Revista Cultura y Ocio

De Sabina, Chamberí y Madrid

Publicado el 12 diciembre 2017 por Noemi Megustamibarrio @megustamibarrio

Está grabado. Joaquín Sabina cambia la letra de Pongamos que hablo de Madrid en sus conciertos, sustituyendo el consabido "aquí no queda sitio para nadie" por "aquí he vivido y aquí quiero quedarme". Y es que el jienense ya ha cantado a la ciudad de Madrid más de una vez, desde Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal y se ha bajado en Atocha varias veces.

Si se piensa bien, desde los años de la Mandrágora hasta ahora ha llovido mucho - ahora existe otra boina calada -y la ciudad se ha ido transformando, albergando nuevos espacios, acogiendo nuevas personas, de otras nacionalidades e impulsando los valores que, de siempre, ha tenido Madrid. Una ciudad que muchos caracterizan como hueca por dentro, como si fuese un gran queso Gruyère, pero que acerca barrios, personas y tradiciones y modernidad, "una ciudad insufrible, pero insustituible", parafraseando a Sabina.

De Sabina, Chamberí y Madrid

Insustituible como sus tradicionales barrios. Chamberí, Lavapiés, Malasaña, La Latina, el Barrio de Salamanca...La Plaza de Olavide ha sido un gran ejemplo de transformación constante hasta que ha encontrado su estado actual, que no sabemos si será el definitivo, donde conviven ancianos, niños, inmigrantes, españoles, bares tradicionales y bares modernos, las patatas bravas o los boquerones en adobo de Maracaná con la comida healthy y ecológica de Mama Campo. Una belleza armónica que aún habla del antiquísimo mercado que estuvo allí durante años y a donde llegan ecos de los misterios que esconde la antigua estación de metro de Chamberí. Si sus calles hablasen, seguro que hablarían de artistas, poetas y de vida madrileña, de familias que han nacido, crecido y permanecido, de ancianos que recuerdan, incluso, la época de la Guerra Civil.

Pero si ha habido un barrio que se ha puesto de moda en los últimos diez años éste ha sido Lavapiés. Un barrio tradicionalmente obrero que acogió, a principios de los 2000, a mucha población inmigrante, sobre todo africana, que ha dado un olor y un color distinto al barrio, enriqueciéndolo de costumbres y dando una oferta distinta. Es por donde se mueve mucha gente alternativa, abierta, con ganas de aprender y dejarse envolver por esa multiculturalidad que desprende Ave María o Amparo. Las terrazas de Argumosa, una vez llega la primavera, ven cómo gatos y no gatos se ponen al sol, quizá con cervezas artesanales.

También Malasaña, cuna de la movida madrileña, se ha impulsado como uno de los barrios de moda desde hace casi 20 años. Tuvo un paréntesis por la decadencia de las drogas que se dejaban entrever en sus adoquines, pero el Penta vuelve a estar en pleno esplendor y la gente sigue cantando con la misma fuerza la Chica de Ayer, que sigue siendo también la chica de hoy.

La Latina, con su Mercado de la Cebada y el Rastro, el Barrio de Salamanca con su marqués más marqués, su milla de oro, la Puerta de Alcalá de Carlos III, de Ana Belén y Víctor Manuel, que saluda a la Gran Vía preguntándose si, algún día, será completamente peatonal...Mucho ha llovido desde la Mandrágora, Krahe desapareció ya hace más de dos años. Los barrios se han transformado, pero no han perdido su esencia de lo que fue, de lo que es y será Madrid.


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