Revista Literatura

De paseo por el bosque

Por Moradadelbuho @moradadelbuho

 

De paseo por el bosque

Zócalo

Hace algunos años con mi anterior pareja, que por motivos de su trabajo como político no me es posible revelar mayores datos, solíamos salir los fines de semana a lugares apartados para estar juntos, sin embargo, un día nuestra visita al bosque se convirtió en una de las experiencias eróticas más inolvidables en mi vida.

Regularmente muchas parejas tienden a encasillare sus relaciones sexuales a un mismo espacio: la cama. No obstante, con un poco de imaginación puedes llevar a cabo las fantasías más atrevidas para que ambos queden satisfechos, en lugares tan inesperados como la oficina, el coche, un bosque e incluso la calle, pero eso son otras historias.

Aquella tarde, mi anterior pareja y yo emprendimos el camino hacia un lugar apartado de la ciudad, con la finalidad de crear un ambiente romántico en pleno bosque, por lo que preparé todo para volverlo loco de pasión, lo cual siempre me resultó bastante sencillo. Debo reconocer que nuestra relación siempre se basó precisamente en la pasión, por lo que nuestras ocurrencias en ocasiones nos metieron en algunos problemas. Ese día decidí ponerme un boxer muy ceñido al cuerpo que se ajusta muy bien a esas partes que nos encantan, también vestí unos pantalones que él mismo me había comentado que le fascinaban verme puestos, me perfumé con la fragancia que uso habitualmente y por último una camiseta común y corriente.

Todo el camino fuimos tomados de la mano y tocándonos morbosamente para iniciar así nuestro juego sexual del día, me hacia comentarios muy cachondos sobre la forma en la que iba vestido y los deseos que tenía de llevarme completamente desnudo a su lado. A estas insinuaciones yo respondía acariciándole la polla encima del pantalón para inquietarlo mientras conducía, me acercaba a su oído para susurrarle algunos de mis planes para esa tarde, buscando con toda intención provocarle una erección como las que normalmente tenía simplemente al sentirme cerca. Cuando estuvimos alejados de todo contacto con la civilización, decidí que era el momento de probar nuevamente esa rica polla que en otras ocasiones vibraba entre mis labios con cada succión, a lo que él respondía con leves jadeos y poniendo su mano sobre mi cabeza, mientras acariciaba mi cabello y me obligaba a tragarme su miembro de muy buenas dimensiones.

El tipo en cuestión si bien no es un hombre del todo guapo, si tiene una personalidad impactante que sabe manejar muy bien, de cabello rizado y labios delgados, mi anterior pareja es un hombre que se acerca a los 30 años con un excelente gusto para vestir y una sensualidad que se derrama por cada poro, de manos bien cuidadas y ojos expresivos era quien podía poseerme en el momento que lo deseara con tanto solo pedírmelo.

Ya muy caliente por el jugueteo de mi lengua en su polla y sus testículos, me sugirió que me quitara la camiseta para quedar así semidesnudo ante sus deseos, comenzó a tocarme la espalda (que reconozco es uno de mis puntos débiles), recorría con un solo dedo de mi nunca en línea recta a mis nalgas para después hacer círculos en ella que me electrizaban, sin que dejara libre a su miembro capturado por mi garganta húmeda continuaba conduciendo y a la expectativa de que algún coche se acercara.

Cuando ya no pudo más, detuvo el coche a una orilla del camino para abalanzarse sobre mi, con la fuerza y la pasión con la que le gustaba poseerme, me apretaba los pezones con fuerza provocándome que jadeara ante su envite, mientras sus labios se fundían con los míos en interminables besos salvajes y apasionados, fue así como con su polla fuera se extendió en plenitud, lo pegaba a mi cuerpo en un claro reto.

Totalmente fuera de sí, me tomó de las muñecas para sujetarme con fuerza y así tener todo el control sobre mi cuerpo, besándome y recorriendo mi cuello y pecho son su traviesa lengua, liberándome decidió que esos pantalones que tanto le gustaba verme puestos estaban de más en la escena por lo que con rapidez los bajó por mis piernas dejándome solamente con los tenis.

Me ordenó que me pusiera de espaldas deteniendo mis manos en el borde de la ventana de mi lado para después sujetarme por la cintura con esas manos que me derretían al contacto. Con gran delicadeza recorrió mis nalgas con sus manos, acariciando con uno de sus dedos mi ano para que sorpresivamente me lo introdujera sin más ni más, el dolor natural se combinaba con el inmenso placer que sentía con ese movimiento en círculos que hacía dentro de mi. No satisfecho con esto y totalmente caliente, introdujo un segundo dedo que provocó en mi un grito de placer que lo excitó aún más. Ya que me tenía abierto no pudo contenerse más y se acomodó de tal forma que su vibrante polla se acomodó entre mis nalgas para penetrarme con la furia que el momento exigía.

Sus movimientos pélvicos eran desenfrenados mientras mi ano alojaba al deseado huésped, para darle mayor gozo comencé a moverme a su ritmo mientras que con una mano tomaba entre mi dedos ese par de testículos peludos que antes había acariciado, besado y lamido de arriba a abajo. Mientras que con una mano me tomaba de la cintura, la otra quedó libre para darme nalgadas con cada encontronazo entre nuestros cuerpos ardientes.

De repente, ocurrió algo inesperado, un automovilista se acercaba sobre el camino en sentido contrario al nuestro, pero era tal el momento de lujuria que ninguno de los dos podía detenerse. Al momento de pasar a un costado de nuestro coche, me pude dar cuenta que quien conducía giró su mirada hacia nosotros, con toda seguridad se dio cuenta del momento de pasión entre dos hombres sobre el camino, sin embargo, no detuvo su camino ni siquiera aceleró para alejarse lo más pronto posible.

La situación logró mejorar lo que de por si ya era genial, la adrenalina que liberamos nos sirvió para disfrutar aún más de ese momento donde nuestros cuerpos fundidos en uno solo habían sido visto por un tercero. Mi anterior pareja se excitó aún más, empezando a decirme al oído lo caliente que le ponía todo eso, a lo que respondí que continuara que yo me sentía igual o más y así siguió penetrando hasta que sentí la fuerza de un chorro de semen en mi interior y una especie de rugido provocado por la salida de tanta energía, mientras yo le respondía de la misma forma.

Pero esa tarde de paseo fue mucho más que esa experiencia voyerista en el coche, pues todavía nos faltaba mucho más que vivir y derramar…

Bruno Fernández (@BrunoFdz)


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