Revista Cultura y Ocio
El matrimonio es una fuente inagotable de comedias (y de tragedias también). Da igual cualquiera de sus variantes: feliz, en crisis, longevo, avenido, engañado, roto... Este último tipo es la columna vertebral de «De mutuo desacuerdo», que ha llegado al teatro Bellas Artes tras su estreno en agosto de 2014 y su posterior gira. Fernando J. López es el autor de esta comedia, el agridulce retrato de una pareja en la que muchos espectadores se verán reflejados.
Ésta es una de las principales virtudes del texto: su sinceridad y su agudeza a la hora de retratar, sin acritud pero sin pelos en la lengua, un conflicto muy común en nuestros días: el de la pareja separada pero condenada a seguír unida por un hijo en común. De alguna manera, «De mutuo desacuerdo» es una comedia-trampa (término que ya he utilizado anteriormente): es generadora de muchas risas, y hasta de alguna carcajada, pero también puede provocar desasosiego e incluso cierta vergüenza si uno se mira en el espejo de los dos personajes que, víctimas de sus inseguridades y sus frustraciones, utilizan en cierto modo a su hijo como arma arrojadiza.
«De mutuo desacuerdo» nos muestra la evolución de una pareja que, tras su separación, intenta rehacer su vida, con el «lastre» de un hijo en común que impide que el matrimonio se rompa del todo. Fernando J. López escribe una comedia al dictado de la realidad, con situaciones palpitantes, personajes auténticos y diálogos cotidianos además de ágiles y frescos. El espectador empatiza con los dos protagonistas, Sandra e Ignacio, que no pueden vivir juntos pero, en el fondo, tampoco separados, y a los que une un gran cariño que no impide que se tiren los trastos a la cabeza a lo largo de la función, que deja una sensación de bienestar en el espectador.
Dirigida con acierto por Quino Falero, que tiene la virtud de ponerse a un lado y dejar que sean los personajes quienes decidan por dónde transcurre la comedia, ésta cuenta con una pareja protagonista que ya había demostrado su química en la televisión prolonga su «idilio profesional» en «De mutuo desacuerdo», ajustada a ellos como un guante, y en la que ambos muestran sus virtudes y su cercanía, los dos en la misma y muy acertada tesitura. Toni Acosta compone a una Sandra al tiempo frágil y temperamental, e Iñaki Miramón deja ver el lado infantil y egoísta -tan masculino- de Ignacio.