Revista Arquitectura

De premios y vanidades

Por Arquitectamos
Hace unos días se ha otorgado el Premio Pritzker, que, en una muestra perenne de paletería y de provincianismo hirsuto, todo el mundo ha vuelto a decir que es el Premio Nobel de la Arquitectura. Vamos a ver: Que la gente de la calle no sepa qué es eso del Premio Pritzker es natural (ya es sorprendente que lo sepamos los arquitectos; y yo diría que ni siquiera todos), pero que, para resaltar su supuesta importancia se diga -todos, todos, todos los años; uno detrás de otro- que es el Nobel de la Arquitectura es patético, ridículo. ¿Por qué narices va a ser el Pritzker equivalente al Nobel? ¿A santo de qué? ¿Tiene el Premio Nobel la modalidad de Arquitectura? No. Pues ya está. Pues tan a gusto. Como no la tiene de Música, de Chapa y Pintura ni de Conserva de Pescado. Reconozcámoslo con tranquilidad de espíritu, con gesto apacible e incluso con gratitud: No todas las actividades humanas son premiadas por la Academia de Suecia. Ni siquiera por la de Noruega. No es de recibo que para intentar dignificar cualquier premio se diga sin ton ni son que es el Premio Nobel de tal o cual actividad. Además, ¿dónde está la supuesta excelencia y el supuesto prestigio del Premio Nobel para que haya que ponerlo siempre como parangón? Solemos hablar respetuosamente del Premio Nobel sin recordar que le dieron el de Literatura a Winston Churchill (1953), o el de la Paz a Menachem Begin (1978), o el de Medicina a Ramón y Cajal (1906), sí, qué bien y qué justo, pero compartido con Camilo Golgi, su oponente científico, que negó la neurona y defendió una trama celular inexistente. Y, por encima de todo, recordemos que no le dieron el de Literatura a Borges. Ah, los premios. Qué tontería. Qué estúpida vanidad.
Pues una vez dicho esto, reconozcamos que el Premio Pritzker no está mal: Más de la mitad de los premiados son buenos arquitectos. El premio lo conceden anualmente los Hoteles Hyatt (pronúnciese Jaia, que queda más chulo). ¡Qué hoteles! ¡Qué hermosura! ¡Qué amor inmarcesible por la buena arquitectura!
De premios y vanidades Hotel Hyatt Regency Cambridge Overlooking Boston Boston, Massachusetts, EE.UU.
De premios y vanidades Hotel Grand Hyatt, Santiago de Chile
Parece ser que ese amor inmarcesible es el que legitima a los dueños de estos descomunales hoteles para otorgar el premio anual al mejor arquitecto del mundo. Este año le ha caído la china al arquitecto chileno Alejandro Aravena. ¿Qué decir de él? Pues que es muy guapo. Y que tiene el pelo así, a picos. Como Son Goku.
Vale: Esto que digo es muy frívolo. Pero es así. Si ponéis Alejandro Aravena en google imágenes salen sesenta y un retratos suyos antes de ver la primera obra -y en pequeñito-, y luego siguen más retratos.
[Por favor, mira la nota al final de este texto]. Claro que es frívolo. Todo es muy frívolo. Todo es un postureo tonto que se basa en que ninguno tenemos ni idea de arquitectura ni sabemos valorarla objetivamente. Así que un gran arquitecto será más y mejor arquitecto y más y mejor loquesea si sale en las portadas de revistas de moda, si viste bien, si nos vende la moto del glamour y nos sacude a todos en este mundo de oropel y mentira. ¿Para qué hablar de arquitectura? ¿Quién narices entiende algo de arquitectura? ¿Qué es eso de la arquitectura? ¿Quién sabe a estas alturas distinguir o apreciar la buena arquitectura? No es de esto de lo que estamos hablando. No es de esto de lo que habla el Pritzker. Tan cierto es esto que el jurado del Pritzker no le da el premio (solo) por ser buen arquitecto ni por hacer buena arquitectura, sino por su "compromiso con la sociedad".
