No era un saludo, era que me estaba avisando. Hacía así con la mano como advirtiendo de que moderase la marcha, que ya era muy moderada, ante algo que había tras esa curva. Uno de los seis moteros de ese grupo heterogéneo no me saludaba como los demás sino que me estaba diciendo algo.
El día ha estado frío, muy frío. Hace un rato, a la vuelta de la cabalgata de Reyes, el frío no cabía por las calles, aunque esta mañana, a la una, que es cuando he salido con la Iron, parado en las cercanías de Lupiana, se estaba en la gloria bajo un sol incompetente que se ha presentado sin hacer los deberes.
Valdeluz, Yebes y Lupiana hasta el final de la GU-921. Ese era el planecito. Era... porque finalmente no ha sido, y no lo ha sido por pura valentía. Puede que me esté mal decirlo, pero hoy me he sentido un motero valiente y bravo.
Ese motero divergente que venía de la mencionada carretera me estaba avisando de la placa de hielo que había en una de las primeras curvas de las de la parte alta, donde el aire se encajona un poco y donde el sol no toca hasta el mes de mayo. Y me he dado la vuelta. Por eso creo que he sido el tío más valiente del mundo de las motos.
La placa me la he comido, claro está. La he pasado a veinte por hora y he notado esa ingrata inestabilidad que preludia problemas serios, y como no quiero problemas innecesarios ni me tengo que demostrar nada ni tengo que demostrar nada a nadie ni necesito adrenalina extra ni tengo defensas en la moto ni es imprescindible cumplir mis planes ni me da la gana, por eso, digo, me he dado la vuelta.
Así que el paseo de hoy se ha quedado en un casi nada, pero un casi nada con un sabor excelente. Ha sido el primer trago de la cerveza casi congelada. Ha sido la antimotería del revés. Ha sido un quiero y ya no quiero. Ha sido una hora de tranquileo consciente. Ha sido nada, pero de nadas como ésta se construye mi vida.
Guardabarros afilado