Pensar en voz alta en vez de hacerlo a solas. Es una cura del pensamiento endogámico: dialogar significa dudar, compartir, debatir, ejercitar y poner a prueba supuestos, primero entre amigos, luego con quienes se ponen en la acera contraria, después en forma pública ya en redes, ya sea en clubes de networking como en escuelas. En una red bien construida, la inteligencia colectiva no quita la individual sino que la pone a prueba.
Ya dije más de una vez que no se necesita ser rico para dar subvenciones, ni ser una institución. Sin un esfuerzo individual no remunerado en favor del bien común, de la sociedad, ésta tarde o temprano se empobrece. Mi pequeño esfuerzo de dar un servicio de forma gratuita tendrá menos impacto directo que indirecto: puede que favorezca a algunos emprendedores, pero espero que otros profesionales puedan mejorar mi modelo de mentoring ad-honorem. Contribuir a mejorar al Sistema sin mediar recompensa económica es una forma de agradecer a la sociedad el espacio que disfrutamos como profesionales, más allá de si tenemos mucho o poco trabajo; muchos o pocos recursos.
Pero -siempre los pero- hay que medir. El problema de la mala gestión del tiempo resulta peor que el lanzarse sobre Hoosuite, IFTTT, Dlvr.it y demás a automatizar y programar tweets antes que diseñar una estrategia y un plan de acciones para alcanzarla. Frío en la espina dorsal da la frase “no tengo tiempo” cuando nunca se han medido tareas habituales como escribir un articulo, investigar /planear /producir /seleccionar fotos o escribir un tweet. Por eso, medir va primero. En este caso, cuantificar un recurso y medir su consumo. Horas dedicadas, horas consumidas.
Parto de un punto sencillo: sabemos que nuestra guía va dirigida a solucionar la carencia de estrategia, una percepción desviada o incorrecta, un apoyo en el diseño de planes o la primera, la gestión planificada de tiempo y en todos los casos nos encontramos con tres tipos diferenciados de proyectos (ya en emprendedores, ya en empresas consolidadas):
Esto de “los vírgenes, los maduros y los golpeados” me hace acordar a no se qué Spaghetti western …
- Emprendedores Vírgenes (primer proyecto, sin experiencia en gestión, en lanzamientos o en cambiar el modelo en caso de una empresa)
- Emprendedores Maduros (varios proyectos en el pasado, un mix presentable de éxitos y fracasos, un horizonte claro, medible y sensato de objetivos)
- Emprendedores Golpeados (fracasos varios en el haber, inseguridad en repetir experiencias dolorosas pero motivados a la acción de volver a intentarlo)
De esta terna, los maduros siempre han pedido un mentoring de pago, sin discutir la necesidad de recursos involucrados. Vírgenes y golpeados son piezas de tango. Pero por quedar en los arrabales y fuera del foco de inversores me parece que son interesantes fuentes de trabajo. Y por supuesto, son los que necesitan de esa subvención, de esa consultoría gratuita.
La pregunta que resume la situación es ¿merece más una subvención particular en forma de consultoría un emprendedor golpeado que uno virgen?
Disecciono la cuestión para entendernos:
- Hay una demanda profesional (de mentoring, de asesoría, de orientación).
- El problema de iliquidez está presente (no hay previsión o no hay recursos suficientes para pagar este servicio).
- Desde la oferta, tenemos un proyecto ad-honorem en activo (cuantificado).
- Los recursos disponibles en oferta son menores a los de la demanda.
- Se necesita un protocolo para discriminar qué proyecto asumir y cuál no.
Hay más factores como la formas de asumirlo, la frecuencia o las transferencias a otro modelo (de pago, asociación, supervisión) pero el punto clave es cómo elegir, a quién dar y a quién negar en base a un protocolo previo y no por una reacción espontánea. Y yo me decantaba por apoyar a aquellos Golpeados.
Siempre, siempre, siempre volveremos sobre los pasos de Alicia
-¿Te importaría decirme qué camino debo tomar? -preguntó Alicia
-Eso depende en gran medida de adónde quieres ir – respondió el Gato
-¡No me importa mucho adónde…!
-Entonces, da igual la dirección(Alicia en el País de las Maravillas)
A la cultura corporativa latina no le agrada aquellos que fracasaron.
