Revista Viajes

De regreso a Octubre de 2013 desde Octubre de 2014… (Un relato sin fotos...)

Por Viajeporafrica

En algún momento "La Casa Latina" (link) se había convertido en psicóloga y/o en consultorio de psicología. Todos los que por allí pasaban escuchaban un problema, contaban un problema, o creaban un problema nuevo de la nada misma. Fue un lugar donde muchas personas manifestaban abiertamente todas sus insatisfacciones en palabras o en acciones. Las compulsiones se repetían compulsivamente (valga la redundancia más que nunca), y las enfermedades de quienes la habitábamos y de las personas que intentaban habitarla por algún concepto, quedaban expuestas con una facilidad asombrosa. Me atrevería a decir que se transformó en un lugar de exposición de caprichos de gente un toque pasada en loca, y también de personas necesitadas de energías externas para darle sentido a sus vidas.

Hacíamos todo lo posible por evitar historias y catarsis ajenas, que además de chuparnos un huevo, nos parecían una creación propia de mentes que no tienen nada que hacer con su día. No había caso, los que no saben qué hacer con su día o no quieren hacer el esfuerzo necesario para lo que dicen que quieren hacer de su vida, se habían convertido en plaga. De esos personajes que centran la atención en vidas ajenas, y proyectan su realidad en los demás, con esa segunda intención de sentirse acompañados en la desdicha o de generar empatía en el éxito. Había otros que se "panquequeaban", y llenos de miedo y de impotencia, salían disparados exactamente en la dirección opuesta a la que juraron que jamás iban a correr. Y me quedo acá porque ya es demasiado, pero la exposición de algunas personas resultaba absolutamente innecesaria y vergonzosa.

En medio de este contexto donde me estaba sintiendo mejor sólo, que enfermamente acompañado, el guionista se las ingenió para complicarla un poco más. No vaya a ser que pasemos esta etapa de locura sin que nos quede una buena cicatriz que exhibir orgullosos, esperemos, en un futuro no muy lejano. Así fue que, justo cuando estábamos remontando nuevamente el barrilete, el guionista elucubró y entretejió energéticamente una red de hechos que derivarían en la llamada más inoportuna, y a su vez, más esperada de todo el año... "Pablito, ¿podemos hacer un Skype?". "La puta madre Federico. Ya lo sé todo. No te puedo creer ese tono en la voz".


"Che, ¿A que no sabés qué? Hu, el chino, viene a la Argentina. Viene con otra gente de Xiamen por el tema de una exposición en el Borges. Al margen: ¿Te acordás que filmamos esa película en China hace unos meses, no? Bueno, cuando nos despedimos sabíamos que todavía faltaba el rodaje en Argentina. ¿No es así? Bueno, con Hu en la Argentina, es el momento ideal para hacerlo. ¿Vos pensás que te podrás venir un mes a Buenos Aires y ayudarme a organizar todo?". Mientras respondía que sí, trataba de pensar motivos por lo que Federico no estuviera siendo coherente, como jugándome la última carta con la cual hacer un desesperado cuestionamiento de la realidad en que me estaba sumergiendo a través de aquella inverosímil conversación por Skype. Cuanto menos incoherencias y culpables encontraba, más puteaba por dentro, y mucho más recelo sentía. De esos momentos en que uno intuye que le están metiendo dedos en el culo, pero no puede encontrar a qué brazo corresponden.

Justo cuando nos estábamos curando del cansancio, de las energías de la gente loca; justo cuando estábamos comiendo bien y recuperando peso y energía vital. Federico Marcello, un afamado y brillante guionista de la vida real, había desparramado sólidos argumentos por lo que tenía que desconectarme de todos mis sueritos imaginarios, y tomarme un puto avión que cruce el condenado Océano Atlántico, para ir a meterme en la locura de stress y de ansiedades que genera producir un rodaje para una película. La concha de todas las loras del planeta. Eso sí que fue ponerse chalecos antibalas, cerrar los ojos, y salir a responderle y a negociar con el destino... que por algo el hijo de la muy puta se dedicaba a incomodar constantemente. Te quiero destino.

De esos momentos en donde hay que desprenderse de los planes, de algunas expectativas, y de otro montón de sistemas y forradas cerebrales, para salir así, todo débil y cagado a palos a reconstruir la realidad. Fascinante... horrorosamente difícil, pero fascinante. El concepto "volver a Argentina" me parecía salido de un cómic de contenidos nefastos. No me quedó otra que empezar a darme autopalmadas en la espalda y a decirme: "Dale loco, vas a ver a tu vieja, vas a ver a tus amigos y vas a comerte un asado grande como una casa... Toca el Indio, vas a volver a ver al Indio, vas a caminar por la estación de Coghlan, que es la más linda de Capital Federal, y seguramente vas a conocer a gente piola y sumar un poco más de experiencia en algo que todavía no sabés. Vas a volver a ver a la gente de China. Dale campeón... a dignificar un poco la historia". Y me creí todas estas mentiras hasta tal punto, que fui y me compré un pasaje de avión.

No había tiempo para nada más señores. Fue otra lección más para terminar de entender que en cualquier aspecto de la vida, hay que tener cuidado con lo que uno genera, porque después siempre viene la parte de hacerse cargo. Y esa parte generalmente no siempre entiende de formas, de momentos, o de timings; simplemente continúa su curso natural por donde se le antoja. La decisión de volar a Argentina, a su vez marcó el final de la época de oro de "La Casa Latina". En exactamente un mes volveríamos a habitarla, para ya nada sería igual. Obviedades...

Todo pasó así de repente, pero muy real. ¿Qué le vamos a hacer amigos? Hay búsquedas inconscientes que nos tuercen el destino y que hacen que las expectativas terminen fuertemente volcadas en una sola y cómoda mentira que parece contenernos y que nos resulta cómodo creer. Pero eso por ahora no importa, porque en definitiva no es un problema de este blog. Déjenme llevarlos por el lapso de un post hasta Argentina. Venga, lea, acérquese al fogón... que en este post no voy a hacer más que presentarle a gente maravillosa. Siéntase mucho más que Bienvenido...


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