Por Emanuele «Piero» Pierobon
Quiero compartir aquí, un pensamiento acerca de la reciente polémica sobre la intención de organizar un campeonato de pádel en el anfiteatro romano de Mérida. Confieso que, de entrada, me da por desconfiar de la iniciativa, porque soy muy escéptico acerca del perfil intelectual de quienes lo promueven, pero no, puedo evitar hacer una reflexión crítica y otra, de alguna manera, posibilista al respecto.
Los argumentos esgrimidos hasta la fecha en contra de la iniciativa se pueden agrupar en tres principales categorías: a) se pone en riesgo la integridad física del monumento con un uso improcedente; b) se pone en riesgo su integridad simbólica porque “el pádel no es cultura”; c) la idea es un disparate, una horterada y una paletada de mucho cuidado y no hay más que decir.
Respecto al primer punto, me remito a lo que digan los expertos en materia, que se supone han sido consultados, aunque también cómo profanos algo incongruente podemos intuir al respecto. Con el tercer punto puedo estar bastante de acuerdo, sobre todo si el evento irá aparejado de toda la parafernalia que suele acompañar estas citas deportivas: rótulos publicitarios, quioscos con bebidas industriales, colorines, desperdicio de plástico y folletos, megafonía cacofónica, consumismo bobo...
Pero el segundo punto abre inevitablemente el eterno debate sobre que es la «cultura». Si nos fijamos en uno de los propósitos por los que los anfiteatros fueron construidos, deberíamos concluir que la lucha entre gladiadores o con las fieras era una manifestación cultural, y creo que estaríamos en lo cierto. Porque cultural es, a mi parecer, toda manifestación consciente y premeditada de lo humano. Sin embargo, es común todavía esta idea tácita por la cual «cultura» es aquello que es noble, elevado, que tiene aspiraciones estéticas y morales, y que tiende a la canonización y a la institucionalización, y que de paso, complace los gustos de la clase dominante, o por lo menos de la que detiene la hegemonía cultural.
Lo otro, o no es cultura, o se tacha de subcultura, cultura de serie B. Pasa por ejemplo con el grafiti frente al fresco, y ha pasado o sigue pasando con la música popular frente a la música clásica, hasta que el mero paso del tiempo o los gustos de una elite no le otorguen el blasón de la Cultura (así fue por ejemplo con el jazz: una música nacida y crecida en el seno de la comunidad negra y pobre de Estados Unidos, posteriormente «dignificada» por las elites blancas de ese mismo país).
Con esto no quiero decir que «todo vale»; el mío no es un discurso nihilista. Lo que me interesa subrayar de esta dinámica es que, cómo probablemente diría el bueno de Michael Foucault, cada vez que alguien establece qué es lo que está dentro y lo que está fuera de una determinada categoría, automáticamente se pone en marcha una estructura de (micro) poder, de la cual es bueno ser conscientes y sobre la cual es oportuno vigilar. Por otro lado, confieso que a mí de entrada el tema de la descontextualización de los espacios y de los usos siempre me ha apasionado. Me refiero a situaciones cómo la proyección de una película en una vieja fábrica, un concierto musical dentro de una cantera abandonada, una actuación teatral a bordo de una barcaza…El caso del pádel del anfiteatro de Mérida tal vez hubiera podido ser uno de estos ejemplos, pero para ello habría sido necesario desarrollar una reflexión de otro tipo cerca de las circunstancias, de las limitaciones, para convertirlas en sugerencias creativas.
Quine sabe: asumir por ejemplo que no podrían haber más espectadores de los que admiten las gradas existentes…asumir que la propia iluminación del recinto tendría que someterse a condiciones históricas (velas y antorchas?...)…en fin: entender aquello cómo una performance, en lugar de limitarse a superponer al espacio histórico la arquitectura estandarizada e impersonal de las gradas de andamiaje, que es lo que se hizo precisamente en Cáceres, renunciando a toda reflexión sobre el contexto y dando lugar por tanto (en mi opinión) a la enésima patochada.
Así que, una vez más puede que el problema no sea el qué, sino el cómo, siempre que se esté dispuestos a aceptar que el razonar serenamente sobre el cómo puede llegar a redefinir mucho el qué. Pero la posibilidad de razonamiento liberado de tabúes, de reelaboración y experimentación, debería primar siempre en nuestras apetencias, sin perder de vista también la posibilidad de construcción o reconstrucción de un sentido colectivo de las cosas y de los espacios que las contienen.
Emanuele
Pierobon es urbanista y militante de los nuevos enfoques a la planificación
inspirados por el paradigma de la sostenibilidad y por la ampliación de la
esfera pública. Vive y trabaja en Madrid desde 2003, habiéndose ocupado entre
otros aspectos de planificación estratégica, protección del paisaje,
recualificación urbana, participación ciudadana, y planes de movilidad
sostenible.
En un breve comunicado publicado en su página web, World Padel Tour anunció que la prueba de Mérida quedaba suspendida finalmente, a la espera de nombrar una nueva sede.
Créditos de imágenes:
Imagen 01: Semifinales y final del World Padel Tour de Cáceres, 2014 (fuente: http://www.elconfidencial.com)
Imagen 02: Gladys Roy e Ivan Unger juegan al tenis sobre una avioneta en pleno vuelo, 1925 (fuente: http://www.airspacemag.com)
Imagen 03: Origen del Jazz tras la Guerra Civil americana (fuente: http://www.eleanorigby.com)
Imagen 04: Pink Floyd en vivo en Venecia, 1989 (fuente: www.musicpost.it)
Revista Arquitectura
De pádel y alrededores: sobre los usos descontextualizados y la idea de cultura
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