Revista Psicología

De reuniones

Por Blogtpl

Reunión. Sólo la palabra me produce escalofríos.

Reunión de trabajo. Muchas veces para no decidir nada. O, mira, sí, decidir algo. Algo que en realidad se podría haber arreglado con una llamada o un correo. Reunión a las seis, para que se note que es importante. Reuniones déjà vu: ¿Pero eso no lo habíamos hablado en una reunión parecida hace dos meses? ¿O fue hace dos años? Reuniones que no sabes muy a bien por qué vas tú, pero es importante no faltar. Reuniones que no sabes para qué son, pero hay que ir igual.

Reunión de vecinos. Una vez estuve en una. Miento, en media. Discutieron algo de una antena parabólica durante una hora. Me fui. No tengo planes de volver.

Y, finalmente,, mis favoritas: las reuniones de padres del colegio.

Reuniones de padres. Más bien reuniones de madres con un par de padres. Todas las mujeres que no te encuentras en las reuniones de directivos de las empresas están aquí. Cosas de la igualdad.

Como todavía no he ido a muchas, no me ha dado tiempo a aburrirme de ellas. Además, en estas reuniones siempre surgen preguntas interesantes:

Profesora: “Se prohíbe traer bollería industrial para el recreo”. Madre: ” ¿Mi hijo puede traer un donuts?”

Profesora: “Están prohibidas las mochilas con ruedas”. Madre: “Es que a mi hijo le gustan mucho las mochilas con ruedas. ¿Puede traer su mochila con ruedas?” Este comentario lo escuché dos años seguidos por parte de la misma madre. Se ve que el niño tiene cierta obsesión con las ruedas.

Escucho esto y pienso que no sé de qué nos quejamos. Es como cuando le dices a tu hijo que no le vas a comprar otro juguete y él te dice que sólo un transformer. La diferencia es que tú le dices que si está sordo, que qué es lo que no entiende, que le vas a quitar todos los juguetes, mientras el profesor simplemente repite: “Están prohibidas las mochilas con ruedas”. Por algo son profesores. Son de otra pasta.

Es bueno ir a las reuniones para poner cara a los padres. Siempre hay un poco de todo. La madre que no está contenta con nada: “Pues yo no estoy de acuerdo con que haya uniforme”. La que no se ha informado mucho: “Ah, ¿pero que terminan a las cinco?”. La que da datos de primera mano sobre la nueva profesora: “Pues la prima de una vecina tuvo a esta profesora y fatal. Ya verás que mal este año. Qué mala suerte”. La orgullosa madre de una niña súper lista, súper aplicada y súper especial. “Pues Fulanita ya lee perfectamente. Ya se sabe todo el programa del año. Se va a aburrir en clase”. Lo siento mucho por fulanita, todo el verano encerrada empollando. Que sepa que aprender a leer antes que los demás no le asegura nada en la vida. Y yo que tengo un hijo normal, agradezco que repasen otra vez las vocales.

A la reunión de padres le sigue el grupo de Whatsapp creado para la clase. El de mi hija, de primero de infantil, está batiendo records de actividad. Nos van a cobrar un plus. Todo se discute: pantalón largo o corto, snack para el recreo sí o no, vaso o taza… No detecté a tiempo que eran adictos al whatsapp y ahora no sé cómo salir de ahí… Yo por ahora no contesto. Estoy ocupada. Estoy reunida.


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