Salvo que hablemos de las altas esferas como es el reciente caso de Rodrigo Rato en España (siendo nombrado uno de los peores ejecutivos mundiales, con altos indices de fracaso, es premiado como consejero asesor de Telefónica), en el caso de los emprendedores se toma mucho más en cuenta lo perdido (generalmente, recursos materiales) que lo ganado (generalmente, lazos sociales, experiencia práctica, conocimiento analítico). Bancos, inversores, academias o administraciones del Estado les humillan de forma similar, les alejan de volver a intentarlo.
Pero si olvidamos corporativamente a los que tienen experiencia en construir realidades, peligra nuestro viaje empresarial en repetir viejos accidentes ya conocidos. Me queda claro que nunca seremos el espacio en el globo donde los emprendedores serán aplaudidos por intentarlo de nuevo: Cristóbal Colón o Marco Polo son excepciones culturales en nuestra memoria por parte de Europa que en la América latina se vuelve más compleja, nutrida de su propia historia, pero que no se seguramente no se contagia del fervor emprendedor de EE.UU.
Si “la percepción se antepone a la interpretación”, la realidad sólo puede ser fruto de aquella interpretación de lo que percibo. Esto significa que si persigo una realidad X (hacerme más rico, tener una gran empresa) voy a corromper mi interpretación para que encaje más allá de lo percibido.
Si por el contrario, busco percibir cómo descubrir patrones, puedo entrenar mi interpretación para modelar mejor lo que creo real.Lo que me lleva a la idea de esta mañana: a quien hay que apoyar sin dudas es a los emprendedores que han fracasado mejorando cada vez más que a los exitosos que han repetido patrones. El éxito (una realidad Y) enseña (interpretación Y1) sólo a través de entender las variables fundamentales (percepción Y2).
Aún más, aquellos emprendedores que entienden que fracasaron en el pasado por exclusiva responsabilidad suya estarían primeros en la lista, pues el error tiene voz propia. Si cambiamos nuestra forma de mirar, corrigiéndola, mejorándola estamos más cerca de interpretar una realidad que se acople fluidamente con lo que el mercado desea o desearía.
Esta fue mi propuesta para el debate. Más que lo que yo pueda hacer o dejar de hacer con mi mentoring ad-honorem el eje me superó ya que en este jugaban criterios sobre qué tipo de sociedad emprendedora apoyar, es decir si queremos privilegiar la sociedad de los maduros emprendedores versus la sociedad de los nuevos emprendedores.
Si nos quitamos la filosofía barata, insípida y descafeinada, debemos caer en cuenta en que no se puede hacer una tortilla al gusto de todos. Decidir significa abortar ideas, matar posibilidades, acabar con ciertos caminos, lastimar los sentimientos de gente cercana. Si vas a tomar decisiones que no aborta ideas geniales, que no mata posibilidades brillantes, que no acaba con caminos a nuevos y utópicos mundos y si nadie se siente herido por lo que acabas de hacer, posiblemente tu trabajo sea demasiado sencillo para ser divertido. ¿Quieres vender agua azucarada el resto de tu vida, o quieres hacer historia? que diría el viejo Jobs.
Digamos que cuando un emprendedor se ha ensuciado los dedos y ha jugado al filo de sus convicciones, lleva el peso de su historia encima y no es una carga liviana. Pero la pregunta resiste ¿es eso suficiente?. Aquí nacen los inconvenientes, de los que cito:
- Clasificar a los emprendedores por fracasos es complejo (gracias David A.)
- Debatir un modelo privado no es comparable a uno público (gracias Joaquín M.)
- La debilidad del planteamiento es cómo medir y comparar fracasos (gracias Claudia C.)
- El impacto de las pérdidas siempre es subjetivo, es una realidad, es individual.
- Premiar por fracasar es injusto. El premio es por conseguir objetivos, por seguir en acción a pesar de un fracaso.
- Premiar a emprendedores experimentados locales es injusto con los que emprenden sin barreras regionales.
Debate abierto
El #SocialMedia ha hecho que las empresas más fuertes no sean las más grandes, sino las más rápidas. #rrhh
— Maria (@mariaredondo) enero 14, 2013
Para mi modelo, esto resulta más que suficiente para empezar la evaluación, pero creo que el debate puede ir más allá, que puede extrapolarse y hacernos pensar en qué clase de emprendedores debemos apoyar en nuestra sociedad. ¿Significa que dejaremos de a apoyar un emprendimiento por ser el primero? Es probable. Puede que sea un acto de inflexibilidad.
En todo caso, es un debate que nos enriquecería, tanto que apoyemos una u otra posición. Menos, la de quedarnos en silencio.