El acta dice que Alejandro Aravena "abre nuevas oportunidades a los menos privilegiados, mitiga el efecto de los desastres naturales, reduce el consumo de energía y genera nuevos espacios públicos". (Les ha faltado decir que previene la caída del cabello y que cuando hace "pop" ya no hay stop).
Es decir: Estamos ante un premio de arquitectura que no sabe valorar ni defender suficientemente la arquitectura ni quiere entrar en tan espinoso asunto y apuesta por otros conceptos y por otros valores no arquitectónicos.
Muy bien: Compromiso social. Tenemos ya el summum: No sólo es guapo, sino que se enrolla con los pobres y necesitados. Es encantador. Es para comérselo (mi editor no me deja escribir "follárselo"). ¡Maldita sea! ¡Es el puto Richard Gere! Quedamos en que Aravena se implica en facilitar las condiciones de habitación de las clases más desfavorecidas. ¿Y cómo lo hace? Pues muy fácil: Por ejemplo en la Quinta Monroy les hace media casa guay para que ellos chabolicen a su puta bola la otra media.
De premios y vanidades  1.- Se construyen medias casas muy pobres pero muy cool.
De premios y vanidades  2.- Entre cada dos mitades guays hay un espacio para hacer las otras mitades cutres.
De premios y vanidades 3.- El estado final es muy divertido. Tanto que ya podría irse a vivir allí el jurado del premio.
(Tiene tela lo que dice el acta de que este brillante arquitecto "genera nuevos espacios públicos". Lo que hay que oír. Ved en esta última foto la calidad y el carácter de esos nuevos espacios públicos).
Visto que el jurado del premio no hace tanto hincapié en la calidad arquitectónica de las obras de Aravena como en su compromiso social, podríamos proponer para el Pritzker a cualquier buen ciudadano, amable y encantador, majo majísimo que se dedique a esta profesión; que alguno hay. Sin ir más lejos, yo conozco arquitectos que detraen una buena parte de sus ingresos para colaborar con varias organizaciones de ayuda y de cooperación al desarrollo, y que pasan sus vacaciones en aldeas remotas de cualquier lugar del mundo ayudando a construir una escuela o una alcantarilla, y no por ello son candidatos al Premio Pritzker ni lo serán nunca. No conviene confundir las cosas.
A mi juicio, lo que logra Aravena con su proyecto de la Quinta Monroy es una chabolización intolerable. Eso que vemos en las fotos muestra un estado social contra el que hay que luchar, y no dudo de que la intención de Aravena sea buena, pero los métodos que emplea están viciados de origen. Y que le den un premio... como que no. Además, Aravena juega ya con ese look y con esa etiqueta de "arquitecto social" y más de una vez le vemos con esa pose. ¿Pero qué tal es como arquitecto?
A mi juicio, tiene algunos rasgos interesantes en algunas de sus obras, pero no destaca especialmente.
De premios y vanidades Casas en Villa Verde, Constitución, Chile.
Respuesta a una catástrofe natural.
Preparadas para ser espontáneamente completadas por los usuarios.
De premios y vanidades Casas en Monterrey, México. Lo mismo, pero esta vez ya se pretende controlar la completitud.
Se ofrece una "ampliación piloto", pintada de amarillo, para que al menos haya una que salga bonita en las revistas. Quiere insinuar algo espontáneo
y tal, pero tiene las mismas carpinterías que las mitades iniciales
y un gusto muy fino. Espontaneidad ma non troppo
Esas medias casas "limpias" las hace cualquier arquitecto apañado, y las otras medias "sucias" ya nos las hacen habitualmente a todos.
Habría que ser capaz de conseguir los medios, los esquemas y los modelos que permitieran a todos los seres humanos tener una casa decente, y los arquitectos deberíamos saber proporcionársela, no dejarles a su suerte para que se la hagan como puedan y como les salga. (O sea: según esta idea lo mejor que puede hacer un arquitecto ante el problema del diseño de la vivienda es dar un paso atrás y callarse. Pues vaya).
