Revista Libros

De noche, bajo el puente de piedra - Leo Perutz

Publicado el 16 octubre 2016 por Rusta @RustaDevoradora

De noche, bajo el puente de piedra - Leo Perutz

Libros del Asteroide, 2016 (trad. Cristina García Ohlrich)

Hay libros que producen un efecto de ensoñación, de encantamiento, como esas historias que se mueven entre la realidad y la ilusión para recordarnos que, quizá, los acontecimientos del pasado no ocurrieron tal y como nos han contado, que todo -los personajes, los lugares, los hechos- está teñido de una dimensión mágica inherente a su existencia. Leo Perutz (Praga, 1882-Bad Ischl, 1957), escritor y matemático de origen sefardita que escribió en alemán y gozó de un gran éxito en los años veinte, provoca una sensación semejante en De noche, bajo el puente de piedra (1953), considerada su obra maestra, en la que evoca su ciudad natal a finales del siglo XVI y principios del XVII, en tiempos del Sacro Imperio Romano Germánico. En el libro, que se desarrolla principalmente entre la corte y el antiguo barrio judío, aparecen figuras como el emperador Rodolfo II, el próspero judío Mordejai Meisl o el gran rabino Loew, aunque el autor se acerca a ellos con un enfoque más propio de la fabulación que de la reconstrucción histórica pura. Libros del Asteroide recupera la traducción de Cristina García Ohlrich que ya había sido editada por El Aleph en 1991.

La obra tiene una estructura singular: a priori, se compone de quince relatos independientes, presentados sin un orden cronológico; con todo, en la práctica están todos interrelacionados. Muestran distintos episodios de una misma historia -el amor entre el emperador Rodolfo II y la bella Esther, esposa de Mordejai Meisl, que puede considerarse la trama principal- y, además, en conjunto conforman un retrato maravilloso (en todos los sentidos) de Praga, un mundo ya extinto que, en contraste con el pensamiento racional del siglo en el que Leo Perutz lo escribió, se revela ante los ojos del lector como una especie de cuento de hadas, o como Las mil y una noches germánicas. La forma de enlazar los relatos bebe asimismo de la tradición oral: un tal Jakob Meisl, un joven estudiante de Medicina descendiente del rico judío, se encarga de transmitírselos a un discípulo muchos años después, cuando la ciudad que conocen apenas se parece a aquella Praga hechizante. Jakob los explica porque "los profesores de historia que enseñan en los colegios y los señores que escriben los libros de historia para ellos no saben ni entienden nada" (p. 38). La verdad, para él, está en lo que escapa a la razón. Y es, desde luego, más fascinante que una lección académica.

El primer relato, "Peste en el barrio judío", insinúa el romance ilegítimo entre la bella Esther y el emperador, del que se volverá a hablar en textos como "De noche, bajo el puente de piedra", "El pintor Brabanzio" o "El ángel Asael", en los que se narra de manera más explícita la peculiar naturaleza de su aventura. No obstante, en un buen cuento de aires tradicionales no pueden faltar, además del amor, las rivalidades y la sed de poder, que no se desarrollan aquí con un combate al uso, sino como una tensión en la que el ingenio y las trampas juegan un papel importante, como en el frío enfrentamiento entre Mordejai Meisl y Rodolfo II ("La vela consumida") o en otros adversarios del monarca ("Enrique, el del infierno"). Ellos, por cierto, no son los únicos personajes que existieron históricamente: sin ir más lejos, en "La estrella de Wallenstein", el más extenso y uno de los más hermosos, el protagonista, un joven militar que todavía no ha cosechado los éxitos que lo conducirían a la fama, hace una consulta al matemático y astrónomo Johannes Kepler, que le asesora sobre la posición de los astros una noche en la que tiene encomendada una misión.

En la mayoría de historias, el affaire del emperador solo se perfila como tema de fondo, mientras que la trama gira alrededor de protagonistas menos "ilustres", gente sencilla que se gana la vida con trabajos humildes. En muchos casos, se trata de personajes judíos, o bien de acontecimientos que se sitúan en su barrio, que adquiere simbolismo como espacio donde se funden el mundo terrenal y el espiritual. Siguiendo las creencias de la cábala, en el barrio judío es posible el esoterismo, como en los relatos protagonizados por una pareja de cómicos, "Peste en el barrio judío" y "La jarra de aguardiente", en los que el cementerio tiene un papel providencial. Las peripecias a menudo desencadenan una moraleja crítica con los abusos que los poderosos han cometido contra los judíos (quizá el ejemplo más evidente es "La zarabanda", en el que también interviene el rabino Loew). Hay personajes pillos, como el muchacho de "El tálero robado", y otros consumidos por su patetismo, como el hombre de "El coloquio de los perros". En general, el tono es simpático y mordaz, bien lejos de la grandilocuencia, y suele sorprender en la últimas páginas con un giro argumental que cierra el conflicto a la perfección (como en el divertido "La mesa del emperador").

"En la corte de Praga [...] lo extraordinario es cotidiano y a nadie sorprende" (p. 78), reza. Y así es De noche, bajo el puente de piedra, una novela hecha de pequeñas historias en las que lo maravilloso encaja con naturalidad, como en una leyenda. Leo Perutz da vida a una sociedad cuya concepción de la realidad no era ajena a disciplinas como la alquimia, la astrología o el misticismo, y se ayuda de los recursos de los cuentos medievales (como la magia, los sueños y los equívocos) para materializarlas en los relatos, para mezclar historia y prodigio con una gracia encomiable. Reinventa la vieja corte de Praga y el barrio judío hasta convertirlos casi en un mito. Ya no se escriben libros como De noche, bajo el puente de piedra, libros que dominan el arte de contar historias con el sabor de una fábula, libros que embelesan al lector con una literatura que le sugiere una fascinación similar a la de los cuentos que leyó en su infancia. Por todo esto y más, he aquí una gran lectura.


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