- Terapias
Un artículo de Chimpén, Carlos A. y Dumitrascu, Ana R.
La terapia narrativa surgió a finales de los ochenta y principios de los noventa dentro del contexto de la terapia familiar. En muchos lugares, se considera un conocimiento indispensable para el terapeuta sistémico y forma parte, como módulo o seminario, de muchos programas de formación de postgrado de terapia familiar.
La evolución de la terapia narrativa, dentro del contexto sistémico, ha tenido un avance tanto en teorías como en formas de aplicación. En estos momentos, y con los aportes de David Epston, las reflexiones de Michael White y el grupo del Dulwich Centre, la terapia narrativa está pasando a denominarse práctica narrativa por variados aspectos que exceden el propósito de este artículo. Con la citada evolución surge lo que hoy en día se conoce como las prácticas narrativas colectivas, que se centran fundamentalmente en el trabajo con comunidades y grupos desde la perspectiva narrativa. David Denborough y Cheryl White, ambos del Dulwich Centre, son los precursores de esta forma de aplicar la terapia narrativa.En muchos lugares, se considera un conocimiento indispensable para el terapeuta sistémico
En la actualidad, las prácticas narrativas colectivas se aplican a comunidades de muy distintos lugares del mundo, respetando la idiosincrasia y las creencias de cada comunidad y rescatando sus habilidades y conocimientos para enfrentarse a las dificultades. Sólo recordar que uno de los principios de la terapia narrativa es no imponer el punto de vista del terapeuta o facilitador (nombre este último que se le da a la persona que conduce los grupos o comunidades) y no juzgar por raza, creencias, formas de vida, etc. Por lo tanto, la persona que trabaje con las prácticas narrativas colectivas, al igual que con la terapia narrativa individual, debe estar atento a la no imposición de sus juicios a los otros (por no decir prejuicios) por su pertenencia a minorías o por tener otras creencias religiosas o por enfrentar el trauma de una forma “no normativizada”.
Con este principio fundamental de la práctica narrativa, el trabajo colectivo ha abarcado comunidades tan dispares como la de los territorios palestinos y comunidades israelitas; comunidades de Ruanda; comunidades aborígenes de Australia, de Canadá y USA; por citar solo algunos pocos ejemplos.
Algunas de las prácticas narrativas colectivas más conocidas son: el árbol de la vida, el equipo de la vida, la línea del tiempo y el mapa de las historias, la cometa de la vida, la cocina de la vida, la receta de la vida, el uso de la música en comunidades, el uso de documentos colectivos, etc.
El presente trabajo pretende ejemplificar el uso de algunas de las prácticas narrativas colectivas en un colegio de Madrid con el objetivo de prevenir la violencia entre iguales.
VIOLENCIA Y VALORES
La violencia es uno de los problemas más graves que enfrentan las distintas sociedades del planeta y, últimamente por desgracia, parece que invade nuestro entorno a diario. Surgen muchas preguntas al respecto del origen de la violencia, de la definición de violencia y de cómo erradicar la violencia. Muchas de ellas sin posibilidad de contestación, al menos a nivel global.
En nuestro quehacer profesional nos hacemos muchas preguntas también al respecto de la violencia pero hay dos principalmente que nos parece interesante compartir: ¿Tiene la violencia alguna relación con los valores que se transmiten de generación en generación? ¿Es cierto que los valores auténticos se han perdido, tal y como se escucha desde distintos ámbitos?
Queremos compartir con todo aquel que quiera y lo necesite, todo lo que hemos aprendido acerca de los conflictos que surgen muchas veces de las diferencias entre nosotros. Porque no somos todos iguales en formas de pensar, de sentir y de actuar. Queremos compartir que nos han transmitido que las diferencias no son buenas. Sin embargo, nosotros hemos descubierto que pueden ser muy enriquecedoras.
Escuchar nuestras historias nos ha ayudado a crear un espacio donde sentirnos seguros y valorados, a estar unidos a pesar de las dificultades y gracias a los conflictos y a las diferencias que siempre existen y que enriquecen nuestras relaciones.
[…] A veces tenemos enfrentamientos entre nosotros, los compañeros. Hemos aprendido que el conflicto puede ser algo positivo, hemos descubierto la capacidad que tenemos de movilizarnos, de hablar y de negociar hasta llegar a un acuerdo.
(Documento Colectivo, alumnos de 4º ESO del Colegio Timón, Madrid)
Uno de los objetivos de nuestro trabajo es demostrar que los valores no han desaparecido sino que siguen viviendo en cada uno de nosotros. A través de las prácticas narrativas los valores de las personas pueden ser rescatados y puestos de relieve, y eso, de alguna forma, ayuda a enfrentar las diferentes situaciones de conflicto que se hayan podido sufrir; incluso cuando hablamos de adolescentes.
