DE NISA A SOUSEL: LA TENTACIÓN DEL BUEN COMER
Moisés Cayetano RosadoTras haber subido -pegados a la Raya- desde Elvas a Campo Maior, Portalegre, Marvão y Castelo de Vide, ahora, ya coronando el norte de Alentejo, llegamos hasta Nisa. Ciudad con preciosa alfarería, de barro rojo con incrustaciones de piedrecitas blancas, formando motivos florales, parecida a la cacereña de Ceclavín, y uno de los quesos de oveja mejores que podemos degustar. El cuidado urbanístico es memorable y por ello la armonía del conjunto arquitectónico es digna de ver y de imitar, conservándose el sabor tradicional de las amplias fachadas blanqueadas, dinteles de granito, puertas de madera recia y grandes chimeneas. Los restos monumentales del medievo están igualmente muy cuidados e integrados en el conjunto urbano, donde el paseo reposado es sumamente agradable y la compra de bordados y alfarería altamente recomendable. Bajando en línea recta al sur, en un recorrido de unos 70 kms., vamos a encontrar puntos tan interesantes como Alpalhão, Crato, Alter do Chão, Fronteira y Sousel, en donde conviene hacer las correspondientes paradas. En Alpalhão, a 18 kms. de Nisa, para comer, a pie mismo de carretera, un cocido alentejano que levanta al más vencido, y pasear por este cruce de caminos que alguna vez nos llevará al oeste, hasta la hermosa tierra de Alcobaça y Batalha. En Crato, porque en esta villa, que fue sede de la Orden Militar de los Hospitalarios y después de Malta, tenemos un apreciable conjunto de casas de piedra labrada, con arcos ojivales, y un buen patrimonio religioso y palaciego barroco, sin olvidar su recia fortificación abaluartada, curiosamente encalada sobre la misma piedra. Un kilómetro antes, veremos el monasterio fortificado Flor da Rosa, del siglo XIV, donde lo religioso y militar de las órdenes de caballería queda de manifiesto de la forma más clara y bella, dada su robustez, potencia de los arcos y magnificencia del conjunto; su restaurante ofrece deliciosos platos regionales, como sopa alentejana o ensopado de borrego, y un buen menú-degustación. Más adelante -siempre hablando de entre 10 y 20 kms.- tenemos Alter do Chão. ¡Qué magia la de sus calles antiguas empedradas y las fachadas blancas, con esa especie de brazos levantados que son las chimeneas! Ciudad de creación romana, fue reconstruida en el siglo XIII y mantiene en su centro un castillo del siglo siguiente, donde se alternan las torres rectangulares con las cilíndricas, de cobertura cónica: ¡inexcusable la visita! Es muy elegante su Fonte da Vila, renacentista, en mármol, muy ornamentada. Si tiene hambre, pida arroz amarelo, ensopado de borrego o bacalhau com laranja en sus diversos restaurante, y luego compre sus múltiples objetos trabajados a navaja sobre corcho, hueso o madera.
De allí pasaremos a Fronteira, fundada en el siglo XIII por la Orden de Avis: estamos en zona de señorío religioso, con grandes dominios territoriales de dehesas. Si el pueblo es bonito, los que le rodean no lo son menos, en especial Cabeço de Vide, villa termal utilizada desde tiempos de la dominación romana, sobre todo para problemas de reumatismo y afecciones respiratorias: sólo por saborear su serenidad merecería la visita. Ya en Sousel, con grandes muestras de azulejería setecentista en su Igreja da Misericordia, estaremos entrando en la terra dos mármores y en un paraíso para los cazadores así como para los amantes de la caza... en el plato.
Es, en resumen, un paseo ligero, que conviene repasar y saborear detenidamente. Restos neolíticos, romanos, medievales; aguas termales; extraordinaria artesanía, y sabia y antigua gastronomía, contribuirán a atraernos sin remedio.