Visto el éxito, Aravena nos vuelve a mostrar algún que otro proyecto de medias casas, para que cada usuario se construya la otra media. Como si esta experiencia no la hubiéramos experimentado (y a menudo padecido) todos los arquitectos del mundo. (Algún día descubrirá que también se pueden vender solares para que cada uno se haga la casa entera). En el proceso de terminación de esas casas por los usuarios también podemos abocar a nuevos y apasionantes descubrimientos que tal vez sean objeto de nuevos premios: a) La autoconstrucción sin técnico y sin licencia.
b) La invasión de las medianerías, con los consiguientes conflictos con los colindantes. c) La habilitación clandestina de los espacios ocultos bajo las cubiertas. d) La colmatación de la edificabilidad máxima con la media casa legal, para que la otra media consiga mucho más aprovechamiento que el permitido.
e) La invasión del espacio público y/o de las zonas comunes.
f) La generación y/o supresión de servidumbres porque sí. En fin: detalles que no se le habrían ocurrido nunca a ningún promotor inmobiliario no imbuido de "compromiso con la sociedad". Porque la dimensión social de Aravena parece ser que consiste en mantener el modelo de la promoción intensiva y apretujada y del usuario-habitante alienado. No parece orientado a cambiar las cosas (el urbanismo, la arquitectura...) sino, en todo caso, a ayudar a que los más pobres puedan aspirar a un pálido y descafeinado remedo de los burguesitos, pero con materiales más pobres y peores condiciones.
De premios y vanidades
premios vanidades Quino. Mafalda. (Ejemplos de la estimable conciencia social de Susanita)
Pero vuelvo a la pregunta: ¿Eso es buena arquitectura? Nadie parece saberlo. O, mejor dicho, lo saben y prefieren no pisar ningún charco. Por otra parte, una vez que el nombre y el prestigio de Aravena suben gracias a estar "comprometido con la sociedad" le llegan también encargos más sustanciosos, ante los que se comporta como un arquitecto exitoso más:
De premios y vanidades
De premios y vanidades
De premios y vanidades
De premios y vanidades
En general son cosas que ya nos suenan de antes, pero ahora algo más flojas.
Resultados desiguales y calidad desigual, como suele ocurrir con estos estudios grandes en los que trabaja mucha gente diferente. (Por cierto: la mayoría de ellos sin cobrar). Porque esa es otra: Aravena tendrá una enorme conciencia social, pero no paga a su gente. Como buen arquitecto de prestigio internacional tiene en su estudio a muchos arquitectos jóvenes que no cobran, y que están allí tan solo por aprender y para poder poner en su curriculum que han estado en ese estudio. (Lo cual genera un círculo vicioso bastante estupidizante). Sobre este asunto de los arquitectos aprovechones y de los becarios estúpidos (que son abusados voluntariamente porque sueñan a su vez con llegar algún día al estatus de abusadores) no insisto porque ya lo cuenta José María Echarte mucho mejor que yo. Yo lo que quería era hablar de arquitectura, y no la veo. Algunas de las obras de Aravena me parecen interesantes, pero tengo amigos que las hacen iguales o mejores, y que jamás van a tener el Pritzker. Es más: estoy seguro de que en cada clase de proyectos de cada escuela de arquitectura del mundo hay dos o tres alumnos iguales o mejores. No veo nada especial en este arquitecto. De verdad. Bueno, aparte de su atractivo físico, su desparpajo y su "empuje empresarial", dignos no solo del Pritzker, sino incluso del Premio Nobel de Arquitectura.
[Nota.- Respecto a la búsqueda del nombre de Aravena en google imágenes no he sido justo. Tras leer el comentario de Hans Brinker he hecho algo que debería haber hecho antes de escribir eso: He pensado en un arquitecto contemporáneo y el primero que me ha venido a la mente ha sido Rafael Moneo. He puesto Rafael Moneo en google imágenes y ha pasado lo mismo que con Aravena.
Hacer esa prueba con Aravena y contarla no ha sido una buena idea por mi parte. Lo siento].

(Si te ha gustado esto clica en el botón g+1 que está aquí debajo. Muchas gracias).

Volver a la Portada de Logo Paperblog