Me cuenta una compañera que anda gestionando la venta de su piso para adquirir otro, que se quedó helada cuando después de mostrarle uno de los pisos, el de la inmobiliaria le contó que habían conseguido echar a la familia de etnia gitana que lo había okupado.
Cuando el gestor abrió la puerta para mostrárselo a otro cliente, salió a recibirles el patriarca con el carnet en la mano, para que supieran que habían llegado ellos primero, que les había gustado el piso y que lo okupaban de acuerdo a la Constitución que dice: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada”. No les salio bien la jugada porque los que admiten que no hay delito en la okupación, pusieron como condición que nadie hubiera estado allí al menos durante las venticuatro horas anteriores y la immobiliaria demostró que habían estado el día anterior enseñando el piso. Pero esta madeja tiene perendengues.
Yo lo que no entiendo es la cantidad de normas que te obligan como ciudadano a guardar respeto con las propiedades ajenas y el pasotismo judicial y político que ampara a los que okupan una casa que no es suya, y viven en ella todo el tiempo que pueden, a veces meses, incluso años, y dejan el piso hecho unos zorros y al dueño las facturas de agua y luz, que zumba pelotas. Es decir, no te dejan ni demostrar que eres el dueño y, sin embargo, estás obligado a hacerte cargo del consumo de agua y luz que se genere con los okupas dentro, hasta que la torticera justicia resuelva devolvérselo a su legítimo dueño.
Y esa aquiescencia política da como resultado grupos que viven de eso, gente que alquila un piso, paga los dos primeros meses y se queda de okupa; un sindicato provivienda que okupa pisos y presiona a sus propietarios. En Portugalete, una mujer de 94 años estuvo a punto de perder la casa en la que vivía desde niña. Cómo lo ve usted, que le duelen las muelas de pagar hipoteca, que un día llegue a su casa y se encuentre al cerrajero colocando una cerradura nueva, que se lo ha mandado el que está dentro. Pues algo parecido les sucedió a un matrimonio de Alicante que fueron a buscar trabajo a Vigo y les okuparon la vivienda; o a Paco y a su hijo, con diversidad funcional, que estuvieron luchando cuatro años contra unos okupas, durmiendo a diario en el coche, frente a la que llamaban ¡su casa!