De repente una señal
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Estás
en un café, hablando con un amigo, comentando la actualidad o
cualquier otro asunto. Mientras
tanto,
tu vista ya tiene controlada a la camarera para, cuando pase cerca,
pedirle los cafés; a las dos señoras que se disponen a ocupar la
mesa de al lado, que están limpiando escrupulosamente las sillas y
hasta la mesa; tu vista también tiene controlado al vendedor de la
ONCE que no para de despachar cupones, gracias a eso recuerdas que
es viernes; también controlas al niño que acaba de salir de la
heladería cercana con un cucurucho que sostiene, aunque no te
explicas cómo, una descomunal bola de helado y calculas las
probabilidades que tiene esa bola de acabar en el suelo, en el traje
más limpio de la terraza o en el regazo de la persona más
malhumorada que se tropiece con el niño. Mientras
tanto tu
imaginación sobrevuela la terraza y traza líneas imaginarias
delante de los transeúntes, de los que se alejan en color verde y
de los que se acercan en color amarillo, por ejemplo. Mientras
tu imaginación juega a adivinar
qué consumiciones pedirán los que acaban de llegar a otra mesa...
Para entonces ya no te importa que la lista de precios está modificada y hayan repasado con un rotulador demasiado evidente todos los "1" con un "2", actualizando la lista de precios a un futuro lejano no concretado. Para entonces ya no te importa si el niño finalmente estampó su bola de helado contra el policía urbano que está multando a su padre. Para entonces ya no te importa si la camarera te habrá traído la sacarina y el vaso de agua que le pediste, ni siquiera si los de la mesa de al lado habrán pedido finalmente ese descafeinado de máquina con leche tibia que te parecía tan evidente. Para entonces ya no te importan muchas cosas, tienes tu idea y eso es lo que importa. Disfrutas de su nacimiento y, mientras le pones alguna ropa a la idea recién nacida, sonríes sin que nadie más que tú sepa el motivo..., de momento. -¿Qué te pasa?, ¿por qué sonríes? -te pregunta tu amigo buscando con la mirada la señal que te dibuja la sonrisa, como si él pudiera verlo... -Nada..., estoy bien..., ya lo leerás. -Contestas sin tener muy claro aún en qué se traducirá la señal recibida, si la incluirás en algún texto que está en preparación o si será la semilla de algo nuevo o si, por qué no, acaba en la papelera. ¡Qué más da!, lo importante es que esa señal te ha llegado, como llegaron otras y otras llegarán. Pues bien, así ocurre, o tal vez no..., quien sabe.
El escritor en su Esfera: De repente una señal.
Artículo: Victor J. Sanz