Andrés Ortiz Oses, un teólogo y filósofo español especializado en la mitología explicaba que “la misma modernidad que reniega del mito se encuentra inmersa en él”. Venía a decir que el hombre no es pura razón y por ello recurre a diferentes mitologías para remediar sus insuficiencias. Sin embargo, parece ser que la modernidad, ya de por si un mito por creerse superior a los premodernos, olvida que el hombre es un animal mitológico: trata de superar los viejos mitos a través de una pretendida historia objetiva a la vez que mitifica el poder y el dinero, la fama y el saber, el placer y el éxito. Nos encontramos ante el predominio de un nuevo tipo de mitología, una mitología económica (el capitalismo) que ha desplazado a la mitología tradicional en la sociedad actual.
Nuestra civilización renuncia a reconocer y asumir críticamente sus mitos (sin ellos el hombre es razón inhumana) y sin darse cuenta se ve engullida por ellos: todos los ámbitos de la vida moderna requieren de mitos en los que sustentarse, desde el ámbito político en el que triunfa el carisma hasta los medios de comunicación, creadores de divos y divas y pasando por la misma cultura con las novelas del corazón, nuestras religiones con su totemismo simbólico o la universidad y su cultivo de ciencias y letras. Mostrarse a favor de una mitología consciente no implica rechazar la racionalidad sino ser capaces de asumir lo irracional como su sombra. Es necesario aceptar el contenido mítico de todas nuestras construcciones humanas para evitar caer en el dogmatismo ideológico.
Se puede llegar a afirmar, por lo tanto, que el mito forma parte de la existencia del hombre y su posterior arrinconamiento probablemente se halla debido a la disgregación de los diferentes pensamientos y estilos de vida que viven inconscientemente. El mito nace con el ser humano y guarda una relación directa con la forma que tenemos de ver el mundo. Trasciende al hombre individual para hablar de la colectividad, una forma de reflejar todo lo que una cultura tiene y representa. Es imposible pensar en el hombre fuera de un contexto mitológico con sus creencias subyacentes y una interpretación simbólica del mundo. No es que quede muy poco de mitológico en nuestras vidas, sino que la modernidad aboga por la razón y se refugia en una mitología basada en la divinización del dinero. Tal y como afirma Ortiz Oses, el capitalismo absorbe todo lo relacionado con las leyendas y los rituales, se crean héroes falsos y se rechazan las diferentes explicaciones de la realidad y su trasfondo. La balanza se declina a favor de la razón como fuerza dominante y en detrimento del mito cuando ambos podrían convivir en perfecta armonía. De la misma forma, el filósofo comenta que la modernidad equivale al triunfo de la racionalidad y la ciencia y ello conlleva asimismo una interpretación del mundo actual desligada del campo de lo sagrado y de los mitos. El discurso moderno es el triunfo de la razón y la objetividad frente a la religión, la magia y el mito como elemento fabuloso e irracional.
Pero si se tiene en cuenta que el ser humano es un ser cultural que ha recurrido al mito desde tiempos remotos como explicación de la realidad, es imposible que éste viva en completa ausencia de todo lo relacionado con lo mitológico, perviviendo este ámbito en el inconsciente de cada uno como memoria de la humanidad y de forma tan poco consciente en la vida diaria, a través de fiestas y ritos, de leyes y costumbres propias de una comunidad. La única forma de reconciliarse con la mitología es la de tomar conciencia de lo que queda de mítico en la vida moderna y aprender a equilibrarlo con una racionalidad abierta, sin caer en la aceptación de todo lo que algunos llaman verdades innegables.