G y yo hemos decidido independizarnos.
Puede que os sorprenda, pero no es una decisión que hayamos tomado a bote pronto, sino que empezamos a valorarlo a principios del año pasado. Siempre me ha gustado la casa de mi abuela, que lleva abandonada desde que ella murió, hace ya unos diez años, así que empecé una campaña de marketing que dio sus frutos. Teniendo en cuenta el estado de la casa, estoy empezando a replantearme mi carrera profesional: podría abrir una agencia inmobiliaria.
La casa no es grande, sino masiva: sótano, planta baja, primer piso, trastero, patio, terraza y azotea. Podrían vivir dos familias ahí y no tropezar nunca unos con otros. Pero no es oro todo lo que reluce y la casa necesitaba un montón de reformas en las que no entraré en detalles: seguro que Blogger tiene algún límite de palabras. Un año después de ponernos manos a la obra hemos logrado que la casa (o la mayor parte de ella) sea habitable y llevamos viviendo ahí desde junio. Aun así, aún queda mucho por hacer; creo que para cuando terminemos, habrá que volver a empezar. Pero como mínimo la mudanza ya está hecha, y es toda una suerte, porque es una experiencia que no quiero repetir en la vida.
Las parejas normales, cuando se mudan, se ilusiona con la decoración y con los muebles. En nuestro caso, lo primero que pensamos fue: ¿qué hacemos con los libros?
Los libros repetidos
Algunos de los libros que he puesto a la venta
G y yo nos conocimos hace cinco años. Al principio, yo le recomendaba libros que me habían gustado (yo halando de libros, qué novedad) y él (monísimo) los compraba para leerlos en un futuro. Con el tiempo, le dije que era una tontería, porque podía leerse los míos, pero él quería tener su propia copia (qué poca confianza en que lo nuestro iba a durar). En su defensa, eso de las dos copias nos fue bien para las LCs que hicimos, pero poco más.
El primer problema que surgió con lo de la mudanza fue qué hacer con los libros repetidos. Puede parecer que la solución es sencilla, pero G tardó un tiempo (largo) en aceptarla. Primero admitió que fue una tontería comprar los libros que yo ya tenía. Bien, admitir el error es un avance. Luego, decidió que tuviéramos dos copias solo de nuestros libros favoritos. Finalmente (en diciembre aún compró dos copias de El metal perdido, porque es tonto), aceptó que lo mejor era venderlos. ¿Resultado? 10 cajas de libros que hemos puesto a la venta en Wallapop (aquí mi perfil y aquí el suyo). Ya hemos resuelto el misterio de por qué estaba Un poco de odio de segunda mano en ReRead: debió dejarlo una pareja de lectores que lo tenían repetido.La organización de estanterías
Una vez establecidos qué libros nos quedábamos (hicimos purga de los que no nos habían gustado y de ediciones poco cuidadas) tuvimos que decidir cómo lo íbamos a organizar. Con una casa tan grande, teníamos claro que queríamos una habitación solo para la biblioteca, pero más allá de eso, todo era difuso. ¿Poníamos todos los libros juntos? Yo no quería mezclar los míos con los libros aburridos de G y él no quería mezclar los suyos con mi literatura juvenil. Pero si cada uno tenía sus libros, ¿qué íbamos a hacer con los compartidos?
La mejor solución fue que cada uno se quedara con sus libros y los ordenara como quisiera y que luego juntáramos todos los compartidos en una misma estantería (que yo podría ordenar como quisiera). G, por supuesto, ha ordenado los suyos alfabéticamente, pero a mí eso no me gusta, porque suelo olvidar el nombre y apellido de los autores. Por eso yo los he separado en sagas y autoconclusivos (en ambos casos, los leídos por una parte y los no leídos por otra) y los he ordenado por color del lomo (algo un poco difícil en los casos en que el color es ambiguo o el lomo tiene dos colores).
El traslado
Llevo años diciéndole a G que compra demasiados libros, pero él ha ido quitándole hierro al asunto. Como no tenía suficientes estanterías, colocó los que pudo y dejó el resto en cajas, al igual que los nuevos que iba comprando, por lo que no tenía una prueba visual de todos los libros que poseía. Yo, en cambio, sí que era consciente del exceso de libros que tenía, porque durante estos últimos años tuve que añadir un piso de baldas más a mis ya inalcanzables estanterías e incluso decidí remodelar mi armario y convertirlo en una estantería (?). Además, ya en las últimas semanas antes de la mudanza había empezado a apilarlos porque no tenía sitio.
