Apenas seis días duró nuestra aventura playera. Con niños, como ya os dije, planificar vacaciones o días de descanso, es un deporte de riesgo. Pero si encima tu hijo padece una enfermedad crónica, tienes casi todas la papeletas para que te toque el gordo. Y una vez mas, nos ha tocado.
El jueves comenzó a tener fiebre muy alta y una cefalea importante. Parecía un cuadro vírico sin más, bajar la fiebre, y paciencia. Pero el dolor de cabeza iba a más, y todo hacía indicar que de nuevo algún problema con la válvula podía haber. Seguí con toda la paciencia que pude. Pero el viernes, los dolores se incrementaron y la somnolencia también. Así que sin dudarlo pusimos rumbo a Madrid. Un viaje duro con un niño malito y muchas ganas de llegar. Fuimos directos al hospital, algunas pruebas de rutina, pero la neurocirujana de guardia nos daba la mala noticia: se quedaba ingresado para observación.
Efectivamente se trataba de un cuadro vírico, algo que en cualquier otro niño no hubiera tenido consecuencia alguna. Pero a mi hijo, por su particularidad, por su válvula, por su historia clínica, porque aún estamos pendientes de cómo solucionar el problema que comenzó en diciembre (donde también estuvo ingresado), le dejó K.O.
La fiebre afectó a sus ventrículos cerebrales, y le produjo la cefalea, aunque sino hubiera aparecido este virus, creo que esto habría pasado igualmente. Habría tardado algo más, pero habría pasado. Era cuestión de tiempo.
El lunes su médico le verá y decidirá que hacemos, si solventamos la crisis sin más o si nos ponemos manos a la obra con alguna solución. Tengo el corazón en un puño porque ninguna de las dos cosas me gustan. Tengo miedo.
En días como hoy siento una envidia insana de todos aquellos que tienen-tenéis hijos sanos y fuertes. No me imagino cómo sería mi vida si solo me preocupara de toses varias, fiebre, y otras cosas propias de los niños sanos. En nuestro caso, tras cada catarro, tras cada gastroenteritis, tras cada fiebre hay una preocupación extrema de que algo más suceda.
Es muy difícil vivir así, porque a veces el miedo te atenaza, porque te miras desde fuera y ves a una madre histérica, al borde del colapso. Y miras a tu alrededor y ves que no te comprenden, en muchos casos, que quitan importancia a lo que tu sabes que la tiene..... Y llega un día en que de nuevo tu hijo ingresa en el hospital y te das cuenta que no puedes flaquear, que tienes que seguir y seguir, porque él te necesita.
Lo confieso, hoy siento mucha envidia. Porque quisiera estar con mi hijo disfrutando del verano, viéndole montar en bici, viendo cómo ya no necesita ruedines. Porque quisiera irnos a comer por ahí, hacer un picnic y disfrutarlo en el Retiro mientras damos de comer a los patos. Hoy quisiera que nuestra vida fuera otra, que mi niño no tuviera que pasar por esto. Hoy maldigo mi suerte porque ver a mi hijo sufrir me está quitando la vida.