
Hasta que termine la PRC (Puñetera Reforma de los Cojones), estamos de okupa en casa de mis padres. Esto tiene ventajas evidentes (no tenemos que pagar alquiler, tenemos la comida preparadita todos los días, nos echan un cable con los enanos todavía más...), pero, también, ineludibles inconvenientes. Uno de ellos es que los niños están desaforados. Mi madre tiene - estoy convencida - una fase leve de Síndrome de Diógenes sin diagnosticar. No tira nada. Y colecciona de todo. Asi, a bote pronto, recuerdo, dispuestas por la casa, una colección de búhos, otra de bolas de cristal, otra de palomas de cerámicas, otra de cajas pequeñas y otra de marcadores de libros, sin contar con las miles de fruslerías no coleccionables que pueblan muebles y estanterías. Para los enanos, es como desembarcar en Jauja. Y, claro está, esa neurona-trasto que el Terro tiene hiperdesarrolllada ya de por sí, se estimula a niveles insospechados y arrastra en sus sinapsis a su hermana, que, generalmente, es mucho más civilizada. Ayer, arrasaron con la cosecha de limones sutiles de mi padre - que los miraba crecer y madurar como el que mira a sus hijos - para hacer limonada en una regaderita de hojalata.Anteayer, cortaron los hilos de un artilugio de movimiento eterno para jugar a los boliches con las bolas plateadas.La semana pasada, cogieron una barra de pegamento (que mi madre tenía sobre su mesa) para pegar las dos hojas de la mámpara de la ducha. No sé si con el fin de que no pudiéramos ducharlos o por el simple placer de vernos las caras de pasmo.Así que, hoy, cuando he visto una sustancia pegajosa, de un indefinible color gris, alrededor de los pomos del armario, no lo he dudado.- Terroooo, Susanitaaaa - grité - Venid aquí ahora mismo.- ¿Qué pasa? - me preguntan ellos, moscas, oliéndose la bronca sin saber por qué.- ¿Qué es esto? - les pregunto, señalando el armario.- No sé - contesta el Terro, encogiéndose de hombros.- No sé - contesta Susanita, mirándome con los ojos asustados.- Pues hasta que uno de los dos me explique que es esto, no hay ni dibujos, ni cuentos. Los dos lloriquean. Que ellos no han sido. Buaaaa. Que no saben lo que es, de verdad. Buaaa. El Terro - que no desperdicia dos segundos de su vida en idear la siguiente trastada- tiene la decencia de reconocer que él no se acuerda de haber tocado los pomos.Pero yo me mantengo firme como una roca. Lo dicho.En ese momento, suena el teléfono. Glorita.- Sí, Glorita, dígame.-Mire, Jomeini, que se me olvidó limpiar el limpiametales que le puse a los pomos del armario....GLUPS. Pienso en el cuento de Pedro y el lobo. y en que no creí a los enanos a pesar de que me decían la verdad. Y me siento fatal. Y es que, en el fondo, aunque quiera hacer de teniente coronel, soy una blanda.Me voy a poner a hacer un bizcocho de chocolate para compensarlos.
