Me decepcionó profundamente José Manuel Otero Novas, dos veces ministro en los gobiernos de Adolfo Suárez, abogado del Estado, supongo que en excedencia, dada su vinculación con las más importantes empresas españolas de los sectores de banca, seguros, transportes, construcción, energía y prensa, entrevistado ayer en Canal 13, mientras las turbas rugientes y vociferantes sitiaban el Congreso de los Diputados en Madrid y amenazaban con acabar por la fuerza (PP, "dixit") con el régimen parlamentario y constitucional. Menos mal que estaban allí las fuerzas de orden público (vulgo antidisturbios) para impedirlo. A las periodistas Pilar Portero y Ana Carril debemos hoy en "El Huffington Post" un bien elaborado artículo titulado "A los diputados se les hiela la sangre en el Congreso", que refleja muy bien los sentimientos contradictorios que Sus Señorías dejaban percibir entre lo que estaba pasando en la calle y la aparente tranquilidad con que gracias a la ordenada reglamentación parlamentaria transcurría la sesión plenaria en el hemiciclo, entre apelaciones a la prudencia, algún esbozo de autocrítica bastante pobre, y extemporáneas apelaciones de Sus Señorías a la residencia de la soberanía nacional en el parlamento; residencia que nadie pone en tela de juicio. Personalmente, estoy convencido de que no hay más democracia posible que la democracia representativa, pero eso no es óbice para reconocer que en nuestro caso funciona bastante deficientemente, que es susceptible de mejora, y que en todo caso, por muy residenciada que esté en las Cortes Generales, la soberanía nacional pertenece al pueblo español no a sus representantes, y que es de él, del pueblo, de quien emanan todos los poderes del Estado (Art. 1, punto 2, de la Constitución). Quizá del frecuente olvido por parte de Sus Señorías de tan fundamental matiz: quienes son los dueños y quienes los mandados, vienen gran parte de nuestros problemas. Pero vuelvo al señor exministro, que después de poner a caldo a los manifestantes, se metió en un monumental lío discursivo con la entrevistadora a costa del Estado federal que ahora, tarde y mal -siempre a su juicio- parecen promover los socialistas. Me decepcionó su argumentación porque manifestó una profunda ignorancia de lo que es y significa el federalismo: para él, una regresión sobre el Estado autonómico actual, al que de todas formas definió no ya como autonómico sino como clara y decididamente confederal por culpa, ¡cómo no!, del expresidente Zapatero. Faltaría más. No tengo la menor intención de polemizar con tan ilustre personaje -lo digo sin sorna alguna- sobre el estado autonómico, federal o confederal, así que prefiero traer hasta ustedes el reciente artículo en "El País" del catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, Juan José Solozábal, titulado "Formas federativas", que explica bastante bien el actual estado de la cuestión al respecto. Estoy seguro que ambos artículos les resultarán interesantes. Y sean felices, por favor; a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt
Revista Cultura y Ocio
Me decepcionó profundamente José Manuel Otero Novas, dos veces ministro en los gobiernos de Adolfo Suárez, abogado del Estado, supongo que en excedencia, dada su vinculación con las más importantes empresas españolas de los sectores de banca, seguros, transportes, construcción, energía y prensa, entrevistado ayer en Canal 13, mientras las turbas rugientes y vociferantes sitiaban el Congreso de los Diputados en Madrid y amenazaban con acabar por la fuerza (PP, "dixit") con el régimen parlamentario y constitucional. Menos mal que estaban allí las fuerzas de orden público (vulgo antidisturbios) para impedirlo. A las periodistas Pilar Portero y Ana Carril debemos hoy en "El Huffington Post" un bien elaborado artículo titulado "A los diputados se les hiela la sangre en el Congreso", que refleja muy bien los sentimientos contradictorios que Sus Señorías dejaban percibir entre lo que estaba pasando en la calle y la aparente tranquilidad con que gracias a la ordenada reglamentación parlamentaria transcurría la sesión plenaria en el hemiciclo, entre apelaciones a la prudencia, algún esbozo de autocrítica bastante pobre, y extemporáneas apelaciones de Sus Señorías a la residencia de la soberanía nacional en el parlamento; residencia que nadie pone en tela de juicio. Personalmente, estoy convencido de que no hay más democracia posible que la democracia representativa, pero eso no es óbice para reconocer que en nuestro caso funciona bastante deficientemente, que es susceptible de mejora, y que en todo caso, por muy residenciada que esté en las Cortes Generales, la soberanía nacional pertenece al pueblo español no a sus representantes, y que es de él, del pueblo, de quien emanan todos los poderes del Estado (Art. 1, punto 2, de la Constitución). Quizá del frecuente olvido por parte de Sus Señorías de tan fundamental matiz: quienes son los dueños y quienes los mandados, vienen gran parte de nuestros problemas. Pero vuelvo al señor exministro, que después de poner a caldo a los manifestantes, se metió en un monumental lío discursivo con la entrevistadora a costa del Estado federal que ahora, tarde y mal -siempre a su juicio- parecen promover los socialistas. Me decepcionó su argumentación porque manifestó una profunda ignorancia de lo que es y significa el federalismo: para él, una regresión sobre el Estado autonómico actual, al que de todas formas definió no ya como autonómico sino como clara y decididamente confederal por culpa, ¡cómo no!, del expresidente Zapatero. Faltaría más. No tengo la menor intención de polemizar con tan ilustre personaje -lo digo sin sorna alguna- sobre el estado autonómico, federal o confederal, así que prefiero traer hasta ustedes el reciente artículo en "El País" del catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, Juan José Solozábal, titulado "Formas federativas", que explica bastante bien el actual estado de la cuestión al respecto. Estoy seguro que ambos artículos les resultarán interesantes. Y sean felices, por favor; a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt