Revista Sociedad

De marxismo y populismo

Publicado el 06 junio 2017 por Abel Ros

Ayer estuve en El Capri, tras una tarde corrigiendo los exámenes de final de curso, el cuerpo me pedía un café para afrontar el resto de la jornada. Allí, en la barra, estaba Jacinto, un maestro jubilado y ex concejal de Izquierda Unida. Marxista hasta a las cejas, dialogamos más de una hora sobre lo que se cuece en las calles del vertedero. Tras arreglar el país, como dicen en mi pueblo, la conversación derivó hacia un debate interesantísimo sobre el fin del marxismo como ideología. Según Jacinto, los populismos de izquierdas - como Podemos en España o el Movimiento Cinco Estrellas en Italia - suenan igual que los estribillos de los tiempos bolcheviques. Suenan igual, según él, porque ambas ideologías - marxismo y populismo - critican, del mismo modo, al establishment, la desigualdad y los fallos de la economía de mercado. Aunque las épocas sean distintas, la grandeza de Marx reside en lo atemporal de su obra: El Capital.

Aunque no sea un gran admirador de Giovanni Sartori - fallecido hace dos meses -, comparto con él sus argumentos acerca del fin del marxismo como ideología. Las experiencias de la URSS y la República de Cuba ponen en evidencia las debilidades del andamiaje. Hoy en día en la Rusia de Putin, los marxistas de pedigrí son un "Rara Avis" que vuela por las ruinas del estalinismo. Los populismos, a diferencia del marxismo, no son antisistema. Critican, eso sí, los mismos objetos pero discrepan en los medios y en los fines. Mientras que los comunistas defendían una revolución desde abajo, los populistas - como Podemos - pretenden cambios radicales desde dentro del sistema. Cambios basados en "más Estado y menos mercado", pero nunca la instauración de un régimen comunista de brotes cubanos. El populismo de izquierdas defiende - y en eso se parece al marxismo - a la masa. Una masa, como saben, ninguneada por las élites y desfavorecida por el capitalismo. Equilibrar la balanza sería una buena intención sino fuera una utopía.

Los populismos, le dije a Jacinto, son magníficos para conquistar el poder. Saben, verdad de las grandes, tocar las teclas adecuadas para enamorar a las fieras y evitar sus mordeduras; las mismas que tocó Hamelín para salvar al pueblo de sus ratas. La alusión a enemigos y amenazas (la casta, los corruptos, los banqueros, el imperialismo yanqui, los hombres de negro...), las promesas fantasiosas (la renta vitalicia para todo hijo de vecino, el aumento del gasto público de manera exacerbada, el adelanto de la edad de jubilación...), la utilización de la televisión (propaganda política, programas de debate...) y el manejo de las emociones son, entre otras, las tácticas que utilizan los populistas para alcanzar su cometido. Una vez en el poder, los "cadáveres de su verdad" flotan en sus mares. Es cuando, el cruce entre la retórica electoral y la contabilidad nacional pone en evidencia la dificultad de gobernar. Por ello, queridísimos lectores, una cosa es la conquista de amor y otra, muy distinta, la convivencia del día a día, tras el descenso de la emoción.

A pesar de todo lo argumentado, es muy probable que algún día no muy lejano, Podemos conquiste el poder. Es muy probable, como les digo, porque a lo largo de la historia los populismos, tarde o temprano, siempre han vencido. Vencieron el siglo XX en Europa, en América Latina y ahora, en pleno siglo XXI, en Grecia y en Estados Unidos. Aunque no queramos, a nadie le amarga un dulce, y al final - como dicen por ahí - las brevas maduras terminan cayendo. La Moción de Censura, propuesta por Podemos, será, sin duda alguna, un pasito más para conseguir el sorpasso en las próximas elecciones. Una vez más, Pablo y los suyos escenificarán su lucha contra el enemigo - la corrupción, las élites, la casta...-, un discurso que gusta a la masa y que divide a los civiles entre buenos y malos. Dicho discurso, con el último barómetro del CIS como telón de fondo, terminará surtiendo efecto para sorpresa de muchos. Por ello, no me extraña que con los años: Ciudadanos terminara absorbido por el Pepé, e Izquierda Unida y los nacionalismos por Podemos. El PSOE, según Sánchez, cada día se parece más a Podemos y ello, estimados lectores, es arriesgado. Lo es porque sería caer en la trampa del populismo.


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