Como os podréis imaginar, pasamos varias tardes guardando libros en cajas (yo dos tardes enteras; G necesitó cinco). Suerte que soy experta en el Tetris. Lo recomendable es usar cajas pequeñas, del tamaño de un microondas, porque si no, pesan demasiado, y todas iguales, para que sean fácilmente apilables. Como os podéis imaginar, yo no seguí estos consejos, y creo que tendré que ir al quiropráctico, a ver si lo de mi espalda tiene solución.
Una no sabe la cantidad ingente de libros que tiene hasta que decide hacer una mudanza. Terminé molida. Guardar libros en cajas es agotador, y eso que solo es la mitad del trabajo, porque después tienen que colocarse de nuevo. Nosotros las fuimos llevando con el coche, muy poco a poco, y con una furgoneta de mudanzas.
Las estanterías
Llevamos comprando estanterías de segunda mano desde que decidimos mudarnos, hace cosa de un año. Las hemos comprado todas por Wallapop y en Deixalles, por la mitad del precio original. Como eran compradores distintos, tuvimos que alquilar varias veces la furgoneta de mudanzas, pero eso nos sirvió para ir llevando nuestras cosas poco a poco. Suerte que G tenía ya cuatro estanterías en casa (las mías eran estantes fijos en la pared), porque así nos ahorramos comprar tantas.
No veáis la de tiempo que le hemos dedicado, no solo para hacer viajes arriba y abajo con las estanterías, sino pensar en la distribución: tenían que caber todas las estanterías en la habitación, poder pasear entre ellas sin estrecheces y tener un buen cromatismo (esto último era un requisito de G), ya que algunas eran negras y otras de distintos tonos marrones. Os ahorraré la charla: decidimos colocar los mangas de G en la pared de la izquierda (tres estanterías), mis libros y los libros compartidos en la pared del fondo (tres estanterías), las colecciones en la pared de la derecha (una estantería) y los libros de G en el centro de la habitación (cuatro estanterías espalda contra espalda). Bien. Aparentemente no había problemas.
Problema número 1: Las estanterías de mangas.
Colocamos los mangas en un orden que aún hoy me resulta desconocido, porque es terreno de G (creo que él tampoco lo tiene aún muy claro, porque cada día los libros están colocados de forma distinta). Como G se empeñó en poner más baldas de las que tocaban, argumentando que los mangas son bajitos, nos quedamos sin baldas. #ElDrama. No encontramos ninguna de segunda mano (a un precio aceptable), pero por suerte, nos sobraban de otras estanterías (no tengo ni idea de donde salieron), aunque eran de un color distinto. Solucionamos el entuerto forrándolas con papel adhesivo imitación madera, algo que parece fácil en la teoría, pero que no lo es en la práctica. Pasamos una tarde entera forrando baldas, y eso que solo eran cuatro. No os lo recomiendo: el resultado es correcto, pero le dedicas tanto tiempo y frustración que no merece la pena.
Problema número 2: Las estanterías de G.
Dedicamos dos tardes a colocar mis sagas leídas y no leídas, algo que no supuso ninguna dificultad, y los libros de G, que ya fue harina de otro costal. Basta que imaginéis una manta extendida en el suelo y llena de montañas de libros ordenados alfabéticamente. Cuando G vio todos los libros que aún no había leído, se dio cuenta de su mortalidad y se deprimió. Yo le propuse fundar una ReRead solo con sus libros (total, son muy aburridos), pero él me tiró un libro a la cabeza. Encima de que doy soluciones.
Problema número 3: Las sagas compartidas.
Otra tarde la dedicamos a colocar las sagas compartidas y G casi me pega porque yo pretendía poner en estanterías diferentes los libros de Sanderson (y los de Abercrombie, entre otros) según si los había leído o no. Al final, conseguí que cediera y ha quedado bonito, aunque más que una estantería parece la balda de zumos de un supermercado.
Problema número 4: Mis libros.
Entonces colocamos mis libros y... Resulta que no cabían. Aún nos faltaba por poner todos mis libros y los autoconclusivos compartidos y ya nos habíamos quedado sin espacio. #ElDrama.
El rincón de lectura
¿Qué hay mejor que un rincón de lectura en la biblioteca? Puede que no pudiéramos poner una lámpara, porque no había enchufes, pero debajo de la ventana, una butaca con reposapiés podía quedar de lujo. Después del titánico esfuerzo de G por mover dos estanterías sin quitar los libros
(le daba pereza) para dejar pasar la butaca, nos dimos cuenta de que no cabía: quedaba todo apretujado y si ponías la butaca estirada, golpeabas la estantería con el reposapiés. El segundo descubrimiento del día fue que no es recomendable mover una estantería sin quitar los libros porque se rompe.Así que nada, quitamos la butaca de nuevo, sacamos todos los libros, pusimos clavos nuevos al contrachapado de las estanterías, volvimos a colocar los libros y debajo de la ventana pusimos un puf que queda bonito, pero que es incómodo.
