Hace tiempo me anoté en una jornada de Voces Vitales, en la cual varias mujeres líderes conforman paneles para contar sus experiencias y sus visiones del rol de la mujer hoy, y cómo podemos liderar el cambio desde donde estemos.
Antes de las conferencias me había anotado en una Ronda de Negocios, un espacio en el que distintas empresarias presentan sus proyectos en un "uno a uno". Éstas experiencias me fascinan porque logran ponerte a prueba y ayudarte a crecer. Tu proyecto y vos se hacen cada vez más fuertes. Genial.
Un día antes, mi pequeña niña se enfermó. Gastroenteritis... ¡con mamitis súuuuper aguda! Un bajón, por ella y por todos. Por suerte mi marido se pudo organizar para trabajar desde casa (una ventaja de estos tiempos: conectarte desde donde estés y seguir cumpliendo con tus tareas). Entonces me fui para el curso, y dejé a ambos -padre e hija- en un día caótico.
Pero como toda madre-emprendedora-laburante, los sentimientos de culpa-noculpa-culpa-noculpa me acompañaron toda la tarde. Más allá que estaba conectada para ver qué pasaba en casa, me costaba hacer el clic de "Estoy acá. Disfruto hoy". Creo que por momentos lo logré, pero al final la culpa y preocupación ganaron la batalla y terminé partiendo antes del evento.
Llegué a casa toda paqueta, y en el mismo instante en que agarro a la gorda a upa, ¡chan!: vómito total. En fin, madre-emprendedora. Están claros los 2 roles que cumplimos, con gusto ambos, y cómo en un segundo tenemos que pasar de ser una para llegar a ser otra.
Mi objetivo en este tiempo es lograr que cuando los planes cambien -porque la vida es así, cambiante- pueda priorizar las tareas para que el malhumor no entre en casa. Sé que no es fácil, porque cuando tenés la agenda cargada de actividades, compromisos, y los chicos hacen que recalibres la ruta del día, puede que no te sientas tan bien.
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