No sé si en alguna ocasión lo he comentado pero, tras finalizar tercero de BUP, me decidí a realizar un Ciclo Formativo Superior en Integración Social.
Estos ciclos constan de un curso teórico y otro práctico y, tras acabar el curso teórico, decidí hacer mis prácticas en una Asociación que era un Centro de día para enfermos mentales adultos.
Como era de esperar, los primeros momentos no fueron fáciles...yo era una niñita de menos de 20 años, sin experiencia previa en el mundillo por lo que, ponerme de pronto frente a 14 personas de esas características era todo un reto.
Lo único de lo que yo disponía era de la teoría que me habían enseñado el curso anterior, pero en aquella asociación no tenía utilidad alguna, puesto que, salvo algun detalle, no se nos facilitaba ni siquiera la información acerca de la enfermedad concreta de cada uno de ellos, ni como tratarlos. Todo lo teníamos que aprender a base de prueba y error y, como os podreis imaginar, un error con un esquizofrenico de 40 años, 1,80 y casi 80 kg puede tener consecuencias graves.
Superados los primeros momentos, empecé a conocer bien a cada uno de los chicos...empecé a saber lo que les gustaba, lo que les molestaba, lo que podría enseñarles, y empecé a saber cuales eran las patologías de algunos de ellos. La verdad es que era un grupo de lo más variopinto: había varios esquizofrénicos, una chica maniaco-depresiva, varios autistas, una chica con sindrome de dawn y unos cuantos a los que no habian sabido ponerles etiqueta, debido a la complejidad de su enfermedad o a la falta de información, dependiendo del caso.
Las directora del centro, aparte de presumir de lo buena persona que era y de toda la ayuda desinteresada que prestaba, aportaba mas bien poco, por lo que se puede decir que mi compañera de prácticas y yo éramos las responsables del grupo. Esto nos obligó a espabilar rápidamente y a aprender a marchas forzadas (tanto es así, que hacia mitad del curso, nos atreviamos incluso a montar a los 14 en el bus y llevarlos a la mascletá...y creedme cuando os digo que, tratandose del colectivo que se trataba, era toda una osadía!)).
El caso es que fue un año intenso, en el que viví muchas cosas y, en consecuencia, en el que aprendí muchísimo. Entre otras cosas, aprendí que:
- No es más bueno ni presta más ayuda el que más lo dice.
Tras conocer a fondo la asociación y a quien la dirigía, descubrí que, lamentablemente, se esconden muchos intereses y negocios turbios detras de estas supuestamente desinteresadas iniciativas. Y también descubrí que, aquella que más presumía de bondad era la que tenía mas trapos sucios que ocultar.
- Las etiquetas son generalistas, generan confusión y no sirven absolutamente para nada.
Os pongo un ejemplo para explicarme: en la asociación, trabajé con tres esquizofrénicos...misma enfermedad y por lo tanto, se supone que mismas características. Pues lo que me funcionaba con uno, al otro le producía una crisis. No se parecían en absoluto y el intentar englobarlos a los tres bajo las mismas características y tratarlos de la misma manera solo generaba problemas. Así que solo utilicé su etiqueta para saber que medicinas debían tomar. Para todo lo demás, me dejé llevar por la observación y por el trato en el día a día...y todo fue fenomenal.
- Bajo la etiqueta de la cordura se esconden los mayores locos.
Mientras los enfermos mentales trataban de disfrutar el día a día, disfrutando de nuestra compañía, alegrándose de corazón con cada abrazo y ofreciéndonos todo su cariño, los "sanos" perdían el tiempo en luchas improductivas, en guerras de unos contra otros, tratando de hacer mal al de al lado para beneficiarse. Podreis imaginar con quienes hice alianzas y a quienes llevo en el corazón, verdad? de los "cuerdos" prefiero no acordarme, pero llevo a todos mis "loquitos" en lo más profundo de mi corazón.
- Si nos ponemos en el lugar del que ayuda, no percibimos que estamos recibiendo mas ayuda de la que prestamos.
Supuestamente, mi función era enseñar a estos chicos, ayudarles a ser más autónomos, etc...yo estaba allí para aportar. Y, sin embargo, un año después, al acabar las prácticas, salí de allí llorando a moco tendido y agradeciendoles a cada uno de ellos todo lo que me habían enseñado.Porque me enseñaron a apreciar las pequeñas cosas, a ver el vaso medio lleno, a que se puede ser feliz en las peores circunstancias, a valorar lo que de verdad importa. Y lo más bonito es que me entregaron su corazón y su ayuda de la manera mas noble y más desinteresada que jamás he visto, sin tener consciencia de todo lo que me aportaban y sin intentar obtener a cambio nada más que verme feliz.
Y son muchas muchas las cosas que me dejo, pero no quiero eternizarme...solo quería dedicar un espacio a mis chicos, a los que tanto echo de menos y de los que tanto aprendí. Porque se lo merecen.