Las tres últimas estanterías
Compramos tres estanterías más para los libros que nos faltaban. Dos de ellas fueron una ganga (30€ por las dos) o eso parecía, pues cuando fuimos a recogerlas con la furgoneta nos dimos cuenta de que no estaban en el mejor de los estados y que estábamos pagando por lo que nos daban. Las cargamos, porque ya estábamos ahí, pero después en casa tuvimos que poner clavos en el contrachapado.
G hizo una nueva valoración cromática y en consecuencia tuvimos que quitar los libros que ya habíamos colocado y cambiarlos de estantería. Además, como en la habitación ya no cabían más estanterías y corríamos el riesgo de que el suelo se viniera abajo, decidimos poner tres estanterías en la planta baja con los mangas de G. Ah, cierto, que no lo he dicho: LA BIBLIOTECA ESTÁ EN EL PRIMER PISO. Así que, como os podéis imaginar, todas las cajas de libros y estanterías anteriormente mencionadas tuvimos que subirlas. No sé por qué hay gente que va al gimnasio si pueden venir de gratis a mi casa para hacer tareas.
Y como a G le apetecía hacer ejercicio (y porque el cromatismo), decidió que era buena idea subir las tres estanterías que acabamos de comprar y bajar tres que ya estaban arriba. Si a eso le sumamos guardar los mangas en cajas, bajarlos y colocarlos, me parece un milagro que solo tardáramos una tarde. Terminé con las piernas y los brazos que me temblaban como un flan. Eso sí, ha quedado muy bien y queda espacio para añadir una estantería de mangas en el futuro, algo que creo que será necesario.
Tras este cambio, volvimos a recolocar todos los libros y, mientras yo admiraba las estanterías y me mentalizaba del montón de libros pendientes por leer, G colocó sus colecciones. Lo único que me preocupa es que no han quedado muchas baldas vacías, pero por lo demás, ha quedado de lujo. El total es de 14 estanterías: 3 de mangas, 4 de libros de G, 1 de colecciones de G, 1 de sagas compartidas leídas compartidas, 1 de sagas compartidas no leídas, 1 de autoconclusivos compartidos, 1 de mis sagas y 2 de mis libros autoconclusivos.
La puerta secreta
¿Qué lector no ha soñado alguna vez con una habitación secreta escondida tras una estantería? Tenemos espacio de sobra, así que, ¿por qué no? Nos ha costado mucho, pero ha llevado menos trabajo del que esperaba, porque miré vídeos de YouTube y no nos creía capaces de conseguirlo.
Y bien, ¿cuál es el truco? Primero pusimos cuatro ruedas a una de las estanterías. Tras la estantería, teníamos una habitación muy pequeña, como un armario grande, que tenía una puerta. Primero pensamos en poner unas bisagras a la estantería, pero serían visibles. Al final optamos por poner unos ganchos tras la estantería y unas argollas en el marco de la puerta para encajarlos. El primer intento resultó en fracaso, porque tanto los ganchos como las argollas eran demasiado pequeños. El segundo intento por ahora ha ido mejor, aunque costó un montón enganchar la estantería y cada vez que la abro, tengo miedo de que se vaya rodando. Por último, hicimos un agujero en el contrachapado que coincide con la cerradura, escondimos la llave y camuflamos el espacio.
El resultado me parece aceptable. No ha quedado tan profesional como me hubiera gustado, pero lo hemos hecho lo mejor posible. La estantería sobresale un poco debido a las ruedas, cruje al abrirse y parece que va a desmontarse de un momento a otro, pero por ahora funciona, y espero que siga así mucho tiempo. No os voy a enseñar una foto ni del proceso ni del resultado, porque entonces ya no sería secreta, pero quizás podáis adivinar donde está viendo cómo ha quedado la biblioteca. ¿Y qué hemos guardado dentro? No es suficientemente grande para poner un cómodo espacio de lectura, y para eso está la cama, así que nos costó mucho decidirnos. No voy a revelar el misterio, pero os devuelvo la pregunta. ¿Qué pondríais vosotros?
Sagas compartidas leídas
Sagas compartidas no leídas
Autoconclusivos compartidos y mis sagas
Mis libros
Colecciones de GEstanterías de G
Y hasta aquí mi historia acerca de dos lectores que hacen una mudanza y crean su propia biblioteca. El final es feliz... hasta que volvamos allenar todo el espacio disponible con libros. Ahora es vuestro turno, contadme, ¿habéis hecho alguna vez mudanza de libros? ¿Os gusta cómo ha quedado nuestra biblioteca? ¿Cómo lo hubiérais organizado vosotros? ¿Qué hubiérais hecho con los libros compartidos? ¿Alguna anécdota que contar al respecto?