Estos días ando leyendo una magnífica biografía de Gustavo Adolfo Bécquer, del filólogo e historiador Joan Estruch Tobella (Bécquer, vida y época , Ed. Cátedra, 2020), pues estoy documentándome para un trabajo que del poeta sevillano estoy llevando a cabo, comenta en La Vanguardia el escritor Fernando Trías de Bes [La posteridad, 29/08/2024]. Son muchas las sensaciones y reflexiones a las que conduce, siempre que hay un buen biógrafo detrás, el adentrarse en la vida de ciertos egregios. Y con este libro ha sido así. La vida de Bécquer me ha suscitado dos pensamientos que quiero compartir con los lectores de La Vanguardia.
El primero, que muchas de las grandes figuras de la historia y del arte están impregnadas de estereotipos o de un reduccionismo enfermizo. En el ideario popular, Bécquer encarna al romántico bohemio, solitario, sin recursos y falto de amor que, debido a su sufrimiento personal, plasma su dolor en poemas excelsos.
Nada más lejos de la verdad. Periodista reputado, activista político, traductor, escritor de obras teatrales, de leyendas, director de varios periódicos… estaba, ya en vida, considerado uno de los grandes literatos españoles del momento. Ocupó cargos importantes en la administración de la mano de los políticos a los que defendía con sus artículos, cuando ya se trasladó a Madrid. La figura de Bécquer está totalmente deformada, tal y como se enseña en muchas escuelas e institutos.
El segundo es que Bécquer deseaba, ya desde niño, soñando durante sus paseos junto al Guadalquivir, con pasar a la historia como el más grande de los poetas. Cuando falleció, a la edad de 34 años, solo algunas de sus rimas se habían publicado, deslavazadas, en diferentes diarios y fechas. Cuando muere, es consciente de que no pasará a la posteridad. Su producción ha sido fértil y su prosa periodística es una maravilla. Pero no ha publicado ninguna novela ni obra poética completa. Y fallece, creyendo que su tumba será el lugar “donde habite el olvido”: no pasará a la posteridad. Son sus amigos quienes, tras morir, publican sus Rimas y convierten a Bécquer en leyenda.
La segunda reflexión: pasar a la posteridad entraña producir, en vida, obras de calidad y atemporales. Poco importa que hoy vean la luz. El paso del tiempo es el verdadero juez. Fernando Trías de Bes es escritor y economista.