Revista Diario

De tanto morderme la lengua.....

Por Belen
Lo que tiene que aguantar una, y la de veces que te tienes que morder la lengua por no liarla parda. Y conste que si no la lío es porque el niño está delante, y no me apetece que vea a su madre enzarzada en una discusión absurda con cualquier mamá o abuela redicha. Una está intentando inculcar unos valores y unos comportamientos a la criatura, así que por mucho que me pese tengo que guardar la compostura.

Pero os prometo que ayer en la Pequeteca me frenó la mamá de un compañero del nene. En este último trimestre del curso se ha incorporado una niña nueva al grupo. Es la más pequeña, con diferencia, pero la que tiene la mano más larga sin duda alguna. De aspecto angelical, rubísima, guapísima es todo lo contrario a lo que aparenta. Acude con su abuela, una mujer relativamente joven, moderna, muy mona ella. Desde el primer día que llegaron me sorprendió el empeño de la abuela en que la niña participe en las actividades, la fuerza a ello literalmente. Cuando un niño entra en un grupo ya hecho, como es este, al principio le cuesta más participar. Por lo que he visto en otras ocasiones los niños observan mucho, van tanteando y se van acoplando poco a poco. Pero esta mujer exige a la niña que lo haga todo desde el primer día. Y todos los días la cría monta el número, normal, a nadie nos gusta que nos obliguen.

Al principio, reconozco que la nena me daba penilla. Pero ahora ¡JA! ni pena ni gaitas. Menuda pieza es. Al principio algún girigay tuvo con alguna nena. Ricitos de oro (así la llamaré a partir de ahora) sacó las uñas cual garras envenedas y marcó la cara de la pobre criatura. La abuelísima la puso de cara a la pared, castigada. Madre del amor hermoso, que decisión, pensé yo. Algo arcaico el método, pero quien soy yo para juzgar.

A medida que Ricitos ha ido cogiendo confianza ha ido marcando a uña y fuego la cara del resto de compañeros, ha mordido, ha pegado, ha quitado juguetes, como podéis ver es un solete la niña.

Todas las madres, padres, abuelas o cuidadoras que asistimos estamos alertas y pendientes de que Ricitos de oro no se acerque en exceso a nuestros churumbeles porque hay pelea asegurada, y quien sabe si sangre. La abuelísima defiende en muchas ocasiones a la criatura, y claro así vamos. Cuando mi niño pelea con algún compañero, cosa habitual entre críos, los separamos y les explicamos que eso no se hace, que se deben pedir las cosas, o que hay que guardar el turno... en fin, intentamos que la causa de la disputa quede en nada, y que ellos comprendan que eso no son maneras. Vamos eso me parece a mi lo normal, a mi y al resto de adultos que acudimos a estas actividades. Pero la abuelísima no piensa igual.
Primera escena: Ricitos coge un juguete de una estantería (sin permiso de la monitora, ya que estábamos haciendo otras cosas), la abuela se lo permite y juega con ella. Mi hijo y su mejor amigo lo ven y van a ver que se cuece allí. Mi hijo, sin querer quitárselo, toca el juguete, Ricitos saca las uñas y le endiña un zarpazo en toda la cara. Rauda y veloz acudo a la escena del casi crimen y sujeto a mi hijo que se tiraba cual pantera por la niña. La abuelísima le dice "pero claro, te pega porque intentas quitárselo, no se lo quites". Ala ¡chúpate esa!. No la he contestado porque no he querido entrar en una discusión ridícula. El segundo herido ha sido el amigo de mi hijo.

Segunda escena: hemos salido de clase, los niños acostumbran a tomarse su segundo desayuno en una especie de patio cerrado con sus mesitas y toboganes. Todos se sientan, comen y luego juegan. Llega la hora del juego, mi hijo corretea con otros 3 nenes. Se une a la carrera Ricitos, que se tira encima literalmente de uno de ellos, haciéndole un placaje en toda regla. La jodía para lo pequeña que es no veas la fuerza que tiene. Respuesta de la abuelísima, ninguna. Respuesta de la madre de la criatura, corre a quitar a la bestia de encima de su hijo.

Tercera escena: siguen correteando y jugando los niños. Ricitos engancha, sin venir a cuento, de la camiseta a mi hijo. Mi nene muy digno le dice "oye suéltame que estoy jugando". La peazo bestia, le intenta soltar otro mamporro. Y digo intenta porque he estado rápida y he llegado a tiempo para sujetarla la mano. Mi hijo ya iba a por ella. Respuesta de la abuela hacia mi:

-"Déjale, que la pegue, así aprende".

Me he quedado patitiesa,

-"¿me está usted diciendo que deje que mi hijo pegue a su nieta?"

-"Así aprende que hay que dejar a los niños en paz", (a mi hijo), "tu pégala para que aprenda".

-Vamos a ver señora, me hace el favor y no incita a mi hijo a que pegue. No voy a estar yo intentando que el niño razone y no utilice la fuerza, para que llegue usted y le incite a que arree un guantazo a la niña.

Ahí me han parado. La abuelísima se ha quedado tan ancha. Pero después de esto he entendido el por qué del comportamiento de Ricitos de oro, alias "pantera asesina".

Cuando he salido del centro he pensado en hablar con la monitora, pero luego he dicho, total el mío también tiene sus días.... pero es que todas las madres estamos alertas cuando ella entra por la puerta, revoluciona la clase, a los niños. Y pensándolo a lo largo del día de ayer, he decidido que me quejo, pues claro que me quejo, más teniendo la abuela esa actitud. Si tuviera otra y la niña estuviera en la época rebelde, pues bueno, te aguantas porque ves que hacen lo que pueden. Pero eso no. Por lo menos que la den un toque para que lleve a la niña a clase con las uñas cortadas y limadas, que estoy más que harta de ver como mi hijo sale con la cara marcada.

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