Dicen que algunos libros y autores cambian un poco tu vida.
Y es cierto. Aunque sea lo justo, lo imprescindible, sólo medio grado en tu dirección, en tus emociones y en tus ideas. Yo creo que en mi vida hay un antes y un después de "Crimen y Castigo", de "Madame Bovary", de Ray Bradbury y Lovecraft, de "Cinco horas con Mario", de Richard Ford y John Cheever, de Bukowski y Pedro Juan Gutiérrez, de "Nuestra Señora de París" y "El Anticristo", de los cuentos de Ignacio Aldecoa... y, como no, de Raymond Carver.
Raymond nace en mayo de 1938 en Oregon y muere de cáncer de pulmón a los 50 años. Demasiado temprano para cualquiera, y más para un gran escritor como Carver, con talento y tiempo de sobra por delante para continuar fabricando el resto de su enorme obra durante esos sus años perdidos, que ya nunca fueron.
Así que Carver se especializa en el relato, en el cuento breve, en su mejor tradición norteamericana-O´Connor, Faulkner, Capote...-, después de renegar de los grandes novelones ampulosos, con pasajes gratuitos e hinchados hasta el aburrimiento( "Aun a riesgo de parecer trivial, el escritor debe evitar el bostezo, el espanto de sus lectores") de los escritores del momento que se aventuraban por los senderos mitólogicos del subconsciente norteamericano en la búsqueda de lo que ellos llamaban "la gran novela americana", una especie de contenedor omnisciente que resumiese absolutamente todo lo fundamental, lo esencial de la cultura y cosmogonía norteamericana(algunos críticos consideran que esta "gran novela americana" ya está escrita: "Moby Dick", "El ángel que nos mira", "La hoguera de las vanidades"...)
Mientras los demás escritores de su generación buscan el dorado, la gran novela, Carver cuenta cada una de las palabras que escribe. Utiliza solamente las imprescindibles. Pura economía narrativa. Opera por sustracción. Lenguaje directo, desnudo, crudo. Pulsa las palabras con encomiable precisión de cirujano. Radiografía en tres líneas- con la maestría absoluta del fabulador nato que no necesita más que dos palmos de papel para moverse- las tormentas cotidianas, las motivaciones y los sentimientos más profundos de los personajes, esas telarañas ocultas que nos crecen por dentro y por las que corretean nuestros fantasmas, fobias, dudas, obsesiones, miedos...
Sus relatos lo tienen. Tienen la magia, , la capacidad de revelar lo insólito y extraordinario bajo el barniz de las apariencias y lo cotidiano. Un fugaz chispazo en mitad de un relato que consigue que nosotros, asombrados lectores, nos convirtamos en testigos privilegiados de algunas de esas naturalezas ocultas, de los interrogantes que nos zarandean sin piedad, de los mimbres apenas vislumbrados o verbalizados de nuestras almas, si es que tal cosa es posible.
Esa capacidad para recrear atmósferas, climas, hurgar en nuestras latitudes más recónditas, atravesar el alma de los personajes con la delicadeza del orfebre que suelda una filigrana al aire... no se aprende en ninguna universidad.
No hay ninguna carrera que enseñe a comprender, asimilar y poder verbalizar el tedio, el equilibrio entre la levedad y el peso, la trascendencia de lo cotidiano, la incredulidad ante la existencia o la profunda alegría de estar vivo.
Roberto Bolaño("Los Detectives Salvajes") dijo de Carver que era, quizás, el mejor cuentista del siglo XX.
Altman rodó "Vidas Cruzadas" a partir de varios cuentos de Carver.
Me gusta mucho esa definición de V.S. Pritcher de que "el cuento es algo vislumbrado con el rabillo del ojo".
Detrás de esa realidad implacable de los personajes de Carver, de parejas que se ponen a hablar de sus temores y enfermedades en cama a las tres de la madrugada, de hijos que buscan a sus padres, de tipos solitarios y sin trabajo en barras de bar, de secretos familiares que se revelan cuando menos se los espera... detrás de todo esto contamos solamente con un par de certezas:
1) que lo invisible pesa y que por mucho esfuerzo y raciocinio que le pongamos a la cosa, la vida continúa siendo un gran misterio.
2) que sin leer "Catedral", "De qué hablamos cuando hablamos de amor", "Si me necesitas, llámame", "¿Quieres hacer el favor de callarte?" o "Tres rosas amarillas"... no sabremos nunca hasta qué punto Raymond Carver nos puede haber cambiado un poco la vida.
Aunque sea un simple grado de conocimiento y felicidad.
"Me gusta hacerlo así cuando siento que una nueva historia me amenaza. Y siento que de esa propia amenaza puede surgir el texto. En ella se contiene la tensión, el sentimiento de que algo va a ocurrir, la certeza de que las cosas están como dormidas y prestas a despertar; e incluso la sensación de que no puede surgir de ello una historia. Pues esa tensión es parte fundamental de la historia, en tanto que las palabras convenientemente unidas pueden irla desvelando, cobrando forma en el cuento. Y también son importantes las cosas que dejamos fuera, pues aún desechándolas siguen implícitas en la narración, en ese espacio bruñido (y a veces fragmentario e inestable) que es sustrato de todas las cosas"(Carver)
Saludos de Jim. Y sin heroísmos, por favor.