Revista Cultura y Ocio

¿De qué se defiende Europa cuando decide defenderse?

Por Harendt
¿De qué se defiende Europa cuando decide defenderse?


El rearme de la UE por su seguridad supone respaldar los valores de la civilización y el Estado de bienestar frente a la tecnobarbarie de sus enemigos, escribe en El País [¿Qué defiende Europa cuando se defiende?, 14/03/2025] el profesor y crítico literario Jordi Gracia.

El más complejo y ambicioso invento de la historia contemporánea ha sido la creación imperfecta y a sacudidas de la Unión Europea, que a su vez significa haber extinguido la guerra como tradicional modo de relacionarse de las naciones y la implantación en su perímetro del Estado de derecho y, en particular, el inaudito Estado de bienestar. En su origen fue una medida preventiva dictada por el pavor y la pura tragedia: la UE se construye como proyecto político sobre decenas de millones de cadáveres (jóvenes) y toneladas de destrucción tras dos guerras en suelo europeo en el plazo de 30 años (o sea, en un suspiro). En los siguientes 80 años, desde 1945 y hasta ahora, la UE logró que la arraigada práctica de masacrarse entre sí quedase limitada a unos pocos conflictos trágicos, que van desde la guerra de Yugoslavia hasta la actual guerra lanzada por Putin contra Ucrania.

Este proyecto es el que vive hoy el asalto metódico y multifactorial de una alianza imprevista entre Trump y Putin, socios en el objetivo de debilitar y frustrar lo que encarna la UE. Esa determinación política es, en realidad, producto directo del éxito de la UE como proyecto compartido pero a la vez delata el oportunismo de las dos potencias para aprovechar los efectos democráticamente corrosivos de los errores cometidos en la UE durante la última década y media. El mejor invento de la historia de Occidente ha resultado ser imperfecto y muy frustrante para un porcentaje creciente de la ciudadanía europea. La expresión más cruda y desapacible es el ascenso de la ultraderecha descreída de la UE y el impulso que encontraron desde 2008 gracias a la pésima gestión de la Gran Recesión y el multimillonario reguero de víctimas sociolaborales que dejó ese calamitoso manejo. El efecto colateral maligno fue la convicción creciente de que la democracia y su burocracia laberíntica hicieron prevalecer los intereses de las entidades bancarias y las grandes empresas antes que la voluntad de mantener condiciones de vida dignas a la inmensa mayoría. Hoy, el agujero negro icónico de esa gestión catastrófica es la lacra de la vivienda inaccesible para segmentos de población que no son ya los pobres sino también los hijos de las clases medias.

Lo que la UE estropeó dentro de casa (la confianza de la ciudadanía en una prosperidad razonable) solo la UE podrá resolverlo. El rearme disuasorio en favor de Ucrania significa reimpulsar la integración europea y su culminación en una federación de Estados confabulada en defensa de las virtudes del Estado de bienestar como palanca de la prosperidad de las mayorías. Sin la convicción masiva en la UE de que este proyecto es el mejor de los posibles, el futuro solo podrá ir hacia atrás, en un retroceso suicida hacia la Europa de los Estados donde prevalecen los intereses nacionales y nacionalistas de cada país por encima de los comunes y federados. La división interna hace el juego a quienes buscan debilitar el modelo de las sociedades del bienestar para prosperar en el rico mercado europeo sin freno, sin impuestos, sin límites a la rapacidad del tecnocapitalismo y a costa de los ciudadanos.

La actual alianza de la Casa Blanca con los gigantes tecnológicos y sus plataformas de desinformación invasiva no va exactamente destinada a la destrucción de la UE, sino a surfearla u orillarla ignorando la regulación tributaria y forzando la eliminación de las normas que el Estado impone a las empresas privadas, grandes y pequeñas. Eso a su vez significa garantizar la impunidad de la polución informativa de la extrema derecha en suelo europeo, es decir, fomentar y aclimatar como natural y aceptable el discurso del hastío, la ira, la impugnación y finalmente la antipolítica como falsa solución expeditiva: voto ultra y antisistema.

