Revista Opinión

De Personas y Mascotas

Publicado el 28 marzo 2018 por Carlosgu82

La primera vez que vi la película “La razón de estar contigo” (A dog’s purpose), relato de un perro, que siendo consciente de sus experiencias de  reencarnación,  narra lo sucedido en varias de sus vidas, me sentí muy conmovida; recordé las experiencias compartidas con mis amadas mascotas durante muchos años. Verla por segunda vez, me hizo reflexionar sobre la relación entre las personas y el reino animal.

En principio me pareció injusto y algo cruel, que el perro consciente de todas sus vidas, hiciera comparaciones y determinara cuál vida y cuál dueño eran sus favoritos. ¿Por qué injusto y cruel? Porque cada dueño le atendió lo mejor que podía, dadas sus circunstancias. Yo, que amo mis animales, no me imagino que pensaran: ah, me trata bien, pero esta no es mi vida favorita.

Regresemos al mundo en que vivimos. Un animal es energía caracterizada según la especie; instinto y sensaciones. Los animales viven en tiempo real. Están atentos, aquí y ahora. No piensan en el pasado ni en el futuro. Se dedican a ser. Existen y manifiestan lo que sienten, según lo que viven en el momento. Sus recuerdos se activan a través de las circunstancias presentes. Si a un perro alguna vez lo asustó un camión, se asusta cuando ve uno, pero no mantiene el camión en su mente todo el tiempo. Entonces, el animal no está pendiente de comparar situaciones. Simplemente las vive, determina si son agradables o no tanto, y actúa en consecuencia. Por tanto, reacciona coherentemente.

Sintetizando la teoría de la reencarnación, se dice que los seres vivimos una y otra vez para perfeccionarnos, evolucionar y hacernos más conscientes. Que en cada vida, olvidamos las vidas anteriores para permitirnos comenzar de nuevo, sin culpas ni arrepentimientos que dificulten el progreso. Evolucionar, implica aceptar los acontecimientos, buscando en ellos la oportunidad de ser mejores, aun al atravesar circunstancias difíciles o poco favorables. Implica ser, pensar y actuar coherentemente.

Por tanto, ya no me preocupa pensar si mis mascotas me consideran su mejor opción; más bien, me ocupo de darles amor incondicional, que incluye afecto, respeto mutuo y satisfacer sus necesidades básicas de protección y sustento. En retribución, las mascotas son maestras del amor verdadero, porque, como los ciegos, su cariño no depende de lo que ven, sino de lo que perciben y sienten.


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