Aunque en muchos discursos explícitos la promoción de los valores es la idea principal, sin embargo, implícitamente, desde nuestra sociedad se transmiten falsos valores como la competitividad, el individualismo, el hedonismo, la inmediatez de deseos y el materialismo que pueden alimentar la violencia, directa o indirectamente, en una de las formas más usuales de resolver conflictos. Otra parte determinante de ciertos discursos actuales es la normalización de la violencia. Ésta es considerada como algo intrínseco a la naturaleza humana, que siempre ha estado presente y, por lo tanto, es inevitable.
Desde la práctica narrativa se intenta desconstruir lo anteriormente mencionado para asentar valores más de acuerdo con una forma de vivir libre de la violencia. La desconstrucción se logra a través de preguntas: ¿De dónde viene esta idea? ¿A quién le beneficia? ¿A quién perjudica mantener esta creencia?, …
Cuestionar los contravalores y defender los valores auténticos tiene que ser un compromiso conjunto de la sociedad, la familia, el contexto escolar y, por supuesto, de cada individuo. Nuestra intervención no busca solamente cambios a nivel de conducta observable sino que pretende ir más allá, buscando la co-construcción de nuevas identidades a partir de valores alternativos a los que ofrece la sociedad actual. En este contexto, el lenguaje es nuestra herramienta fundamental. Representa la clave para conseguir puentes de significado y dar a la realidad la forma de relatos de esperanza.
PRÁCTICA NARRATIVA Y VALORES EN ADOLESCENTES
La práctica narrativa es una manera diferente e innovadora de conseguir todo lo anterior. Se pretende hacer que los adolescentes se impliquen de manera activa, a través de la participación a nivel emocional y a nivel intelectual, mediante la conversación directa y la utilización del análisis dialógico/interpretativo, todo lo cual servirá para identificar la influencia que tiene la sociedad, la cultura, la educación y la familia en la percepción de la violencia y sus causas. A partir de las historias personales que cada uno de estos jóvenes cuenta, construimos significados diferentes, mucho más ricos, sobre la base de los valores que los adolescentes consideran importantes para ellos.
A través de diálogos interactivos llegamos a reflexionar sobre cómo y por qué atribuimos esos significados concretos y sale a la luz que la violencia es un constructo social, y como tal, está fundamentado en los valores que la sociedad actual promueve. Descubrimos juntos que la filosofía de vida basada en estos contravalores es la que alimenta y sostiene las conductas de violencia. De esta manera, empezamos a cambiar la experiencia y la relación que los jóvenes tienen con la violencia a través de la construcción de nuevos significados.
La filosofía de vida basada en estos contravalores es la que alimenta y sostiene las conductas de violencia
El contexto conjunto, como si de una comunidad se tratara, hace que se creen lazos de unión entre los adolescentes y empiece a surgir un sentido de cohesión frente a lo descubierto en relación a la cultura y la violencia. Todo, mediante un proceso respetuoso con sus necesidades que favorece el conocimiento de sí mismo y el redescubrimiento de las capacidades que cada uno posee para solucionar cualquier problema en el que esté implicada la violencia, en cualquiera de sus formas. De esta manera, llegamos a devolver a los adolescentes el poder (empoderar), hacer que confíen en sus conocimientos y poner de relieve el potencial que poseen a través de un proceso interrogativo, sustentado en la curiosidad y el resurgimiento de los valores que parecían perdidos.
Fomentando la reflexión interna y personal de los adolescentes y escuchando el discurso de cada uno de ellos y la historia personal de afrontamiento de situaciones difíciles pasadas, empezamos a construir la plataforma sobre la cual desarrollar una relación con la violencia, a través del descubrimiento de habilidades personales para hacerle frente.
APLICACIÓN DE LAS PRÁCTICAS COLECTIVAS NARRATIVAS
Según el Informe mundial sobre la violencia y la salud que publicó la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2003), la prevención de la violencia se considera, a día de hoy, una prioridad de salud pública. Con esto en mente nos planteamos los siguientes objetivos:
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Ofrecer a los jóvenes experiencias que incrementen la conexión con sus familiares, con sus valores y con su herencia cultural.
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Rescatar y resaltar las capacidades y los conocimientos de los adolescentes para que se sientan fuertes como para enfrentarse con éxito a situaciones que implican violencia.
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Fortalecer una identidad asentada en sus valores para cambiar su relación con la violencia.
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Utilizar lo aprendido con otras personas para afianzar esa identidad.
Además, con los recursos que cada uno aportó de manera individual, formaron un conjunto de valores y consiguieron cumplir otro objetivo fundamental de nuestra intervención: formar comunidad y conseguir la unidad en la diversidad (Freire, P. 1994)
Las técnicas narrativas permiten crear un clima adecuado
Desarrollamos nuestro proyecto de prevención de la violencia entre iguales en el colegio Timón de la Comunidad de Madrid, España. En un primer momento, trabajamos con un grupo de 4º de Educación Secundaria. En una etapa posterior, ese mismo grupo se preparó para hacer un taller práctico con sus compañeros de 1º de Educación Secundaria, donde les presentaron los valores, capacidades y habilidades que ellos habían descubierto y les ayudaron a que ellos también descubrieran las fortalezas que les podrían ayudar en situaciones de conflicto. En total se realizaron 6 sesiones.
