Revista Arquitectura

De nuevo ARCO

Por Arquitectamos
Como todos los años llegó la hora de indignarnos: La feria ARCO (ARte COntemporáneo) ha abierto sus puertas en Madrid. Pues muy bien. Y, como todos los años, los medios de comunicación de masas han enviado a un becario para que se escandalice y nos escandalice a todos.
De nuevo ARCO
Cada año nos muestran varios engendros. Esta vez han sido tres. Uno es una pila de palets con su autor desnudo dentro. La presentadora de la tele nos dijo sonriendo que si adquiríamos la obra el artista no iba incluido. Ay, qué bueno. Qué cosas tienen los artistas. Y los periodistas. El segundo engendro es la venta de radiografías de los huesos de un artista. Tú compras una radiografía de un hueso y cinco años después de la muerte del artista te enviarán el hueso reproducido en ella. Impresionante.
Y el tercero son unas cajas de cartón desplegadas y enmarcadas. Pues qué bien. Además, como de costumbre, también tenemos esta vez la simpática anécdota de que una limpiadora tiró una obra al contenedor de basura. Qué chusco y qué pintoresco es todo: Este año también la tiró. Esto de que siempre, año tras año, una obra de arte acabe en el contenedor de la basura tiene que estar preparado. No puede ser que cada año nos cuenten lo mismo. -¿Qué obra tenía que tirar esta vez, Doña Purificación? -La "Alegoría crítica-sinóptica de la miseria". -¿Lo quéééé? -Los trozos esos masticados de sándwich que hay sobre la moqueta. -Ah. Pues ahora mismo los tiro. -Espera que llamemos a los periodistas, que estas cosas les gustan mucho.
La conclusión (obvia, consuetudinaria, cansina) es que:
De nuevo ARCO
Pues sí. Nos reímos un rato y ya está. A otra cosa, mariposa. ¿Le importa la arquitectura a alguna televisión? No. Nada. A ninguna. Ni un poquito. Bueno, pues cada año tenemos en los telediarios la noticia del Pritzker. ¿Le importa el arte a alguna televisión? No. Nada. A ninguna. Ni un poquito. Bueno, pues cada año tenemos en los telediarios la noticia de ARCO. Y venga. Y dale. Los telespectadores creen que arquitectura=Pritzker y arte=ARCO. Es como si de literatura no se hablara nada más que para glosar el Premio Planeta, o de cine sólo para los Oscar. (Ah, que también). Los periódicos sí tienen suplementos culturales que hablan de arquitectura, arte, literatura, cine... de manera continua y habitual. Pero la televisión (que es el único medio de información para muchos millones de personas) sólo toca estos temas en estas ocasiones tontas y chabacanas.
¿Os acordáis del año pasado? La obra escandalizadora de entonces fue un vaso con agua hasta la mitad. Ya sabéis: el optimista lo ve medio lleno y el pesimista lo ve medio vacío, así que el artista lo llenó justo hasta su mitad para que cada uno lo viera como quisiera. Vale. Pero lo que era escandaloso es que costara veinte mil euros. ¡Ah, amigo! O sea, que lo que nos llama la atención del arte es su precio. Acabáramos. Del vasito de agua lo único que nos interesó es que el artista pidiera veinte mil euros por él. Pero eso no debería importarnos: Él puede pedir lo que quiera. Mientras nadie se lo pague... -Es que al final lo compraron. -¡Entonces sí que era un artista! ¡Un artista tan grande como el que le vendió La Cibeles a un guiri! ¡Viva la madre que te parió, Velázquez! ¡Mostro! ¡Peaso mostro!
Eso es lo que termina de estropear toda nuestra percepción del arte: el mardito parné. Que un artista haga chorradas... bueno. Pero que alguien pague una pasta por ellas nos indigna especialmente.
Y más cuando se nos presenta el arte sólo como ocurrencia, sin que tenga nada que ver con el desarrollo y la explotación de un oficio, de un pensamiento, de una técnica.
Y, sin embargo, aún se puede hablar de arte con seriedad, pero no nos interesa a nadie. Hay arte serio, e incluso en ARCO hay mucho arte serio. Pero es más productivo, más polémico, más noticiable (y más divertido) hablar sólo de ocurrencias pintorescas, que, como tales ocurrencias, tienen sólo el valor de la sorpresa, de la novedad. Y se acaban disolviendo en unas horas: cuando ya han cumplido su función. Su ridícula y efímera función de sorprendernos y cabrearnos.
ARCO es una feria. Nada más. Es una estrategia de comerciantes para vender. Y si venden es un éxito. Y no hay más vueltas que darle ni más vestiduras que rasgar. Ya está. El tema no da más de sí.
No deberíamos confundir el arte con la feria que se hace para vender arte.
Y se nos dice (también todos los años) que la feria ha sido un éxito y que se ha vendido muchísimo.
¿Pero cuántos artistas pueden vivir de su arte? ¿Qué oportunidades reales tienen los artistas que pretenden darse a conocer y abrirse camino? ¿Qué circuitos de difusión de arte existen? ¿Qué vitalidad tienen otros canales paralelos? El tema es interesantísimo, pero no para las televisiones. A ellas no les interesa ni un pimiento.
El año que viene volverá a haber ARCO y lo volverán a decir en los telediarios. Y nos volveremos a cabrear. Y el siguiente, y el otro. Para eso lo hacen. Y a nosotros nos gusta entrar al trapo.
(PD.- Una cosa que sí me llama la atención es que al visitante de ARCO le cobren una entrada de cuarenta euros. Ahí sí que demuestran que son unos artistas. Qué talento más grande, por Dios. Se supone que quieren que vayamos a comprar. Pero no nos dejan entrar gratis. Como esta costumbre se imponga, cualquier día nos van a cobrar entrada en El Corte Inglés y en Mercadona. Y la pagaremos. Al menos en verano se está fresquito).
(Si te ha gustado esta chorrada clica el botón g+1 que está aquí debajo. Muchas gracias).

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