No es ya una conjetura delirante que Putin se convierta en la bisagra que mantenga en equilibrio el antagonismo pactado entre Trump y China. El reparto excluye necesariamente a la UE, que es intervencionista y metomentodo, que no tolera la prepotencia empresarial a costa de los ciudadanos, y cree en el Estado de bienestar como principal conquista (recentísima) del siglo XX. La UE tiene destinado en ese cuadro el papel aburridísimo de una reserva espiritual de Occidente que no ha entendido los nuevos tiempos cuando, en realidad, encarna la mejor vanguardia civilizatoria y humanista de los viejos y los nuevos tiempos. El Estado de bienestar nació exactamente para neutralizar esa prepotencia de puertas adentro y de puertas afuera: por eso choca directamente con los intereses depredadores del neocolonialismo híbrido y neoimperialista de Trump y Putin. A ninguno de los dos le conviene una UE fuerte: solo les conviene a los 500 millones de europeos.

La conexión entre la defensa de Ucrania como frontera de la UE y el fortalecimiento de las expectativas de una vida mejor bajo el Estado de bienestar es causal y casi simbiótica. El rearme disuasorio de la UE en defensa, seguridad e información es la caja de herramientas para defender un modelo de sociedad donde el Estado reequilibra el reparto de cartas de nacimiento, las desigualdades y el desamparo de quienes no tienen dónde guarecerse. Ese objetivo originario se fue desdibujando a medida que desaparecía la memoria compartida de la devastación de la Segunda Guerra Mundial y a medida que la UE incurría en equivocaciones estratégicas que causaron el desencanto en unos y la rabia abierta en otros. Parte de esos sectores acabaron en los brazos de la indiferencia nihilista o en los de la rebeldía fomentada por el mismo nacionalpopulismo que alimentó a la ultraderecha de los años veinte y hoy resucita en múltiples zonas de la UE.

Comprender que la defensa de Zelenski es la defensa de las condiciones de vida europea equivale a identificar a Gratallops, Leipzig, Birmingham, Lyon o Trento como capitales del campo de batalla, aunque parezca ser Kiev. El punto central ahora está en saber si la ciudadanía de la UE asume que su capacidad disuasoria (con armamento y la inteligencia necesaria para saber contra qué objetivos usarlo y de qué armas defenderse) equivale a fortalecer el Estado de bienestar que nació encima de espantosas montañas de muertos. Hay más opciones, por supuesto, pero todas ellas pasan por propiciar que las ultraderechas se hagan con el poder al grito de primero, nosotros, cuando el único nosotros que puede hacer frente a la depredación política y económica del trumpismo estadounidense y el expansionismo ruso es la convicción en el poder civilizatorio que encarna la UE.

La repugnancia de la mayoría de la población de la UE al rearme no solo es comprensible, sino admirable: la cultura de la paz es un capital cultural intangible e irrenunciable. Todos hemos aprendido que el rearme es el mecanismo más temible porque “cuando la flecha está en el arco tiene que partir”, como reza bíblicamente un título de Rafael Sánchez Ferlosio. El problema radica en la respuesta necesaria ante una doble agresión tan disruptiva como la coalición de intereses establecida entre la depredadora maquinaria tecnológica de EE UU y el expansionismo ruso, porque ambas buscan abolir la operatividad del mejor experimento político, social y económico de la época contemporánea. La UE es un obstáculo legal y fáctico a su afán de conquista, y es el principal dique de contención para los países fronterizos con Rusia. El éxito de la UE es en realidad la causa de la hostilidad desplegada por quienes sienten coartados sus planes ultraneoliberales y neoautoritarios, y ese es justamente el punto: la libertad de la ciudadanía europea consiste en someter al control del Estado los desmanes de quienes pueden llevárselo todo por delante. Hoy, el Estado, y eso significa la UE, encarna la vanguardia virtuosa contra la extorsión de la fuerza armada y la tecnobarbarie.

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