El Partido Animalista (PACMA), que alcanzó 176.000 votos en las elecciones europeas, envió gran número de simpatizantes ante el domicilio de Teresa Romero, la auxiliar de enfermería contagiada con ébola, para impedir que los veterinarios, vestidos de astronautas para evitar contagios, sacrificaran su perro Excálibur, que podría estar infectado por ese virus que apareció primero en los animales.
Era un mestizo grande y apacible de 12 años al que Javier Limón, militante del PACMA y marido de Teresa, dejó encerrado en casa con gran provisión de pienso y la bañera llena de agua para que sobreviera en ausencia de ambos, aislados ahora en el hospital Carlos III de Madrid.
El ébola es una enfermedad tan desconocida que no se sabe si la enfermera pudo haber contagiado o no al animal, aunque aparentemente no lo haya hecho a su marido.
En los sondeos que hacen los periódicos entre sus lectores, en algunos casos hasta el setenta por ciento pide que no se sacrifique a Excálibur.
Sin embargo, dentro de tres o cuatro años harán como prácticamente todos los dueños de animales: aplicarles la eutanasia para evitarle los grandes sufrimientos de la vejez canina.
El animalismo es un sentimiento ocasionalmente suicida. Si Excálibur sufriera el contagio sería un terrible peligro al no poder ponerse a su servicio los ingentes medios preventivos que incluso fallaron con Teresa Romero.
Y el perro le hace recordar a los veterinarios que la rabia es una enfermedad parecida, aunque incurable, que se transmite por los mismos fluidos corporales que el ébola.
Se afirma que el ébola tiene solamente 21 días de incubación, pero en EE.UU. ha habido un caso de recaída; la rabia se incuba ocasionalmente durante sesenta días.
Un profesor en la Facultad de Veterinaria se pregunta si quizás hay más paralelismos entre ambos virus y si los períodos de incubación no podrían parecerse también.
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SALAS