gigantesca, una Súper Idea. Pero, al final, tiene lugar uno de estos tres (fatales) acontecimientos:
- Se te olvida apuntar lo que se te ha ocurrido y terminas olvidándolo por completo.
- Apuntas tu idea para que no se te olvide y parece mucho más pequeña y más poca cosa de lo que era en tu cabeza.
- Intentas desarrollarla pero no tienes ni idea de por dónde empezar.
Permitidme que me ponga un poco Austen llegando a este punto y diga que “es una verdad mundialmente conocida que” una idea, sin un plan para desarrollarla, hacerla crecer y definir qué queremos hacer con ella, no es nada. Es cierto que es el comienzo, algo básico, el inicio de todo lo que viene detrás, pero, ¿qué es lo que viene detrás? Pues un plan de acción:
1. Las ideas se olvidan, apúntalas: puede que estés haciendo una cosa que no tenga nada que ver, puede que te sientas bloqueado, que estés en época estresante de exámenes o trabajo, que pienses que no tengas tiempo para nada, puede, incluso, que estés en el baño y de pronto, zas: se te ocurra una idea genial. En realidad, después verás que quizá no es tan genial, pero es una idea y por tanto, un comienzo. Sin embargo si no la apuntas, si no apuntas qué la define o las líneas generales que la forman, se deformará en tu cabeza o directamente, se te olvidará. Te aconsejo que te apuntes en el móvil, en una libreta o en cualquier cosa que tengas a mano aquello que se te ha ocurrido, sea para lo que sea. Además de para que no se te olvide, apuntando una idea estás materializándola, convirtiéndola en algo escrito y, por tanto, palpable y real.
2. ¿Qué hago con esto? Piensa cómo te gustaría utilizar tu idea. Define tu objetivo en líneas muy generales. ¿Una novela? ¿Un nuevo post en tu blog? ¿Otro proyecto? Haz un pequeño resumen de tu objetivo y tenlo siempre en cuenta.
3. Define las fases de tu plan: una vez que te marques el objetivo de la idea, tienes que desarrollarla. Dependiendo de ámbito, este proceso será muy diferente. Intenta, partiendo de la esencia de tu idea inicial, buscarle posibles desarrollos/vías para llegar al objetivo marcado. Los esquemas o las listas pueden ser herramientas muy útiles para definir estas fases.
4. Date tiempo: muchas veces queremos hacerlo todo tan rápido y queremos ver los resultados tan pronto, que no damos tiempo a que las ideas maduren en nuestra cabeza. Es mejor tomarnos las cosas con calma.
5. No tengas miedo al fracaso: si tu plan de acción no funciona, repasa cada paso que has dado para intentar dar con aquello que ha salido mal. Si el problema no es de tu idea (que sea poco probable de realizar, ejemplo: volar hasta la luna), intenta cambiar el plan. No desfallezcas ante el primer fracaso y sigue insistiendo hasta conseguir tu objetivo.
6. Ninguna idea es “una tontería”: pensar que tus propias ideas no valen nada, es una contradicción en sí misma. Has de creer en ti y, por tanto, en aquello que ves factible conseguir, aunque cueste trabajo y paciencia.
¿A ti también se te olvidan las ideas? Coge un boli y un papel y apúntalas. Ahí empieza todo.
“Es posible creer en algo y no estar a la altura de tus creencias” (Dr. House)