No hay manera de que algunos dejen de confundir la velocidad con el tocino. Cuando un mediocre está en cualquier poder y le sacan los colores, siempre acude a la supuesta y consabida mano negra para justificar sus desmanes. Es lo que ocurre ahora con los mandamases del Barça, que no quiero ni nombrarlos, salvo al president Bartomeu, que aducen una conspiración – naturalmente blanca – detrás de la sanción de la FIFA. Lo mismo que ven tras el saqueo fiscal, solo de momento, del caso Neymar, porque ya veremos los mangoneos que pueden estar todavía ocultos en este capricho cada vez más oscuro del ex Rosell. De momento, este último creo que no puede pasar por Brasil ni en avión a ocho o diez mil metros de altura. En cuanto a la florentinitisque manifiestan cada dos por tres, deberían dejar en paz al señor Pérez, si fueran inteligentes, porque ni el hombre creo que esté detrás de nada de eso – es bastante más listo y tiene otras ocupaciones – ni encontrarán nunca un rival que sea tan nefasto en lo deportivo para su club y, por consiguiente, tan bueno para sus intereses.
Pero vamos a ver, ¿no sería más fácil negociar una salida digna y razonable al enredo, si es que en realidad se ha incumplido algo? ¿O buscar alianzas en los equipos que se preocupan de buscar valores futbolísticos en cualquier país?, que los hay. Porque esa norma de la FIFA, además de absurda, va en contra de la promoción de chavales que en sus lugares de origen no tienen oportunidades. Pongamos dos ejemplos. Messi, a quien le han dado no sé cuántos balones de todos los colores ya, de no haber sido porque el Barça se lo trajo tan tierno y puso a su disposición no solo su célebre Masía sino los mayores avances de la medicina para corregir sus deficiencias de crecimiento, no sería hoy quien es y el fútbol mundial se hubiera perdido uno de esas estrellas que surgen cada veinte o treinta años. Otro caso es el de Eto’o. Pirri se lo trajo al Madrid también muy crío, quince años, y luego ha llegado adonde jamás lo hubiera hecho de seguir en su Camerún natal. ¿O piensa el señor Blattero alguien de su entorno que sí? Deberían los señores mandamases federativos ocuparse más de la realidad del deporte, que debe crecer con todas las ayudas posibles, y menos de vivir demasiado bien del cargo. Si se supieran los emolumentos de todos los personajetes que pululan por las moquetas de las instituciones futbolísticas, y todas sus mamandurrias varias, sin darle un palo al agua más allá de los oropeles de todo tipo que conllevan sus cargos, el personal se escandalizaría. Y, además, sus cargos se pueden considerar vitalicios, sin control de nadie, porque ya se ocupan ellos de repartir chupes, medallas y demás fanfarria a los representantes de los clubes y federaciones que les votan. Son, perdónenme algunos, unos reyezuelos de taifas futboleras en demasiadas ocasiones.
Y vamos al fútbol bueno. El partido del otro día entre el Atlético de Madrid y el Barcelona fue un homenaje al juego de intensidad, de clase y de emoción, digno de la eliminatoria que disputaban, con nota especial para los colchoneros en su conjunto y para Iniesta en los culés, que dio un recital acorde con su inmensa categoría resumido en el magistral pase de gol que le regaló a Neymar Gran noticia para Del Bosqueque el manchego llegue al final de temporada en tan buena forma. Dejaron la pelota en el alero para la vuelta, en la que puede pasar cualquier cosa, y han sacado esta semana sus partidos de liga con más pena que gloria seguramente por eso. El Madrid, por su parte, jugó uno de esos partidos europeos que siempre lo hicieron grande; ya está en semis. Habrá dos españoles en ellas. Y en Anoeta, casi andando, también barrió.
Y llegamos a los tontiestrategas. Precisamente en el gol de García al Villarreal los comentaristas de televisión se llenaron la boca de decir que había sido una jugada de estrategia. ¡Anda con Dios!, ahora resulta que marcar de córner, empujando descaradamente a un defensa, es otra estrategia. Serán primos de los que el otro día titularon: “hat-trick de estrategia” Fue una falta directa, un penalti y un vulgar rebote en otro córner en no sé qué partido. ¡Pos pijo, qué sabios! que diría aquel!