Esta mañana, a eso de las ocho, he tomado mi último café en un chiringuito ubicado en las tripas de Torrevieja, concretamente en la playa de "los locos". La playa, por si no lo saben, se llama así porque en los años setenta había allí un manicomio. Me cuenta Jacinto, un octogenario que conocí haciendo cola en el puesto de los churros, que todas las mañanas los locos paseaban por la orilla de la playa. Durante el paseo solían tararear: "¡Es Torrevieja un espejo/ donde Cuba se mira y, al verla/ suspira y se siente feliz!". Un día, un loco se escapó del manicomio y nunca más se supo de él. Desde aquel entonces, cuentan los pescadores, que durante la noche de San Juan, Juan - el loco que se escapó del manicomio - canta la habanera mientras cientos de jóvenes saltan las hogueras.
Jacinto es un lector de pura cepa, de esos que se chupan la yema de los dedos para pasar las páginas del periódico. Le gusta tanto la política que durante la guerra civil, luchó con los maquis desde las trincheras de Sierra Morena. Antifranquista y alérgico a los curas siempre intenta explicar el presente con los retales del pasado. Dice que la derecha es como la mona que "por mucho que se vista de seda, mona se queda". Por mucho que Rajoy quiera un pacto antinatura con Sánchez, lo cierto y verdad - me cuenta Jacinto -, es que el PP y el PSOE son como el tocino y la gasolina. Uno barre para los pudientes y otro para los necesitados. Un pacto entre socialistas y populares sería como una reversión de Pretty Woman a la española. Una pareja que tendría los días contados como lo tuvo el "amor" entre Patxi y Basagoiti. Así las cosas, tan inestable es un gobierno en funciones como un ejecutivo a la italiana.
Tras ver el debate de investidura, llamé a Jacinto por teléfono para intercambiar impresiones. A las cinco de la tarde quedamos en El Capri y allí, entre cañas y gintonics, hablamos sobre el futuro de España; un país, me decía Peter - el dueño del local - que no lo arregla "ni la madre que lo parió". Aunque se convocasen nuevas elecciones - algo muy probable -, lo cierto y verdad es que "escaño arriba, escaño abajo", la configuración pluripartidista del Congreso sería similar a la que tenemos. Los grandes beneficiados serían - aplicando el sentido común - el PP y el PSOE. El primero porque el voto útil serviría para dar un nuevo mordisco a las filas de Ciudadanos. El segundo, porque la "intransigencia" de Sánchez serviría para atraer a su feudo a miles de votantes volátiles de la izquierda. Podemos, por su parte, se quedaría a años luz del"sorpasso". No olvidemos que los casos Monedero, Errejón y Echenique han roto la magia que despertó el líder de la coleta y su discurso "anticastista".
En España, le contaba a Jacinto, no estamos preparados para una coalición a la alemana. En primer lugar, el modelo periodístico que tenemos no se ajusta a las necesidades del presente. Tenemos una prensa previsible al servicio de los partidos. Una prensa, verdad de las grandes, distinta al modelo alemán, y alejada, por supuesto, de Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda. Tenemos una prensa de tintes ideológicos que ilustra y perpetúa las heridas del pasado. Así las cosas, el sesgo editorial entorpece la edificación de un ideario colectivo, tolerante con los efectos de la democracia representativa. En segundo lugar, el debate de investidura ha sido una escenificación del pluralismo polarizado que nos envuelve. Un pluralismo amurallado que lucha desde sus trincheras para volver al modelo bipartidista de los tiempos "Juancarlistas". Así las cosas, resulta muy probable que tengamos terceras, cuartas y hasta quintas elecciones. Las tendremos, estimados lectores, porque en este país de luces cortas, no estamos preparados para pensar como alemanes.