Uno de los métodos que utilizamos para conseguir nuestros objetivos fue la desconstrucción. Consiste en la exploración de los efectos que tienen los discursos sociales dominantes en la vida de los adolescentes mediante una serie de preguntas reflexivas y un análisis de la educación y del círculo de influencias en el que se encuentra la violencia. Analizamos, entre otras cosas, la imagen masculina y femenina que transmite la sociedad a través de la publicidad y cómo se construye el rol masculino y femenino en la educación. De esta manera, conseguimos que los adolescentes se cuestionen asuntos que hasta ahora se habían dado por sentado, pero que están directa o indirectamente sosteniendo la violencia.
Otra técnica que utilizamos fue “El árbol de la vida”, desarrollada por Nczelo Ncube, David Denborough y el Dulwich Centre Foundation (2008) con niños y niñas sobrevivientes del genocidio de Ruanda. Se suele utilizar con personas que han sufrido traumas o pérdidas significativas, pero su uso se está extendiendo a múltiples contextos, incluso sin relación con el trauma. Con este procedimiento se consigue resaltar las capacidades y los conocimientos de las personas, sin retraumatizarlas. Nosotros lo utilizamos como una forma de acompañar a los jóvenes en este viaje de redescubrimiento de sus valores y de reconexión con las personas o personajes relevantes en sus vidas, porque según nuestra perspectiva de trabajo, los seres humanos están interconectados e interrelacionados y esta cualidad relacional del ser humano debe ocupar un lugar central en el proceso educativo.
Al crear un clima adecuado y emocionalmente seguro, desarrollamos posteriormente conversaciones acerca de las experiencias relacionadas con la violencia a nivel individual, familiar o colectivo. Recuperamos las historias individuales y colectivas relacionadas con situaciones difíciles y, de esta manera, activamos cambios en la conducta individual y grupal, creando nuevos significados, emociones, memoria, identidad y también futuros posibles. Hablamos sobre quiénes son estos jóvenes, pero también quiénes han sido, honrando la memoria de sus antepasados, y quiénes pueden llegar a ser, enfocando el discurso en sus deseos, sueños y esperanzas.
Los resultados que hemos obtenido confirman que las técnicas narrativas permiten crear un clima adecuado, un entorno seguro para poder conversar sobre experiencias individuales o colectivas con la violencia, sin retraumatizar y consiguen rescatar la historia alternativa de la experiencia negativa. La técnica del Árbol de la Vida ayudó a rescatar las habilidades, conocimientos y relaciones importantes de los adolescentes que participaron en el taller. Por lo tanto, creemos que es una técnica eficaz para potenciar las historias alternativas frente a la historia dominada por la violencia, que llega a producir cambio en la conducta de los adolescentes, al centrarse en el proceso y no en el problema.
Recuperamos las historias individuales y colectivas relacionadas con situaciones difíciles
Al implicar a los chicos y chicas de manera activa, cumplimos el objetivo de convertirles en agentes activos de cambio para su comunidad. El documento colectivo que redactamos recoge los valores y fortalezas que rescatamos a lo largo de todo el proceso y sirve como facilitador de acciones similares para futuras generaciones, al quedar en el colegio, en un lugar de fácil acceso, donde cualquiera pueda consultarlo. De esta manera, todos los alumnos del colegio podrán seguir el camino trazado por sus compañeros, para prevenir y afrontar situaciones de conflicto.
Creemos que la técnica narrativa colectiva es un tipo de intervención comunitaria que marca una diferencia notable con las intervenciones tradicionales en el campo de la prevención de la violencia en el contexto escolar, ya que la mayoría son de carácter unidireccional (formador en posición de experto) mientras que el enfoque narrativo destaca por su capacidad de empoderar a las personas, transformándolas en agentes activos, implicados en la vida de los demás, uniendo sus esfuerzos para abordar el problema de la violencia en su colegio, desde sus capacidades y fortalezas. Esto lleva a un cambio en la realidad y a una re creación de la identidad de los adolescentes.
Nuestro pequeño estudio es un testimonio vivo de que los valores no están perdidos, que existen en cada uno de nosotros y que solamente necesitan ser recuperados. El hecho de tomar conciencia de las posibilidades que disponen las personas, hace que éstas cambien su realidad. La relación que mantienen con los problemas que afectan su vida se transforma y la posibilidad de elegir otra historia diferente y preferida empodera y recrea una identidad basada en relaciones, valores y fortalezas.
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