Hace poco, un profesor en una clase de antropología nos habló de algo muy interesante que no había pensado. Los seres humanos somos uno de los animales más extraños que se puedan encontrar en la naturaleza. Además de ser los más desprotegidos, no poder defendernos sino agarrando un palo o materiales externos, tener una cabeza extraña y una dentadura poco útil, no fuimos hechos para pertenecer a ningún clima específico. ¿Nuestra anatomía nos permite sobrevivir al clima de montaña, de los polos, del trópico, del desierto? ¿A qué clima específico pertenece el hombre?
Foto de Camila Contreras
Somos tan extraños que nuestro cuerpo no puede darnos indicios. Somos una especie repartida por todo el planeta que se intenta adaptar al clima que se le presente y a la vegetación que encuentre. Tratamos de sobrevivir en el Ártico como en el Sahara, paisajes extremos con condiciones climáticas extremas en donde la vegetación y los animales tienen ciertas cualidades específicas que les producen sobrevivir en un entorno hostil.
Foto de Camila Contreras
La pregunta sigue rondando en mi cabeza. ¿A qué clima pertenecemos? Y si trato de darle una respuesta a mi pregunta creo que vendría siendo a un clima amistoso, mediterráneo, probablemente costero, en donde no haya mucho frío ni mucho calor. Al comenzar a describir voy dándome cuenta que termino describiendo la estación y clima que más prefiero, algo similar a la primavera o el otoño, un lugar en el espacio-tiempo en donde las temperaturas extremas no existen y la fría brisa equilibra los rayos de sol que a veces se salen de control. Ese sería mi lugar.
¿Y ustedes, a qué clima pertenecen?