Cuántas veces habremos oído aquello de que los hijos tienen mamitis. Palabro usado cuando el bebé o niño pequeño llora cuando no está su madre. Si el niño en cuestión es más grande, la mamitis se suele sustituir por el adjetivo enmadrado. Mira que son tiranos los hijos, querer estar todo el tiempo con su madre. Habráse visto despropósito semejante.
Lo que la gran mayoría recomienda en esos casos es dejarles llorar. Ya se acostumbrarán a la ausencia materna. Al fin y al cabo, una madre no puede dedicarles todo su tiempo a sus propios hijos. Una madre es, ante todo, una mujer y tiene otras cosas que hacer. Lo primero ir bella, bien peinada y con ropa recién estrenada. Lo segundo, trabajar fuera de casa, que para algo se consiguió que las mujeres pudieran acceder al mercado laboral igual que los hombres. No trabajar fuera de casa (es decir, decidir quedarse en casa) es igual a no agradecer los derechos adquiridos que tanto les costó ganar a otras épocas atrás. Y, hablando de la casa, también hay que tenerla impecable. Que una cosa es tener juguetes (unos pocos, que tampoco hay que pasarse) por en medio porque en la casa hay niños y otra muy distinta tener platos apilados esperando ser lavados o pelusillas echándose carreras por el pasillo.
Si mientras la madre hace todo esto, tiene que estar separada de su hijo, éste debe aprender a ser paciente. Adquirir independencia, leí una vez. Y digo “aprender” porque, obviamente, con un niño pequeño, con un bebé, no se puede razonar. No se le puede decir “mamá se va a trabajar pero luego vuelve” y esperar que lo comprenda.
Bueno, pues mis hijos mayores llevan, con hoy, 3 días en casa de su abuela. ¿Por qué? Porque a ellos les apetecía y a la abuela también. ¿Necesito yo que se vayan? No, aunque mentiría si no dijese que estoy algo más descansada. Así que la decisión de que se fueran fue por ellos, no por mí. Yo no soy de esas madres que se llevan las manos a la cabeza en cuando llegan las vacaciones de verano porque les agobia pasar tanto tiempo con los niños en casa.
Hablo con la abuela (que vive a 15 minutos de mi casa) todos los días. Y con mis hijos también. Están contentos, se lo están pasando bien y eso a mí me alegra. Pero una cosa no quita la otra. Les echo mucho de menos. Estoy deseando que regresen. Aunque eso implique más lío en casa o ir a la piscina cuando lo que de verdad me apetece es descansar en el sofá. Aunque eso signifique volver a batallar en las cenas para que se coman lo del plato aunque no les guste mucho. Aunque eso implique lidiar entre los dos porque uno está jugando con no sé qué dinosaurio del otro.
Voy por la casa algo perdida. Al principio, pensé que este tiempo sola con el Peque me permitiría poner la casa al día, pero no ha sido posible. Me lío con pequeñas cosas. No me concentro como esperaba. Creo que tengo hijitis. Palabro que invento para designar el estado emocional de una madre cuando echa de menos a sus hijos.
Soy adulta y capaz de razonar. Y, aunque sé que mis hijos están bien, que sólo es cuestión de unos pocos días, que volverán a casa hoy mismo… no puedo evitar echarles de menos. Ahora entiendo por qué lloran los bebés cuando no ven a su madre cerca. Y, aunque obviamente, yo podría acostumbrarme a no verles, no por ello les echaría menos en falta. Soy adulta y no voy a llorar. Después de todo, se fueron con mi consentimiento, pero eso no significa que no les extrañe a lo largo del día, que no piense en qué estarán haciendo o, si veo su serie favorita en la tele, me pregunte si la estarán viendo. Así que, está confirmado, tengo hijitis.
CONTRAS:
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Ando por la casa como si me faltara un pie. Casi todo lo que tenía pensado hacer estos días se ha quedado en el cajón de las buenas intenciones.
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Echo de menos sus besos, sus buenos días, sus risas, sus “¡mira, mami!”…
PROS:
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En estos días he podido centrar toda mi atención en el Peque. Todos los juegos han sido para él. Y esto es lo que más agradezco. En el día a día, los mayores reclaman gran parte de mi atención y es agradable poder centrarme completamente en el Peque de la casa.
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Espero que ellos también me hayan echado de menos, aunque sólo sea un poquito .
Me encanta estar con mis hijos, con los tres. No me agobia pasar tiempo con ellos ni el verano se me hace interminable, como he oído decir a algunas madres del colegio. A pesar de las peleas, los gritos y los lloros, me gusta que estén conmigo porque también me gustan sus risas, sus ocurrencias y sus besos. Soy consciente de que ellos disfrutan mucho estando con la abuela unos días, por eso se van. Pero sólo unos pocos, ¿eh?, que me parece que las pastillas para la hijitis no se han inventado todavía.