Revista En Femenino

… de que mis hijos aprendan por ciencia infusa

Por Arusca @contrasypros

Tengo tres hijos que valen un tesoro. Es más, ellos mismos son un tesoro. De su padre y mío… nuestro tessssorooo… Como dice María Isabel, son niños buenos (nobles, sin maldad), lo que no significa que se porten bien a cada instante del día. Pero ahí estamos el Tripadre y yo para educarles, decirles lo que está bien y lo que no lo está tanto, enseñarles lo que se debe hacer y lo que no se debe.

Es un arduo trabajo. Cualquiera que tenga hijos lo sabe (y quien no los tenga, supongo que se lo imagina). Y, como dice el Tripadre, aunque él pone su granito de arena, la verdad es que, al pasar mucho más tiempo conmigo que con cualquier otra persona, el mérito de sus logros (así como la culpa de sus fracasos) me lo suelo llevar yo… ¿o no…?

Desde que nació el Mayor llevo oyendo cosas como que el niño es buenísimo por comer bien o dormir una siesta de 3 horas o no llorar tras una mañana entera en el carro. Éstas son cosas en las que yo ni pincho ni corto. Porque por mucho que yo me empeñe, él no va a dormir más horas de siesta de las que le pida su cuerpo, por poner un ejemplo. Con el Mediano se repitió la historia. Y, por supuesto, con el Peque también.

Sin embargo, hay otras cosas en las que el Tripadre y yo nos hemos esforzado mucho para que aprendan y se comporten. Por ejemplo, si dicen palabrotas y les regañamos o castigamos y entonces empiezan a decirlas menos, creo que está claro que el Tripadre y yo algo tenemos que ver.

Otro caso. Me he pasado lo que llevamos de verano diciéndoles, antes de ir a la piscina, que nos vamos a casa cuando yo diga porque si no, al día siguiente no volvemos. ¿Y qué pasa? Pues que he conseguido que no pongan pegas cuando les digo que ha llegado la hora de marcharnos de la piscina.

Como esto que aquí os cuento, tengo más ejemplos guardados en la manga. Pero creo que con estos he conseguido que entendáis lo que quiero decir. Quizás me equivoque, pero me parece que está clara la labor del Tripadre y mía. Obviamente, el carácter de mis hijos influye. Eso no lo pongo en duda. Si fueran niños más peleones, a quienes les diera igual no ir a la piscina al día siguiente o quedarse sin un chicle después de decir una palabrota, nosotros, como padres, deberíamos buscarnos las vueltas hasta dar con algo que funcione para que aprendan lo que tratamos de enseñarles.

Ya lo he dicho muchas veces, esto nos funciona a nosotros porque funciona con nuestros hijos. Los padres son quienes mejor conocen a sus hijos y, por tanto, quienes mejor saben qué método de educación les conviene utilizar en función de cómo sea su hijo.

Pero a lo que iba yo hoy. El caso es que aún hay quien pone en duda esta labor pa/materna. Me explico. ¿Que el niño se va unos días con la abuela y se sale de la piscina en cuanto ella dice “a casa”? Pues eso es porque el niño es bueno y obediente de por sí, no porque yo haya tenido algo que ver. Curioso, pues aún recuerdo los pollos que me montaba el Mayor en el parque cuando el Mediano tenía apenas un año porque no quería volverse a casa.

¿Que los niños recogen los juguetes al terminar de jugar? Eso es porque son así, tienen esa naturaleza. Que yo me pase horas repitiéndoles que hay que guardar las cosas después de jugar con ellas porque si no el próximo día que vayan a buscarlas no sabrán dónde las han puesto y, por tanto, no podrán jugar con ellas, tampoco tiene nada que ver. Es que ellos son así.

CONTRAS:

  1. Como madre, no espero que nadie me haga la ola por educar y enseñar a mis hijos. Es mi labor. Es mi trabajo. Tampoco exijo que nade me reconozca dicha labor. Es más, yo creo que se le presupone a cada padre y madre. Ahora bien, tampoco quiero que nadie desmerezca mi esfuerzo.

  2. Si se me ocurre decir que eso se lo hemos enseñado su padre o/y yo, muchas veces me encuentro con la siguiente contestación: “anda, eso es porque el niño es así, que si no, por mucho que tú le dijeras, ¿crees que él iba a recoger los juguetes/salirse el agua/dejar de decir palabrotas/etc.?”. La cara de estúpida que se me queda debe de ser todo un poema. En ese momento me doy cuenta de que, por mucho que yo diga, es una batalla perdida de antemano para mí.

PROS:

  1. Aun con todo esto que hoy os cuento, nadie me quita la satisfacción de ver a mis hijos aprender a diferenciar lo que está bien hecho de lo que no. Para mí no hay mejor recompensa que ésa.

  2. He aprendido que, muchas veces, ante tales comentarios, es mejor hacer oídos sordos porque, si no, tendría que mandar a la mierda a más de uno o morderme la lengua y no estoy por la labor de hacer ninguna de estas dos últimas cosas. Por mi salud mental.

No sé si vosotros también os habéis encontrado en situaciones así. Pero, si es el caso, me encantaría que me las contarais y cuál es vuestra reacción ante ellas. Lo mismo me dais alguna idea

;-)
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