Revista Opinión

De la irredimible naturaleza delictiva o pecaminosa del hombre o del recuerdo de cuando yo vivía en una casa de putas de la calle de San Marcos, de Madrid, y le exigía, con toda la dureza del mundo, a la señora que me calentaba la cama que lo hiciera m...

Publicado el 21 diciembre 2010 por Romanas
De la irredimible naturaleza delictiva o pecaminosa del hombre o del recuerdo de cuando yo vivía en una casa de putas de la calle de San Marcos, de Madrid, y le exigía, con toda la dureza del mundo, a la señora que me calentaba la cama que lo hiciera m...¿Cuál es la verdadera palabra que yo debo utilizar para esto, pecado o delito? ¿Que norma es realmente la que quebranto cuando  allí, en el silencio de mi cama, mientras espero inútilmente al sueño, dejo de cumplir una obligación con alguien a quien le debo algo, a mi hijo, que se ha quedado sin televisión y se pasa todo el día sin nada que le distraiga de su terrible y también irremediable soledad?¿Tengo yo realmente derecho a intentar dormir aquí, mientras él se rebela contra mí porque veo los partidos en mi televisión y él no tiene otro aparato útil para ver sus películas?Esto, planteado así, no sólo parece sino que es un verdadero escarnio frente a otros problemas reales que sufre otra gente, pero éste es mi mundo y ésta es mi puñetera vida, así soy yo y esto es lo que hago, cuando apenas me quedan 4 días de seguir oprimiendo a los que me rodean.Pero es que nuestra vida sería realmente insoportable si nos exigiéramos a cada momento, inexcusablemente, lo que debemos de hacer.Y la exigencia de esta madrugada me recuerda mucho a aquélla otra en la que me planteé la reflexión de que todos nos prostituimos continuamente, varias veces al día.Y que conste que soy plenamente consciente de que la mayoría me responderá: “oiga, hable sólo por v., yo no me prostituyo nunca”. Y lo dirá el mayor prostituto. Ése que no hace otra cosa que prostituirse, que vender miserablemente un poco de su alma para seguir viviendo un poco mejor. Ése que acelera el paso para llegar al ascensor un instante antes que el otro y así no tener que esperar un  segundo más para tomarlo. O el que secretamente desea que se ponga enfermo, o incluso que se muera, ése otro que le estorba para sucederle en el puesto de trabajo o en la puñetera herencia.Éste es el jodido tipo que somos. Pero ¿quién es el guapo que tiene los cojones suficientes para reconocerlo públicamente?, todo lo contrario, somos unos tíos absolutamente formidables, que no cometemos nunca ningún fallo.Y así le va a esta jodida humanidad que entre todos hemos conseguido, un mundo en el que todos vivimos de alguna manera, que a veces no tenemos demasiado clara, a costa de los otros.Porque no cumplimos realmente con la contraprestación que nos exige el sueldo que cobramos, porque regateamos, no sólo a los extraños sino a los propios, todo lo que les debemos, cotidianamente, porque nos escaqueamos, si podemos, de cumplir las obligaciones que una vida solidaria nos demanda.Esto es lo que somos, somos realmente así, pero nos toleramos perfectamente, sólo cumplimos con aquellas exigencias que se nos demandan pública y formalmente, con aquéllas que están a la vista de todos, pero, en nuestro interior, abominamos de esa cotidiana esclavitud que representa ser lo que somos y como somos.O sea que, como anunciábamos, al principio, nuestra naturaleza es irremediablemente pecaminosa o delictiva, dependiendo del concepto que tengamos de nuestra existencia, ya sea el de una tragedia sólo moral o también jurídica.Porque la vida humana, lo sabemos, los que tenemos la funesta manía de pensar, es una auténtica tragedia, de cuyas dimensiones no somos íntegramente conscientes porque nos hemos encanallado lo suficiente.

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LOS COMENTARIOS (1)

Por  El Justiciero
publicado el 31 diciembre a las 20:04
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