DE LOS HOMBRES SIN TIERRA A LA TIERRA SIN HOMBRES
Se cumplen, en 2025, cincuenta años de las masivas ocupaciones de tierra en los Campos del Sur, en Portugal, en el período revolucionario que siguió a la “Revolução dos Cravos”, del 25 de abril de 1974, en que llegaron a colectivizarse casi 1.200.000 hectáreas de latifundios, aumentando en unos 50.000 trabajadores los empleados en las tierras ocupadas (de 21.781 a 71.776, en 1975-76), de los distritos de Beja, Évora, Portalegre, Santarém y Setúbal.
Y estamos a un año del noventa aniversario del 25 de marzo de 1936, cuando alrededor de 80.000 campesinos convocados por la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT) de UGT ocuparon simultáneamente unas 3.000 fincas en Extremadura, ante la lentitud oficial por los procesos de expropiación.
Las regiones agrarias de ambos países padecían un secular “hambre de tierras”, que se enraiza en el modelo de reparto en la “Reconquista” medieval, a cargo de las más poderosas Órdenes Militares-Religiosas y grandes señoríos nobiliarios. Las desamortizaciones de los bienes comunales y religiosos del siglo XIX no supusieron sino una nueva concentración de bienes en manos de la burguesía ascendiente, que empobrece aún más a los campesinos del Sur agrícola peninsular.
Los míseros salarios, el paro estacional, las penalidades del pueblo desposeído llevaría a momentos de tensión, siempre duramente reprimidos por las “fuerzas del orden”, así como a buscar una salida en la emigración, que a finales del siglo XIX y principios del XX tendría como destino Centro y Sudamérica, y en los años de “desarrollismo (1960-1973)” las prósperas naciones de Centroeuropa y zonas industrializadas de los países mediterráneos.
Así, “los hombres sin tierras” hubieron de marchar masivamente (siendo extremos los casos de Alentejo y Extremadura, con más del 45% de población perdida entre 1951 y 1975) a los nuevos lugares de promisión, quedando “la tierra sin hombres”, fundamentalmente en edad activa, laboral y de remplazo poblacional.
Van, los apartados que aquí siguen, como reflexión sobre los duros tiempos que en principio -por las conmemoraciones que más atrás se señalan- fueron de ilusión y esperanza y luego quedarían en frustración y represión. Y van, también, como homenaje a los que sostuvieron la llama de una lucha que pretendía cumplir con lo que las respectivas “revoluciones” pretendían: un mundo de “pan, justicia y libertad”.
Decir, por último, que dada la “independencia” entre sí de los capítulos de este libro, algunos argumentos, datos, párrafos, citas… pueden encontrarse en uno y otro indistintamente. Tómese como una reafirmación en las tesis fundamentales de la obra, empeñada en crear conciencia sobre una problemática que tanto nos ha condicionado y condiciona en nuestras vidas.