Después de saltarme a la torera la entrada del lunes (no por falta de ganas o de temas, sino por falta de tiempo), hoy venía dispuesta a resarcirme. Pero acabo de darme cuenta de que esta semana hay el Carnaval de la Maternidad de la A a la Z. Y hoy me estreno con la letra S de silencios.
Primero, creo que es necesario hacer una distinción. Para ello, me remonto al análisis morfológico de la palabra, en concreto, a su número. Porque no es lo mismo el silencio que los silencios. El silencio es algo mágico donde no hay ruido o sonido. Yo creo que el silencio absoluto no existe salvo en el espacio exterior. Pero como no he ido a averiguarlo, tampoco os lo puedo asegurar al cien por cien. Pensaréis que exagero. Bueno, pues pensemos en sitios donde haya silencio.
Una biblioteca, lugar por excelencia del silencio. Pues no. Siempre habrá alguien susurrando, pasando páginas, con los auriculares puestos y el volumen más alto de lo que debería o, simplemente, moviendo la pierna insistentemente y a una velocidad que da la impresión que la pierna va a irse sola y dejar al resto del cuerpo pegado a la silla y al libro de Chomsky.
Otro lugar podría ser la cama por la noche. Si convives con alguien, seguro que hay ruiditos que hace al dormir: suspiros, hablar en sueños, respiración algo más fuerte de lo deseable para conciliar el sueño, ronquidos en toda regla, etc. También caben aquí los ruidos de las sábanas. Y, si es verano y la ventana esá abierta, el perro de un vecino ladrando o una panda de chavales caminando por la calle algo más contentos y envalentonados de lo que debieran para ser las cuatro de la mañana. Y, por la mañana, el “agradable” cantar de los pájaros. Si vives sola o solo, me atrevería a decir que, en mitad de lo que tú crees que es el silencio de la noche, se puede oír en tu casa el tic-tac de un reloj o el ruido del frigorífico (¿por qué suenan los frigoríficos? ¿Alguien lo sabe?).
Pero digamos que a todo esto nos hemos acostumbrado y por eso lo obviamos y decimos que hay silencio. Cuando me convertí en madre, empecé a distinguir el silencio de los silencios. El número, singular o plural, importa. ¡Vaya que si importa! Una madre añora, extraña, desea, anhela el silencio; pero desconfía, se pone nerviosa y tiene ansiedad ante los silencios.
Si eres madre y tienes un bebé, los silencios hacen que vayas rauda y veloz a ver si tu mini-nosotros (entiéndase del padre y de la madre) respira. Si no se ha enredado con la sábana o se ha tragado el chupete entero. Sin embargo, buscas el silencio para darle de comer o para dormirle.
Si eres madre y tus hijos ya van por los tres o cinco años y los dejas un momento solos en el salón y de repente de oír un “quítate tú de ahí” o “que ese coche es mío” pasas a oír absolutamente nada, entonces sabes a ciencia cierta que algo traman. Porque de que haya silencio en el espacio exterior no estoy yo muy segura, pero si mis dos Trastos mayores están en silencio en el salón sí que estoy segura de que no se avecina nada bueno. Son los temidos silencios de la maternidad. No confundir con el silencio que dejan tras de sí una vez que duermen plácidamente en sus camas. Ese rato de tranquilidad y paz (si no hay sorpresas de por medio, como un “tengo sed”, “tengo miedo”, “tengo mocos” y similares) que toda madre aprovecha para desconectar un poco y babear en el sofá, a riesgo de desnucarse en el camino.
CONTRAS:
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No estoy muy segura de si seré capaz algún día de volver a disfrutar del silencio en casa si mis hijos están en ella sin preocuparme de que algo terriblemente malo y muy poco probable les ocurra.
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La desconfianza que me producen esos silencios y el asombro (para mal) al descubrir que mis sospechas estaban bien fundadas. Como bien demuestra algún que otro monigote en la pared o el golpe de la tele o la sorpresa con mi ordenador, dos veces (aquí y aquí, por si tenéis curiosidad), o las tendencias escapistas del Peque.
PROS:
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Ahora valoro mucho más el silencio. Así, en singular.
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Voy a decir que en esos momentos desarrollan la imaginación, pero que conste que luego quien tiene que arreglar o recoger o barrer ese brillante momento de expresión artística es servidora. Y que conste que a servidora esta última parte no le hace nada de gracia.
¿Qué me decís? ¿Soy la única que, desde que es madre, distingue entre el silencio y los silencios? ¿Verdad que no?
“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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