En ocasiones me parece estar viviendo en una producción de Hollywood. No por el glamour. Por la velocidad o intensidad de los acontecimientos. Por la sucesión altamente improbable de hechos con toque melodramático.
No puedo quejarme en absoluto de una vida anodina. Bajo una apariencia de lo más común, ya acumulo varias decenas de experiencias y escenas que bien podrían entretener a mis nietos. Y sin necesidad alguna de recurrir a la exageración o a la invención.
Sin embargo no pienso, al menos de momento, escribir una autobiografía. Si yo la leyera, no le daría crédito. Y como novela creo parecería pueril.
Mejor lo reservo para amenizar las veladas con mis niños. Pensarán: “la abuela chochea… pero cómo me gustan sus historias”.