Tócame la mano. Tócame la piel. Dime que el miedo se ha ido. Dime que el frío se desvaneció. Dímelo, en silencio, dímelo en voz baja. Te he visto bailar en la sombra de la habitación. Te vi llorar las lágrimas del adiós. Te recuerdo en el éxtasis de la felicidad absoluta. Me remato de solo pensar que yo también estuve allí. Me viste bailar en la sombra de la habitación. Me viste llorar las lagrimas del adiós. Me recuerdas en el éxtasis de la felicidad absoluta. Hoy me quedan esta mesa vacía, éstas tazas de café sin aroma, este diario viejo y un televisor mal sintonizado. Un gato que me acompaña, un gato que rompe mi soledad. Se siente ha gusto su compañía. Pero aún te recuerdo, recuerdo tus ojos en mis ojos, tus manos en mis manos, tu vida en mi vida. He perturbado la apariencia de los días, lo sé, lo entiendo, pero no lo puedo aceptar. Un día juramos mil mentiras, uno de nosotros las creyó, el otro, el otro se dejo llevar por la inercia del momento y la locura de los amores. Esos amores que duran un enamoramiento. Uno sufrió y padeció, el otro simplemente se dejo llevar. Hubo conversaciones que versaron sobre libros, arte, pintura y poesía, sobre el amor inocente, sobre los ojos con emoción, sobre las drogas prohibidas, los cantores de autor. También hubo juramentos con fecha de vencimiento, manos en las manos del dueño de la otra mano, licores que liberaron los deseos mas intensos. Así fue como ahora me encuentro solo, en compañía de mi gato, mirando, y oliendo el aroma de dos tazas de café vacías, pensando y recordándote bailando en la sombra de la habitación, llorando las lágrimas del adiós y entregados al éxtasis de la felicidad absoluta, absoluta y efímera como un pensamiento.
(*) Foto obtenida de https://pixabay.com/es/photos/hojas-libros-color-caf%C3%A9-taza-1076307/. Todos los derechos reservados a Jose Alba