Revista En Femenino

… de los gritos

Por Arusca @contrasypros

Cuando era pequeña, mi madre gritaba mucho. De hecho, ahora sigue gritando bastante, por ejemplo, cuando habla por teléfono. Así que yo me prometí a mí misma que nunca, jamás, gritaría a mis hijos. Bueno, pues es una de esas cosas que no soy capaz de cumplir. Aunque lo intento. Me levanto por la mañana y, mientras desayuno, me digo a mí misma que hoy no voy a gritar, por muy de los nervios que me pongan.

En honor a la verdad, tengo que decir que hay días que lo consigo y no pego ni un grito. Pero, haciendo honor a esa misma verdad, confieso que también hay muchos días en los que alzo la voz y, lo peor de todo, casi sin darme cuenta.

Al Tripadre también le pasa. Supongo que es algo que va con el carné de madre o padre. No es algo que me guste. No me siento orgullosa de eso. Pero intento (intentamos) ponerle remedio.

Ahora bien, lo que no soporto es que otras personas griten a mis hijos. Porque una cosa es que su padre o yo les gritemos para que hagan caso, que pasamos con ellos la mayor parte del tiempo, y otra muy distinta es que les grite alguien que sólo está con ellos a ratos y, lo más importante, no son ni su padre ni su madre.

Pero lo peor de todo, ya no es que les griten a los mayores, sino que empiezan a gritarle al Peque para que no toque según qué cosas. La última vez que esto ocurrió, el Peque se asustó tanto del grito que se puso a llorar desconsoladamente. Es muy sentío el pobre, qué le vamos a hacer.

Cuando le digo a la persona en cuestión que no grite, siempre me encuentro con la misma respuesta: “es que si no, no hace caso”. Bueno, pues hay otra manera. Te levantas, le miras (contacto visual, muy importante) y le dices porqué está mal lo que está haciendo y que no lo haga más. De acuerdo que esto no es mano de santo, vale que hacerlo de esta manera tampoco es garantía de obtener los resultados deseados, pero, sinceramente, con los gritos pasa igual.

De verdad que no entiendo esa libertad que tiene la gente (familia especialmente) para gritar a los niños de otros. A mí me da la impresión (que puede o no ajustarse a la realidad) de que estas personas creen que no sé educar a mi hijos, o que al menos no lo estoy haciendo del todo bien, y, por tanto, se sienten en la obligación de intervenir.

No me parece mal que su tía les regañe si están haciendo algo mal, pero siempre y cuando yo no haya tomado antes cartas en el asunto (por ejemplo, si no estoy en ese momento o no me he dado cuenta de lo que ha pasado). Lo que me parece fatal es que no me dé la opción de ser la primera en reprenderles. O, sobre todo, que lo haga gritándoles a las primeras de cambio.

CONTRAS:

  1. Como he dicho, gritar a mis Trastos es algo que intento evitar cada día. No entiendo por qué los demás tiran por el camino fácil.

  2. Empezar a gritar a los niños es entrar en un círculo vicioso: les gritas para que hagan caso, de manera que a la larga, si no gritas, no hacen caso. Al final, acaban acostumbrándose a los gritos y hay que buscarse otras formas. Así que, ¿por qué no saltarse la fase de los gritos y pasar directamente a buscar otras alternativas?

  3. Las réplicas. Es lo que peor llevo de todo. Viene mi hermana y les grita. Le digo que no les grite, que se lo diga de otra manera. Bueno, pues a pesar de ser mis hijos, siempre me tiene que contestar, lo que implica que pone en duda mi autoridad (muchas veces, incluso delante de mis hijos).

  4. Gritar durante todo un día suele acabar con dolor de garganta por la noche.

PROS:

  1. Identificado el problema, se puede poner remedio. Como digo, yo intento buscar otras formas de decir las cosas para que me hagan caso.

  2. A veces, pegar un grito es necesario. Por ejemplo, si van a tocar un enchufe o se empeñan en cruzar la calle solos cuando más coches vienen. A parte de casos así, creo que siempre hay una alternativa al grito.

  3. Sigo intentando que los demás respeten nuestra forma de hacer las cosas.

  4. A veces, son mis Trastos quienes me llaman la atención: “mamá, estás gritando mucho”. Me alegra que tengan esa confianza para decírmelo. Entonces yo les digo que es cierto, respiro hondo y sigo con la regañina, pero en un tono más bajo. ¿Funciona? A veces sí, otra no. vamos, lo mismo que pasa con los gritos.

No sé si vosotras sois de las que gritáis o no. ¿Intentáis ponerle remedio? ¿Qué es lo que mejor os funciona para no gritar? Deja un comentario y cuéntamelo porque hay días en que mi neurona no da más de sí y me quedo sin ideas

;-)
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