Según la RAE, ñamería es la palabra que en Panamá utilizan para decir locura. Y convendréis conmigo en que esta palabra le viene que ni pintada al Diccionario de la Maternidad de la A a la Z. Porque locura o ñamería es cuando son las 8 de la tarde de un día cualquiera y, en vez de estar mis tres trastos agotados por el día que llevan (en el cole unos y harto de correr por la casa el otro), resulta que están potreando en el sofá. Ojo, que no saltando, sino jugando a peleas de dinosaurios los mayores y el Peque intentando seguirles el juego aunque aún no sepa muy bien de qué va el asunto.
Ñamería también es tirarnos una hora de reloj un sábado por la mañana para poder ir al parque que tenemos a la vuelta de la esquina. Que haya que coger pelotas para los tres, agua para los tres, toallitas por si acaso y pañales por si esperemos que no pase. Y luego que todos lleven bien puestos los abrigos y los gorros, y que se pongan las zapatillas de deporte a ser posible (y en esto incluyo al Tripadre y él sabe por qué ).
La ñamería también me invade cuando, en un intento de que no se me despendole ninguno mientras estoy ocupada con otro, me lío la manta a la cabeza y los baño a los tres a la vez. Que sí, que tengo a todos en la misma habitación “controlados”, pero los chapoteos se multiplican por diez (eso es, por diez que no por tres como cabría esperar) y las veces que tengo que decir “tú, fuera de la bañera, es tu turno” se repiten hasta casi el infinito.
También es digno de ñamería la hora de la cena, ponga lo que ponga, siempre hay uno al que no le gusta el menú. Ahora, que yo lo tengo bien claro, en esta casa, nada de comidas a la carta. Se come lo que se pone en el plato, que no les gusta, pues que coman menos, ya comerán más mañana. Bueno, pues aún así, entre lo cansados que están (ahora sí que aparece el cansancio de todo el día) y su poco interés hacia lo que hay en el plato, la hora de la comida es una auténtica ñamería.
La ñamería también aparece cuando intento hablar por teléfono, ya sea con la abuela, el Tripadre o el de la compañía del gas, da lo mismo. En ese preciso instante la habitación se llena de mamá, esto y de mamá, lo otro, aunque, eso sí, dicho todo muy bajito, que mamá está hablando por teléfono…
Afortunadamente, la ñamería también es cuando me viene un trasto por detrás a darme un beso porque le apetece. Sin más. O cuando se acurrucan conmigo en el sofá (pocas veces y poco tiempo, que nadie se piense que aguantan más de 5 minutos en esta tesitura) y me susurran un te quiero muy bajito y muy dulce.
Ñamería también es ver cómo el Peque cada día se integra más en los juegos de sus hermanos, quiere ser uno más y poco le falta ya. O cómo los mayores le incluyen en sus juegos como pueden y cuidan de él: me avisan si ven que sube por unas escaleras o si se aleja mucho de nosotros en el parque o si le ven meterse algo en la boca que no debería.
Y, por supuesto, ñamería es entrar en sus habitaciones por la noche para asegurarme que están arropados y verles dormir, quietos y tranquilos al fin, con esa cara de no haber roto un plato en su vida, aunque en el fondo sé que lo que están es recargando las pilas para el día siguiente, un día seguro lleno de ñamerías.
CONTRAS:
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A veces, el tiempo que pasamos junto a nuestros hijos es una locura, una ñamería. Nos gustaría pasar esa patata caliente a otra persona, que se quedara un rato con ellos aunque sólo fuera para poder oír nuestros propios pensamientos.
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A veces, maldecimos el momento en el que se nos ocurrió la brillante idea de bañarles a todos juntos, sacar la pintura de dedos que ahora anda entre las paredes y el suelo, o intentar salir al parque a cansarles cuando ya andamos nosotras cansadas antes de poner un pie en la calle.
PROS:
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Otras veces, la locura nos saca una sonrisa o una carcajada y nos hace ver que no queremos pasar ni un minuto alejada de esos pequeñajos.
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Otras veces, la ñamería es necesaria para mirar las cosas desde otra perspectiva y ver las cosas realmente importantes en la vida.
Porque, ¿qué sería de la vida, de nuestra vida tal como la conocemos, sin la ñamería de esos locos bajitos?
“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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